Artículo publicado en El Correo (30/10/2023)
Los datos de los Habitantes del Futuro de BBK Kuna desfilaron el sábado por la Gran Vía de Bilbao dejando un rastro de sostenibilidad en las puertas de las multinacionales dedicadas al negocio de la ‘fast fashion’. La mayoría quiere que en el futuro la ropa sea biodegradable, que las marcas reduzcan el número anual de colecciones y que haya más contenedores para depositar la ropa al terminar su vida útil. La conciencia medioambiental y la deseabilidad social cada vez está más extendida, lo que no significa que nuestros comportamientos y acciones estén perfectamente alineados con nuestras aspiraciones. La mayoría somos adolescentes climáticos que estamos construyendo nuestra identidad alrededor de un tema que no figuraba en la agenda de las principales preocupaciones de la mayoría hace 10 años. Una identidad climática frágil que es vulnerable a los marcos y narrativas que se proyectan desde instituciones públicas en forma de discursos políticos o, lo que es peor, acciones de gobierno.
La ultraderecha europea, incluido Vox, lleva en su mochila la negación de la urgencia de la crisis climática y un argumentario populista para aprovecharse de una identidad ambiental sin cristalizar en la mayoría de la sociedad. Como pasa con otras posiciones radicales de la extrema derecha, el mayor peligro es su capacidad de contagiar a los partidos conservadores moderados europeos, incluido el PP, inyectando ideología en la agenda ambiental. Si seguimos el rastro de los nuevos gobiernos autonómicos y municipales que se han formado tras las elecciones del 28 de mayo, nos encontramos en las comunidades autónomas y ayuntamientos donde gobierna el PP con Vox, medidas, anuncios y decisiones enfocadas a desmantelar la preocupación ciudadana por la crisis climática y alimentar el frente del clima dentro de la guerra cultural.
En el mundo rural se defienden las macrogranjas de ganaderías intensivas, la ampliación de regadíos o el desmantelamiento de parte de las limitaciones de los espacios protegidos. No es casual que Vox haya pedido la consejería de Agricultura en la mayoría de sus gobiernos de coalición con los populares. En el mundo urbano, se levanta la bandera de la insumisión a las zonas de bajas emisiones y se rebajan las limitaciones a la circulación de los coches por el centro de las ciudades. Todo alineado y sincronizado con el marco general de la derogación inmediata de la Ley de Cambio Climático y Transición para que los ciudadanos no carguen con el coste de la transición ecológica.
Si la narrativa de la ultraderecha se impone en esta guerra cultural, la ciudadanía dejará de empujar a las instituciones y a las grandes empresas hacia políticas y modelos de negocio enfocados a mitigar de forma urgente la crisis climática y a proteger el futuro del planeta. La industria de la moda sigue siendo la segunda más contaminante del mundo pero, aunque sea de forma muy lenta, reacciona a esa nueva identidad climática que se está forjando en sus consumidores. En nuestras ciudades cada vez es más sencillo comprar ropa de segunda mano. Y si los ayuntamientos vascos ceden cada vez más espacio público a los contenedores de ropa es porque la ciudadanía empuja en este sentido. La desactivación ideológica de la dimensiónmedioambiental ayudaría mucho a avanzarmás rápido.
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