Tendemos a marcarnos una lista de logros muy extensa. Tres ya son demasiados. Conviene fijarse en el mundo de la empresa
Artículo publicado en El Correo – edición impresa (04/01/2024)
Terminó un año. Llega el momento de hacer balance y fijar nuevos propósitos. Pero hagámoslo bien esta vez. ¿Por qué fallamos tanto? Son muchos los motivos. Pero si tengo que decantarme por alguno, lo hago por la falta de un diagnóstico previo sereno y realista. La emoción nos invade y el deseo se adueña de nosotros en estas entrañables fechas. Es decir, nos venimos arriba y las expectativas se alejan enormemente de la realidad. El psicólogo Jean Piaget acuñó el término ‘pensamiento mágico’ que ocurre en nuestra infancia. Hasta los siete años, el niño o niña no es capaz de separar lo que es real de lo que es ficticio. Cuídese de no caer ahora en ese pensamiento, por favor.
Para aumentar la dificultad, tendemos a fijarnos una lista de propósitos tremendamente extensa. Sí, tres propósitos son ya demasiados. Más aún cuando son genéricos. ¿Qué va a hacer para mejorar su salud, adelgazar, hacer deporte o comer más sano? Ya estamos, lo quiere todo. Además, seguro que no se ha fijado una meta medible y por tanto, como decía lord Kelvin, «lo que no se puede medir, no se puede mejorar».
El mundo de la empresa se fija propósitos anuales desde hace muchas décadas, y lo hace de manera exitosa. Lo llaman presupuestos. Se me ocurren muchos paralelismos que podríamos tomar como ejemplo para nuestros propósitos personales. Permítame citar cuatro. El primero de ellos, el diagnóstico previo. En la empresa, los presupuestos comienzan a elaborarse a finales del año anterior y se les dedica un tiempo importante. Se analiza lo que ha ocurrido dentro de la compañía el último año y cómo está el mercado externo. ¿Ha hecho usted ese mismo trabajo de manera racional en diciembre para sus objetivos personales? ¿Ha analizado la carga de trabajo que tiene y hasta qué punto realmente su tipo de vida le permitirá ir al gimnasio cuatro veces por semana? Si no lo ha hecho, aún está a tiempo; añada también el análisis de cuán perseverante o constante ha sido usted y en qué ha fallado en 2023.
El segundo aspecto es que las buenas empresas distinguen entre propósito -lo suelen llamar visión- y estrategia. El propósito es la cima de una gran cumbre a ascender, pero por debajo las empresas definen objetivos concretos y medibles (estrategia) para alcanzar ese propósito. Le sugiero por tanto que, más que pensar en el propósito de «en 2024 voy a adelgazar», baje un escalón más y por ejemplo defina «en 2024 no voy a comer pan ni postre». La diferencia es brutal. Es decir, en 2024, más que propósitos, fíjese objetivos; el cumplimiento del propósito será una consecuencia.
Entremos un poco más en la definición de estos objetivos y vayamos con el tercer punto que contemplan las empresas: definir pocos objetivos pero claros y medibles. Por favor, no cometa el error que comenté al comienzo, tenga expectativas bajas. Si en 2023 no fue al gimnasio, vaya ahora como máximo tres veces por semana, no cinco, es ya una mejora inmensa. Cambiar un solo hábito este año será un triunfo enorme. Piense en bajar un kilo en enero, no tres. Y además, para que los hábitos se conviertan en costumbres, todos los expertos coinciden en que debe haber un premio. En la empresa lo llaman bonus. En la vida privada, darse un lujo -por ejemplo, comerse un postre el sábado si ha ido tres veces al gimnasio o bajó un kilo en enero-. ¿Sabe por qué adquirió el hábito de limpiarse los dientes? Porque le agrega un sabor refrescante que nada aporta al proceso de la limpieza como tal.
Hay un cuarto y último aspecto fundamental que las empresas hacen con los presupuestos: hacerlos públicos y darles seguimiento. Cuando un compromiso se hace delante de terceros, la probabilidad de que se cumpla aumenta exponencialmente. No es lo mismo que usted se diga a sí mismo «voy a tratar de no tomar postre este año» que delante de todos diga seriamente «os comunico que a partir del día X hasta el día Y ya no comeré postre y, por favor, si me veis tentado, ayudadme a que no lo tome». Los departamentos de las empresas se reúnen públicamente una vez al mes para ver cómo van en el cumplimiento de sus objetivos delante del resto.
Visualícese, piense en el premio, se llame bonus, postre o tener mejor salud. Y tenga en cuenta que la palabra motivación está sobrevalorada. Es casi imposible estar siempre motivado. Por eso, agregue otra palabra para cuando no lo esté: disciplina. La constancia se logra con la suma de ambas. Una última sugerencia para disminuir su sufrimiento y frustración. Tenga en cuenta dos cosas que nos ocurren a todos los seres humanos sin excepción: somos seres frágiles y con vidas imperfectas. Por eso, la vida no va sobre no caer, sino sobre levantarse. Póngase metas conquistables y, como decía Henry Ford, «tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, tienes razón».
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