Es de esperar que Biden consiga obligar a Israel a moderar la respuesta en Gaza y a retomar la solución de dos Estados. Temo que Hamás se opondrá
Artículo publicado en El Diario Vasco (24/10/2023)
Jerusalén es desde el siglo X a. c. ‘el lugar’ para los judíos. Pero la capital simbólica de Israel (la administrativa es Tel Aviv) nunca ha conocido una paz duradera. Los hebreos debieron soportar invasiones y luchas de persas, sasánidas, nabateos, romanos… Formó parte de la ‘Palaestina Primae’ bizantina hasta la conquista musulmana en el siglo VII y durante las Cruzadas, (siglos XI al XIII) la ciudad estuvo cortos periodos de tiempo en manos cristianas. Aunque la «tierra de Israel» existió desde hace 3.000 años, desde la Diáspora las comunidades judías debieron convivir por siglos con las ‘religiones del libro’, las abrahámicas. En 1897, tras el I Congreso Sionista, se refuerza la idea de regresar a «Eretz Israel», la patria de los antepasados, pero no será sino tras el Holocausto, en 1948, cuando se haga realidad el Estado de Israel.
Circulan ciertos discursos equívocos que afirman que los palestinos tenían un Estado y se lo arrebataron, discursos fáciles que no profundizan en el contexto histórico que favoreció el surgimiento de este nuevo Estado hebreo, ocultando factores que no podemos juzgar desde la óptica del tercer milenio: la desintegración del imperio otomano, el fin del mandato británico de Palestina, la deuda asumida por la comunidad internacional tras la vergüenza que supuso el Holocausto, el impulso de la Liga de las Naciones (que luego se convertiría en 1945 en la ONU) por buscar un hogar al pueblo judío y, finalmente, el poco valor de los territorios elegidos, en su gran parte improductivos o desierto, que favorecieron la política de ‘compra de tierras’ por parte de los nuevos colonos judíos que volvían a la tierra de David.
Ciertamente estos lugares santos para cristianos, judíos y musulmanes (por cierto, los últimos en aparecer) han vivido siempre tensiones importantes. Aun así, resulta objetivo señalar que fue a partir de 1948 cuando los países árabes de los alrededores reaccionan al unísono para aplastar al nuevo Estado. Las guerras se repitieron en 1956, en 1967, en 1973 y… hasta la actualidad. Por eso resulta milagroso que un pequeño Estado de poco más de nueve millones de habitantes haya conseguido, para asombro de sus vecinos y del mundo (algunos episodios lo han sido también para su vergüenza) permanecer soberano, ganar una tras otra todas las contiendas y construir la sociedad más desarrollada de la zona.
¿Qué es lo que convierte en distintivo el conflicto al que asistimos estos días? Uno de los factores más importantes hoy reside en la existencia de un islamismo político, un nacionalismo religioso trasnacional que pretende unificar la ‘umma’, es decir, a la comunidad de creyentes. Este hecho, fundamentalmente desde el 11-S de 2001, y que Bernard- Henry Lévy definió como «islamofascismo», ha cambiado profundamente la geopolítica mundial y también ha modificado la realidad de los palestinos de la Franja de Gaza. Si el mundo se conmovió con la crueldad ejercida por el terrorismo yihadista (Al-Qaida, Estado Islámico), no resulta banal señalar que un grupo de similares características, como es el Movimiento de la Resistencia Islámica Hamás, sea el que controle la vida social y política de los palestinos desde las elecciones de 2006, en las que logró desplazar a Fatah por mayoría absoluta. La liberación de Palestina, objetivo que aparece en el acrónimo de la OLP, es en Hamás sustituida por la resistencia islámica que utiliza métodos similares a los del califato durante el periodo 2014-2017. Esta realidad resulta desestabilizadora no solo para Israel sino para el mundo, tanto que tras ella se encuentra la negativa de Jordania y Egipto a aceptar en su territorio refugiados palestinos entre los que pudieran infiltrarse yihadistas de Hamás o de Yihad Islámica Palestina.
Tras la cumbre de El Cairo, es de esperar que el presidente Joe Biden consiga obligar a Benjamín Netanyahu tanto a moderar su respuesta contra Hamás en Gaza desde una perspectiva humanitaria, como a retomar las conversaciones para cumplir con los mandatos de la ONU y hacer realidad la existencia de dos Estados. Me temo (y observo con estupor la simpleza de las afirmaciones escuchadas a parte de miembros destacados de la izquierda española) que Hamás se opondrá a ello, pues su objetivo primero es borrar del mapa al Estado de Israel. Si arrastra al conflicto al Partido de Dios, Hezbolá, desde el lado libanés, certificando de esta forma que Irán se convierte en agente activo (ya lo ha sido dinamitando a través de Hamás los Acuerdos de Abraham), la tormenta perfecta en Oriente Próximo, y en todo el mundo, está servida. Las delegaciones norteamericana y británica han pedido a su personal que abandone Líbano. Da que pensar.
Tierra Santa, sí, pero también endiablada tierra.
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