Entrevista publicada en El Correo – edición impresa (17/01/2024) | A. González Egaña.
Los profesores de la Universidad de Deusto Iñaki García Arrizabalaga y María Pilar Rodríguez presentan mañana en el convento Santa Teresa de San Sebastián su último proyecto de investigación académica ‘Encuentros restaurativos. Opinión de 40 mujeres desde el ámbito guipuzcoano’ (Ed Dykinson). Entre estas voces que rompen un muro de silencio y aportan ideas al debate social sobre los encuentros restaurativos, están víctimas como Barbara Dührkop, Consuelo Ordóñez, Ángela Rodríguez o Pili Zabala, periodistas como Teresa Flaño o Lourdes Pérez; la directora de Gogora, Aintzane Ezenarro, y académicas. García Arrizabalaga, hijo del delegado de Telefónica Juan Manuel García Cordero, asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas, remarca que es bueno que se conozcan los encuentros «porque hay lecciones que pueden beneficiar al conjunto de la sociedad».
-Mañana presentan en Donostia un libro en el que por primera vez 40 mujeres guipuzcoanas opinan sobre los encuentros restaurativos entre víctimas y exterroristas. ¿Cómo surge la idea?
-Es un proyecto de investigación académica. Es nuestra tercera obra colectiva sobre el tema. Habíamos trabajado antes sobre qué habían sentido las víctimas, su actitud a nivel íntimo o si creían que había algún impacto social en lo que habían hecho. Y nos faltaban por explorar dos áreas: la de los victimarios que han participado en los encuentros, que queda pendiente, y la de qué opina la sociedad.
-¿Por qué sólo mujeres?
-Aprovechando que dentro del grupo de investigación tenemos una línea de género y que uno de los hallazgos es que la opinión de las mujeres está mucho menos escuchada en la dimensión pública,
consideramos que un ejercicio de discriminación positiva era necesario.
-¿Hay algún testimonio que le haya llamado la atención?
-Nos hemos encontrado con personas que estando de acuerdo con la ética de los encuentros no lo estaban con la estética, que como estamos hablando de sentimientos muy personales, creen que deberían haber permanecido en esa intimidad en el ámbito estrictamente privado entre víctima y victimario. Hay otras que directamente están en contra de la ética de los encuentros. Dicen, «mira, ¿cuándo un asesino deja de serlo?», no creen que la parte victimaria vaya a un encuentro con ánimo de contrición, arrepentimiento… Y eso es lo que existe. No ha habido, sin embargo, voces críticas respecto a que esto resquebraja el mundo de los presos de ETA. No. Es bueno que se conozca todo esto porque hay lecciones que pueden beneficiar al conjunto de la sociedad.
-¿Cuáles son esas lecciones?
-Hay dos. Una muy importante, Que quien ha practicado la violencia, reconoce ante una víctima el daño causado, la injusticia que supuso, se arrepiente de ello y deslegitima lo que ha hecho en el pasado, para mí es un ejemplo vivo y el mayor gesto deslegitimador. Otro aprendizaje es que las personas merecen una segunda oportunidad, sea cual sea el delito, si se arrepienten de ello.
-¿Cuál es, según este estudio, la consecuencia principal para la convivencia?
-Que dos personas que teóricamente debían estar enfrentadas hayan sido capaces de reconocerse mutuamente, uno arrepentido de su pasado y la otra desde la magnanimidad, es una interpelación directa a la sociedad vasca. Las víctimas y victimarios que han participado han ido muy por delante de lo que va el conjunto de la sociedad. Veo mucho grupo aislado, desconectado, se están rompiendo y dinamitando puentes de diálogo, cuando lo que han supuesto los encuentros ha sido justamente lo contrario, creación de puentes.
-¿A qué se refiere?
-A que no significa equiparación. Todas las víctimas que han participado tienen muy claro qué papel han representado y dónde estaba el victimario. Que haya encuentros restaurativos no significa que la Justicia ordinaria deje de actuar.
-Usted protagonizó el primer encuentro restaurativo en 2011. ¿Qué le llevó a dar ese paso?
-Me tocó y yo no sabía que era el primero. No tenía ni idea, esto se llevaba con una discreción absoluta. A un grupo de víctimas se nos presentó el tema de los encuentros en las Navidades de 2010, en una reunión en SS. Yo fui de las que dijo: ‘Déjame un tiempo para que me lo piense’. Después de dos o tres semanas dije que adelante. En el caso del asesinato de mi padre, no ha habido justicia formal y dije: ‘Voy a intentar esto’.
-¿Buscaba respuestas que la Justicia no le había dado?
-Así es. Mantuve cuatro o cinco reuniones con la mediadora Esther Pascual muy largas y muy duras. Me preguntaba ‘¿qué opinas de la pena de muerte, de las segundas oportunidades, de la reinserción, de la Justicia, si tuvieras una pistola qué harías…’. En un momento me dijo que estaba preparado y que me iba a reunir con el preso Fernando de Luis Astarloa. Tenía delitos de sangre y ahí fui conscien
te: ‘Dios mío que me voy a reunir con una persona que ha asesinado a otras’. Supuso un aterrizaje de realismo muy importante. Había dado mi palabra y allí me fui el 25 de mayo de 2011.
-¿Cómo fue?
-Hablamos de todo. Yo llegué primero, nos saludamos y empecé a contarle con pelos y señales cómo se había quedado mi familia, mi madre y cada una de mis hermanas tras el asesinato de mi padre, los problemas económicos, de asistencia psicológica, todas las penurias, y sus primeras palabras fueron: ‘Qué fuerte. No tenía ni idea’. Él me contó su trayectoria y me dijo que hasta que no estuvo en la cárcel con 24 horas al día para pensar, no se dio cuenta de lo que había hecho.
-¿Le pidió perdón?
-Al final de la entrevista me dijo ‘Iñaki yo no soy militante de la organización que ha asesinado a tu padre, somos primos hermanos, pero asumo todo lo que la organización ha hecho. Por todo el daño que hemos causado a tu familia por todo lo que habéis vivido, yo quiero pedirte perdón’. Aquello me impactó. Casi 32 años después alguien de ese mundo, nos pedía perdón… Vi una persona muy arrepentida de su pasado.
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