Artículo publicado en El Correo (08/04/2024)
Si en las próximas elecciones vascas votara un 70% del electorado podría ser un fracaso de la democracia representativa. Y si vota un 55% podría ser un éxito. Esos números no nos dan ninguna información sobre la representación de los diferentes intereses que conviven en la sociedad vasca. Donde habría que mirar es dentro de las urnas por si algunos sectores, grupos o comunidades han ido a votar menos que otros provocando un problema de representatividad en nuestras instituciones democráticas. Otros que no tienen que ver con tus intereses y prioridades podrían estar decidiendo por ti.
En cualquier tipo de elección, incluidas las vascas, los más pobres están infrarrepresentados en las instituciones. Si tu código postal está en una barriada de las de renta más baja de tu ciudad es probable que no vayas a votar en las próximas elecciones. Las personas más vulnerables de nuestra sociedad nunca fueron prioritarias en las estrategias electorales de los partidos y tampoco les ha llevado a las urnas la última ola que protagoniza la oferta de EH Bildu en este ciclo electoral.
Pero la asimetría más característica de las elecciones vascas y que provoca más infrarrepresentación por su peso en la sociedad es la relacionada con la identidad o el sentimiento nacionalista vasco. Tradicionalmente hay unos electores que consideran de segundo orden estos comicios y deciden no votar. El Partido Socialista de Euskadi que ganó holgadamente las elecciones generales de hace menos de un año sabe que se le van a ir muchos votantes a la abstención en estas elecciones si no es capaz de romper con una inercia histórica acumulada que provoca un sobredimensionamiento de la representación nacionalista vasca en el Parlamento.
La novedad de estas elecciones es que se ha generado una nueva asimetría que afecta a los votantes del PNV. La abstención se ha convertido en un cómodo refugio para los votantes que ha ido perdiendo desde las elecciones autonómicas de 2020 y que no han vuelto a pisar las urnas ni en las elecciones municipales, ni en las forales ni en las generales del último año. Si lo que buscan es mostrar su desacuerdo con su partido sin riesgo a perder el poder, se pueden encontrar con un Parlamento que no represente el espacio que ocupan en la sociedad.
Por último, EH Bildu tiene miedo a la movilización del miedo a sus fantasmas. Puede estar perdiendo una oportunidad de generar la clásica movilización que se produce en las campañas hacia el que brilla. Todos deberían tener incentivos para que la participación al final estuviera más cerca del 65 que del 60%. Y también motivos para no saber interpretar esa posible subida de participación, que no pronostica ninguna encuesta, antes de abrir las urnas.
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