Artículo publicado en El Correo (17/04/2024)
Koldo es de Bilbao. Nació aquí, estudió aquí y vivió aquí hasta que nuestra historia más negra y reciente le golpeó con fiereza y le obligó a extrañarse. Su aita, José San Martín Bretón, guardia civil destinado en el cuartel de Algorta, fue asesinado por ETA en 1992. La infancia de Koldo no fue fácil, ser hijo de un miembro de las fuerzas de seguridad le supuso el desprecio y rechazo de muchos compañeros. Para romper con el estigma, y también para proteger a su padre, Koldo nunca decía dónde trabajaba. Así se pasó sus años de infancia y adolescencia, ocultando la profesión de su progenitor. Como él mismo me relató, inventaba profesiones para su padre. Unas veces decía que era carpintero, otras que era bombero, otras administrativo, también que trabajaba fuera de Bilbao de pescador, o de comerciante, viajante o funcionario. El asesinato del padre, como tantas veces ocurrió, sumió a la familia bajo un oscuro manto de tristeza. Koldo es fundamentalmente un hombre bueno, al volver del servicio militar, ‘la mili’, Koldo decidió que el mejor homenaje que podía ofrecer a su aita era ingresar en su mismo cuerpo. Hoy es guardia civil.
La campaña electoral vasca, entre anodina y decaída, afronta ya su recta final. Y lo hace con varias encuestas que anuncian todavía espadas en alto, una pugna nunca antes vista dentro del propio nacionalismo vasco y con el importante valor que se otorga al voto de los indecisos. A día de hoy no puedo aventurar qué fuerza política será la ganadora, quién será el lehendakari o que posibles pactos puedan tener lugar tras el 21 de abril. Creo que la actual coalición de gobier no es la opción más probable, pero la experiencia me impide echar las campanas al vuelo. Ya saben, yo como santo Tomás, hasta que no lo vea no lo creeré. Que últimamente nuestros representantes políticos nos tienen acostumbrados a ir de la mano de socios a los que hace tan sólo unos pocos años ni siquiera hubieran contemplado. Así las cosas, hoy en abril de 2024, puedo imaginar cualquier posibilidad, alguna ciertamente inquietante, pero sin duda factible. Dicen mis compañeras de la Universidad de Deusto Ángela Bermúdez e Izaskun Sáez de la Fuente en su libro ‘El pasado que somos. Acercamiento crítico a las memorias personales y colectivas’ que estamos contemplando una especie de «ablación de la memoria». Creo que es cierto, y esa mutilación ética que se impone puede determinar el fracaso de las fuerzas políticas que sufrieron el acoso pretérito y paradójicamente puede decidir el éxito de quienes lo propiciaron.
Con esta realidad, hoy no me atrevo a pedir a los distintos candidatos y candidatas que centren sus esfuerzos en la política económica, en el tema de la vivienda o en recuperar el prestigio de Osakidetza. Hoy desde estas líneas les pido que, sea quien sea el ganador de esta contienda electoral, trabajen para que en la sociedad vasca del futuro ningún joven deba ocultar la profesión de sus padres. Para que ninguno de nuestros vecinos deba inventar profesiones para su aita. Nunca más.
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