Artículo publicado en el blog Ekonomiaren Plaza de El Diario Vasco (12/12/2023)
En esta columna hemos escrito ya múltiples veces sobre la llamada servitización, o el desarrollo de un negocio de servicios por parte de empresas manufactureras. La servitización es un concepto que también se puede aproximar desde un ángulo geográfico, y entonces se le puede llamar “servitización territorial”. Este concepto entiende que un territorio, que cuenta con una base industrial, puede ver la llegada -o su propia industria puede estimular la creación- de un conjunto de proveedores de servicios intensivos en conocimiento en apoyo a las empresas (KIBS por sus siglas en inglés), que a su vez contribuyen a la servitización de las empresas industriales. Hay estudios que demuestran que cuanto más uso hacen las empresas industriales de estos KIBS, más crece la porción de su facturación que se basa en la prestación de servicios.
Dentro de Euskadi un caso paradigmático de una empresa “KIBS” es IDOM. Sin embargo, la gran mayoría de los KIBS no tienen ni el tamaño, ni el grado de internacionalización de IDOM. Al contrario, la mayoría es pequeña y se mueve en el mercado regional y nacional. Desde una perspectiva estadística, forman parte de los siguientes códigos CNAE:
62 programación, consultoría y otras actividades relacionadas con la informática
69 actividades jurídicas y de contabilidad
70 actividades relacionadas con la gestión de sedes centrales, así como actividades de consultoría de gestión empresarial
71 servicios técnicos de arquitectura e ingeniería, más ensayos y análisis técnicos
72 servicios de investigación y desarrollo
73 servicios de publicidad y estudios de mercado
74 otros servicios profesionales, científicos y técnicos dirigidos a las empresas
Dado que los servicios que estos KIBS brindan a la industria tienen muchas veces un carácter intangible y tácito, se supone que las relaciones KIBS-industria funcionan mejor sobre distancias cortas. Dadas estas condiciones, a primera vista, el País Vasco ofrece buenas condiciones para que haya una simbiosis entre su tejido industrial y los proveedores de servicios intensivos en conocimiento en apoyo a las empresas. Es decir: el porcentaje de las personas activas laboralmente en Euskadi y que trabajan en KIBS supera la media de la UE-15 (frente a la media europea que está en 100, Euskadi marca un 117). Lo mismo ocurre con el peso que la industria manufacturera representa en el PIB vasco. Este peso está claramente por encima de la media europea (para la EU-15 se estima que ronda el 15%, mientras que en Euskadi llega por encima del 20%). Además, se observa un aumento en la proporción de facturación que las empresas manufactureras obtienen mediante la prestación de servicios. A lo largo de la ultima década, el peso de ingresos por servicios ha doblado entre las empresas manufactureras.
Por lo tanto, desde una perspectiva agregada las cosas pintan bien. Sin embargo, si miramos desde mas cerca e intentamos ver cómo de fácil o difícil es para que los KIBS y los fabricantes industriales se encuentren y cooperen, la foto cambia. Lo que entonces percibimos es que hay múltiples barreras para que se entablen y fluyan las relaciones entre ambos.
En primer lugar, hay costes o dificultades de búsqueda: ¿cómo encontrar el partner adecuado? Muchos KIBS son de bastante reciente creación y necesitan aún darse a conocer. Además: sus proposiciones al mercado no se dejan describir tan sencillamente como ocurre con el producto de un fabricante. Incluso sus páginas webs, aunque tengan contenido audiovisual, no suelen ser capaz de transmitir todo el valor que sus servicios pueden dar de sí. El carácter intangible y tácito de los KIBS, cuyo valor solo cobra vida en co-creacion con el cliente, hace que pueden surgir problemas a la hora de comercializarlos. Al mismo tiempo, el coste de búsqueda se explica porque las empresas industriales, cuando se lanzan -por ejemplo- al desarrollo de un negocio de servicios, muchas veces tampoco son capaz de articular sus objetivos y expectativas. Con lo cual, encontrar el partner adecuado y explicar lo que esperan de él también tiene su dificultad. Ante este problema, hay empresas industriales que deciden hacer las cosas por su cuenta (buscar soluciones in-house: “make instead of buy”) y no progresar en el camino de la servitización (ni en la cooperación con terceros que este camino puede suponer).
Todo este cocktail puede dar lugar, incluso en un territorio compacto como el País Vasco que está bien equipado tanto de industria como de KIBS, a lo que se llama un “fallo de red”: hay demanda y hay oferta, pero ambas no se encuentran y/o no se acoplan tan fácilmente.
Un fallo de red es un motivo clásico para justificar la intervención pública, y es independiente de -y tiene un carácter más neutro que- los reclamos en favor de un voluntarismo o intervencionismo público o un estado emprendedor (cfr. Mazzucato) que parecen estar cada vez más de moda. Evidentemente, una posible solución para conseguir que la oferta y la demanda se encuentren puede ser un acompañamiento más activo por parte de intermediarios (públicos) y el diseño de programas públicos que fomentan la cooperación entre actores económicos que pueden vivir vidas paralelas. Sin embargo, no sería malo tampoco mirar si los propios KIBS pueden intensificar su labor de marketing y venta (o cómo se puede estimular esta parte de su negocio), y si las empresas industriales pueden mejorar su capacidad de búsqueda para encontrar a proveedores adecuados de servicios intensivos en conocimiento (ídem). Porque suponer que la intervención pública dé la solución definitiva, es atribuirle mucha responsabilidad (y poder).
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