Artículo publicado en El Correo (11/04/2024)
Dos han sido los factores principales que han incidido en la campaña
vasca estos días. Un hecho triste y un acontecimiento de masas. El primero ha sido el fallecimiento del lehendakari José Antonio Ardanza. Nuestro presidente más longevo (1985-1999) y artífice de dos sólidas herramientas empleadas frente al terror que atentaba contra el pluralismo: gobierno de coalición con diferentes y el Pacto de Ajuria Enea.
Respecto del segundo, qué decir. La victoria del Athletic, consiguiendo la tan ansiada Copa del Rey ha dejado la campaña en ‘stand by’. He visto a más de un candidato o candidata titubear sobre la conveniencia de felicitar a los de Valverde en territorio alavés o guipuzcoano, aunque finalmente todos lo han hecho, conscientes de que esta victoria lo ha sido del fútbol vasco, convirtiéndose así en un elemento ritual más de cohesión social y creación de identidad.
Nadie escapa al paso de la gabarra y a la celebración, y por ello pocos han visto el primer debate electoral o han leído que Imanol Pradales promete ‘curar’ a Osakidetza; ni que Pello Otxandiano, como el Athletic, afirma estar en disposición de llevarse la Copa de lehendakari; o que Eneko Andueza ofrece al PSE-EE como dique de contención frente a EH Bildu con el que no gobernará jamás de los jamases; tampoco que Javier de Andrés apueste por construir pisos o fomentar el alquiler «sin poner trabas»; ni siquiera saben que Alba García apuesta por que los números no le den al PNV para gobernar o que Miren Gorrotxategi afirme que nunca va a apoyar a un lehendakari del PNV por neoliberal y de derechas.
Dice mi estimado Daniel Innerarity que las actuales grandes corrientes políticas no están solas, todas caminan con un competidor y acompañante incómodo. Son las «carabinas políticas». La derecha del PP tiene a Vox. El socialismo a Podemos o Sumar y el PNV, en clave nacionalista, siente el aliento de EH Bildu (como también dice, con acierto Innerarity, una carabina afortunadamente hoy descargada).
Creo que muchas de las actuaciones de estos días tienen más que ver con el posicionamiento frente a las respectivas ‘carabinas’ que con el programa electoral propiamente dicho.
Lo realmente cierto es que la campaña que llega ya a su ecuador tiene lugar en un País Vasco muy distinto de aquel que inició su andadura democrática en 1979 con el Estatuto de Gernika. La sociedad vasca hoy tiene referentes, de esfuerzo, trabajo y éxito, como los hermanos Iñaki y Nico Williams, y eso nos habla de una tierra heterogénea, que no puede contemplarse como lo hacía quien pronunciara el Juramento de Larrazábal en 1893. Yo, si fuera el alcalde de Bilbao, estaría pensando ya en cambiar la Avenida de Sabino Arana por Avenida de los hermanos Williams. En la Euskadi actual concitaría mayor consenso.
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