Artículo publicado en El Correo (17/11/2023)
Lo más importante que trae la continuidad de Pedro Sánchez es que la ultraderecha no va a colocar su agenda en el Gobierno de España, ni va influir en las políticas que se necesitan para afrontar retos como el cambio climático, ni se van a recortar derechos y libertades que refuerzan la calidad y la inclusividad de nuestras democracias. En este terreno no se ha llegado a ningún acuerdo ni a ningún pacto que pueda poner en riesgo la duración de la legislatura si no se cumple lo pactado con los socios que construirán la nueva mayoría parlamentaria. Esto es lo que explica la alegría con la que se ha recibido en las instituciones europeas la reelección del líder socialista. Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina.
Al mismo tiempo que los resultados que produjo el 23-J permitían dejar fuera de un Gobierno europeo a la ultraderecha, también anunciaban la fragilidad de esa victoria si no se gestiona bien los próximos años. El reto más difícil no es conseguir mantener el apoyo parlamentario toda la legislatura. Los últimos años demuestran que se puede. El reto que afronta esta nueva legislatura es cómo corregir la fragilidad social y la desconfianza ciudadana hacia la clase política.
El propio Pedro Sánchez enmarcaba su discurso de investidura en las amenazas que sufre el modelo democrático como mejor método para solucionar los problemas de los ciudadanos en Europa y advertía de la necesidad de acertar con las políticas para no contribuir al desprestigio de la democracia representativa. Describía con precisión el dilema al que se enfrenta el mundo, incluida Europa, para no expulsar del campo democrático a los ciudadanos que sienten que la democracia no solo no soluciona sus problemas, sino que les genera otros que no tenía. Decía Sánchez que en esa disyuntiva se encuentra España. O la democracia proporciona seguridad o la inseguridad acabará con la democracia.
Cuando se dice que la inseguridad puede acabar con la democracia, se entiende que la ciudadanía puede buscar refugio en opciones de extrema derecha sin tener en cuenta sus consecuencias. La inseguridad que puede sentir la ciudadanía no solo está relacionada con la justicia social y la desigualdad económica. La percepción de inseguridad la pueden transmitir también discursos como los de los socios nacionalistas periféricos de Sánchez, que han utilizado la investidura para poner en duda la reputación del presidente al que apoyan, transmitir que es una persona de cuya palabra dudan y dejar claro que no tienen ningún compromiso con su acción de gobierno más allá de lo acordado bilateralmente como partido.
En un escenario de fragilidad social alimentado por la fuerza de los recursos extraparlamentarios de la oposición concentrados en el Poder Judicial, el empresarial, los medios de comunicación y la presión social de la calle, este Gobierno minoritario necesitará construir una narrativa compartida con sus socios periféricos que dé seguridad a los ciudadanos y no refuerce el argumentario de la extrema derecha. No hace falta llegar a los abrazos, pero sí al respeto.
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