Artículo publicado en Deia (31/10/2023)
EL Día Mundial de las Ciudades se celebra, cada año, el 31 de octubre. Una buena oportunidad para detener el devenir apresurado por calles y avenidas, pulsar estados de ánimo de vecinos y vecinas, dar una vuelta a retos personales y colectivos, extraer aprendizajes de logros y fracasos, y hacer más, mejor y distinto. Una oportunidad para consolidar la esencia de la ciudad: el intercambio de cuidados, bienes, productos, servicios, experiencias, ciudadanía, aprendizajes, conocimientos y vida en la proximidad con otros seres humanos.
La progresiva aceleración del tiempo y globalización del espacio a lo largo de los últimos siglos y, de modo profundo, en las últimas décadas, ha provocado importantes desajustes en la esencia de las ciudades. El modelo de ciudad industrial migró las señas de identidad de la ciudad del intercambio a la producción. Aquella ciudad caracterizada como plaza y mercado de excedentes agrarios y ganaderos, artesanías, creencias religiosas e ideas políticas dejó paso al protagonismo de fábricas y chimeneas, transporte de materias primas, obreros y manufacturas, y barrios obreros en las periferias. El tránsito de personas fue subsumido por la circulación de vehículos de motor de combustión. Las aceras perdieron el pulso ante las calzadas. Las ciudades cambiaron su perfil de espacios de intercambio por el de plantas de producción.
El presente, la evolución de una ciudad inteligente hacia una ciudad sabia, nos permite promover la primacía del conocimiento, experiencia y sabiduría humana, poniendo la tecnología al servicio de las personas. Y haciendo que la ciudadanía deje de plegarse a los dictados de algoritmos y máquinas. Hoy, las industrias, la producción siempre necesaria, puede integrarse de manera más amable en la ciudad, en espacios agradables, adoptando formas de parques tecnológicos de bolsillo, campus universitarios, centros de investigación, figuras híbridas de industrias del conocimiento, de la creatividad y servicios avanzados, ecosistemas de innovación y emprendimiento…
En dicho contexto, la ciudad tiene la oportunidad de recuperar su esencia como espacio de intercambio. Los intercambios susceptibles de ser atendidos se extienden desde el cuidado de las personas hasta la hibridación de conocimiento e ideas, pasando por la generación, uso y/o consumo de bienes, productos y experiencias. La cesión de parte de nuestro tiempo, espacio y recursos al cuidado mutuo protagoniza la nueva ciudad-intercambio. El acceso a bienes, productos y experiencias como usuarios cívicos y como consumidores sensatos forma parte de su ADN. La generación de experiencias significativas, personales y colectivas, integra su naturaleza. El diseño de espacios para el aprendizaje, información, conversación, diálogo, escucha, debate, deliberación es parte esencial de dicha ciudad.
La aceleración del tiempo y la globalización del espacio han introducido elementos que no permiten la vuelta atrás. La nueva ciudad-intercambio, comprometida con la reorientación de los desajustes provocados por el modelo de ciudad industrial (contaminación y cambio climático, concentración de la riqueza, desigualdades y xenofobias), no puede volver al modelo de intercambio presente en la ciudad preindustrial. La globalización ha conectado las ciudades, territorios y comunidades en un mundo interdependiente. La conectividad ha cubierto con una red imperceptible las viejas categorías de lo natural, rural y urbano convertidas en un todo continuo. La movilidad, favorecida por los inimaginables sistemas de transporte, ha fundido ciudades, territorios y comunidades en una suerte de aldea global.
Por todo ello, la ciudad-intercambio emergente debe jugar la baza de la proximidad. Un valor imprescindible para reequilibrar los excesos de la globalización, conectividad y movilidad, preservando los avances provocados por todas ellas, pero aportando pausa, cercanía y humanidad.
El papel de los cuidados, del comercio de proximidad, de las experiencias de ocio, cultura y deporte, la activación e implicación ciudadana… son aspectos fundamentales a incluir en las agendas de las ciudades-intercambio. Aprendida la lección de los excesos provocados por la primacía de la ciudad industrial y siendo imposible la vuelta al modelo de intercambio de la ciudad preindustrial, evolucionemos a una nueva ciudad-intercambio basada en el equilibrio. Equilibrio en la relación con el mundo en el que vivimos y con las personas con las que convivimos.
Pongámonos en marcha, generemos ecosistemas de innovación transformadora que refuercen la proximidad, de la mano de los cuidados, del comercio de proximidad, de las experiencias de ocio-cultura-deporte, de la activación e implicación ciudadana. Abandonemos la comodidad de las prácticas reiteradas, encaremos el riesgo de acciones nunca testadas. Impliquemos en comunidades de aprendizaje, investigación y acción a instituciones, empresas, entidades sociales y ciudadanía que vayan transformando nuestra ciudad. Forjemos personas que transformen el mundo, sus ciudades, territorios y comunidades.
No olvides que tu ciudad no deja de ser más que un espacio próximo donde cobijar de la mejor manera posible a los seres humanos y los seres vivos que la habitan.
Leave a Reply