Artículo publicado en El Correo (15/04/2024)
No sería una sorpresa que EH Bildu ganase las próximas elecciones autonómicas en votos y en escaños. Tampoco sería una sorpresa que Vox, Podemos o Sumar consiguieran representación en el Parlamento vasco. Que el PNV y el PSE perdieran la mayoría absoluta tampoco se saldría de lo esperable si la información sobre el futuro la recogemos de todas las encuestas que se han publicado hasta ahora. Si la izquierda abertzale gana en Álava o el Partido Popular aumenta su representación parlamentaria o si el Partido Socialista pierde algún diputado, también está dentro de los escenarios posibles que dibujan las tendencias recogidas hasta ahora.
Llamamos sorpresas electorales a los resultados que no estaban recogidos en ningún radar demoscópico relevante. Por ejemplo, sería una sorpresa que el PNV consiguiera en la última semana que volvie
ran a las urnas los votantes que ha ido dejando en la abultada bolsa de la abstención. También sería una sorpresa que el pequeño efecto de caballo ganador que justifica el aumento de la inclinación de la tendencia ascendente de EH Bildu en las últimas semanas se multiplicara en estos días y llevara a la izquierda abertzale a disputar Bizkaia. Y también sería una sorpresa que el Partido Socialista consiguiera encontrar la manera de arrastrar a las urnas a sus votantes que han desconectado del primer duelo democrático entre los dos partidos nacionalistas vascos.
No recuerdo una campaña electoral donde los temas que más preocupan a los ciudadanos hayan estado más presentes y donde hubiera sólo una fuerza política hipermovilizada. Todos los votantes de EH Bildu llevan haciendo cola para votar a su partido en cualquier proceso electoral desde 2020. Al salir de casa cogen las llaves, el teléfono móvil y la papeleta electoral por si acaso. Y es la primera vez que en unas elecciones vascas los votantes del PNV se parecen tanto en su desgana y en su desconexión hacia las urnas a los partidos de ámbito estatal, dibujando un escenario de derrota por incomparecencia.
Lo que se visibiliza en las encuestas se parece más a una gran abstención que a una indecisión, por mucho que sea más emocionante hablar de indecisos. Ya no sería una sorpresa que fuera a las urnas menos del 58% del electorado. ¿Y si la gran sorpresa inesperada de estas elecciones fuera la participación? ¿Y si al final la ciudadanía vasca vota a lo bajini por encima del 65%? Sería lo esperable en unas elecciones competitivas, en las que hay una alternativa viable y en las que hay muchos partidos dónde elegir con opciones de influir. Pero las encuestas no dicen eso. Si pasa, sería un sorpresón.
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