Artículo publicado en Noticias de Gipuzkoa (21/02/2024)
Hace unos días en el Teleberri hablaron acerca de las prioridades de los estudiantes universitarios. Concretamente, estaban interesados en conocer si preferían ser autónomos o trabajadores por cuenta ajena. La gran mayoría de las personas entrevistadas argumentaron que preferían optar por una vía de desarrollo profesional por cuenta ajena, ya que ello, (1) les transmitía una mayor sensación de seguridad económica; (2) el horario es fijo, mientras que en un trabajo como autónomo no hay límite a las horas que hay que meter; (3) hay una gran sensación de miedo al fracaso en el caso de optar por montar un negocio propio; y (4) trabajar por cuenta ajena te permite desvincularte emocionalmente del trabajo, transmitiendo una mayor serenidad y un mayor bienestar emocional.
A pesar de que el estudio realizado por EITB no consideraba, de manera explícita, la posibilidad de emprender y/o de innovar en la carrera profesional, teniendo en cuenta las respuestas de las personas participantes, esta opción estaba implícita en la respuesta de trabajar como autónomo. La primera reflexión que me vino al escuchar las respuestas que se ofrecieron, es que, de manera general, seguimos desconociendo lo que son la innovación y el emprendimiento.
Innovar y emprender no va (necesariamente) de crear una empresa. La innovación y el emprendimiento son actividades horizontales que tocan a todas las áreas de una organización (logística, finanzas, contabilidad, marketing, estrategia, comunicación, seguridad de datos, formación, etc.). Y digo organización, porque se puede, y de hecho se debe, innovar en cualquier tipo de entidad (por ejemplo, administraciones públicas, universidades, ONGs), y no sólo en contextos empresariales.
Por lo tanto, debemos desmitificar el hecho que sólo se pueda innovar/emprender trabajando como autónomo. Si atendiéramos exclusivamente a esta perspectiva, la innovación y el emprendimiento serían un auténtico fiasco, ya que, por ejemplo, en España, más del 90% de las empresas que se crean no llegan a los tres años de supervivencia. Estos ratios son muy parecidos entre países, como demuestra, de manera incesante, el Global Entrepreneurship Monitor a escala internacional.
Para mí, las personas innovadoras/emprendedoras son los médicos de las organizaciones, porque son capaces de identificar problemas, experimentar para desarrollar nuevas soluciones o alternativas, testarlas y validarlas, para seguir identificando más problemas y seguir experimentando y testando. Este proceso constante de diagnóstico, prueba, fracaso, y de volver a probar requiere de una gran capacidad de observación (para identificar las áreas de mejora y las oportunidades) y de trabajo en red (para desarrollar y mejorar las soluciones creadas y testarlas en contextos reales). Cuantas más veces hagas el proceso, mejores preguntas te harás, y la innovación va de hacerse preguntas.
Al igual que para ser un profesional (de cualquier tipo de trabajo) es necesario formarse e ir creciendo a partir de la experiencia, para llegar a innovar y emprender de forma eficaz, y no quedarse en el camino, también es necesario formarse. Sin embargo, una de las características de formase para innovar es que éste va a ser un proceso incómodo. Si queremos hacer cosas distintas, lo primero que debemos cambiar es la manera en la que interpretamos la realidad, salirnos de lo habitual y ver oportunidades donde otras personas ven problemas e imposibles. Cuando se dice que las personas innovadoras piensan out of the box generalmente se obvia la incomodidad que conlleva en el día a día de estas personas pensar y actuar de esta manera. Y saber lidiar con estas incomodidades también requiere de formación.
Innovar implica conocer, en detalle, las barreras internas que tienen las personas para aceptar el cambio, y las barreras externas que existen en los mercados para la adopción de innovaciones. Innovar implica profundizar, pero para saber dónde se puede profundizar (porque hay hueco para innovar) hay que conocer muy bien el terreno en el que nos estamos moviendo. Y es muy difícil conocer, con un elevado nivel de profundidad, un sector y las barreras internas y externas que existen en el mismo, cuando una persona está recién graduada de la universidad. La formación universitaria inculca una serie de conocimientos (como si fueran ladrillos), pero para hacer un edificio innovador, además de ladrillos, también hace falta cemento, y eso cemento sólo lo da la experiencia, el probar, fallar, volver a intentarlo y volver a fallar. Del mismo modo que un buen proyecto de innovación requiere de tiempo para que cuaje, el desarrollo de una mentalidad innovadora también requiere tiempo para cuajar.
En la Universidad de Deusto llevamos más de 20 años formando en innovación y emprendimiento, y los datos que tenemos de nuestros antiguos estudiantes no coinciden para nada con las estadísticas ofrecidas arriba, cuando afirmaba que más del 90% de las empresas que se crean no llegan a los tres años de supervivencia. Y no coinciden porque cuando nuestros estudiantes salen al mercado laboral, raramente (siempre hay excepciones) lo hacen con una empresa de nueva creación. Para nosotros, lo primordial es que las personas recién graduadas accedan a espacios y a redes en los que la innovación está en el aire, para que esos entornos les permitan impregnarse de ese aire innovador, de esa manera de pensar y actuar de manera distinta, y así, ir generando ese cemento en el que se pueda incrustar lo aprendido en la universidad.
La experiencia nos dice que son muy pocas las personas que habiendo pasado por nuestro programa de innovación y emprendimiento emprenden un negocio que se sostenga en el tiempo, pero que son la gran mayoría las que innovan en los negocios en los que están empleados, transformando la organización y llevándola a nuevos horizontes. Ese proceso de crecimiento y ese impacto, personal y organizacional, es el que buscamos. Y en ese proceso, la ratio de éxito es de más del 90%.
Queremos generar proyectos infinitos. Infinitos porque queremos llevar a nuestros estudiantes a liderar procesos de cambio, y porque en ese camino ellos generarán nuevas redes que a su vez les llevarán a generar nuevas ideas, que requerirán de nuevas redes, que les permitirán identificar nuevas oportunidades, y a generar nuevas redes… La innovación es un proceso colectivo, por eso es tan importante generar redes (de personas, de conocimientos, de tecnologías, de financiación). Estas personas, conocimientos, tecnologías, financiación, etc., están ahí, pero tenemos que encontrarlos, porque las conexiones que perduran en el tiempo no ocurren por defecto, sino que hay que construirlas y cultivarlas.¿Quieres ser parte del proceso?
Jon Mikel Zabala-Iturriagagoitia es profesor titular en el Departamento de Economía de la Universidad de Deusto en Donostia, y es el coordinador del Programa de Innovación y Emprendimiento de laUniversidad de Deusto en el campus de Donostia. Es miembro del Grupo de Trabajo sobre Principios de Políticas de Innovación de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas, de la Fundación COTEC para la innovación, y del Consejo Asesor de Ciencia, Tecnología e Innovación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Puedes seguirle en X (antes Twitter): @jonmizabala
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