Artículo publicado en el suplemento de El Diario Vasco – edición impresa (22/01/2024)
La Tamborrada es mucho más que una fiesta o una tradición. Es un sentimiento que está profundamente arraigado en nuestro corazón donostiarra. La iniciación comienza en el colegio, donde en mi caso bajo la atenta mirada del mítico Monsieur Gabarren, toqué varios años hasta que los pantalones del uniforme se quedaron un palmo por encima del tobillo. Posteriormente vinieron las tamborradas, más o menos informales, con la cuadrilla y después, ya más serenos, los años a la espera de un puesto fijo saliendo de lo que fuera (gastador, barril, tambor) y deseando poder sustituir a alguien. El momento glorioso llega cuando consigues una plaza fija en una sociedad y puedes tocar el tambor, a veces bajo el sol o aguantando la lluvia en sitios tan desolados como el parque de Zubimusu a las 2 de la madrugada o entrañables de la Parte Vieja, como la plaza de la Consti, la basílica de Santa María del Coro y la Plaza Sarriegi donde se enfrentan los tambores y barriles y retumban los sonidos de una manera ‘artística’. Durante mis numerosos años viajando por el mundo siempre logré bloquear el 20 de enero y estar en Donostia fiel a la cita con mis dos sociedades (Zubi Gain y Zubi Musu). Enseñando fotos y videos, explicaba por qué era tan importante para mí venir a vestirme de soldado francés del siglo XIX, salir a la calle junto con toda una ciudad vestida de cocineros y aguadoras (extraña mezcla militar/culinaria difícil de entender) tocando el tambor durante 24 horas por toda la ciudad.
La Tamborrada es una fiesta de personas, de sentimientos, de emociones. Cada sociedad tiene sus peculiaridades y estilos, pero todas comparten el mismo espíritu y ganas de disfrutar. Cuando lo cuentas por el mundo y ven tu pasión entienden que debe ser algo muy especial, te envidian y te dicen que vendrán a Donostia a ser parte de esa experiencia en una ciudad donde por un día el himno de Sarriegi consigue que toda la gente, más allá de otras consideraciones, sintamos lo mismo: «Orgullo de ser Donostiarras».
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