Artículo publicado en El Correo (29/04/2024)
En el mapa de los riesgos globales para los próximos años que amenazan nuestras vidas se ha situado la desinformación y la desaparición de la verdad como principal fuente de perturbación social, por encima incluso de riesgos pándemicos o medioambientales. La polarización social que provoca la desaparición de la verdad, la generación de noticias falsas y el uso masivo de información errónea a través de las redes
sociales puede socavar la legitimidad democrática de gobiernos recién elegidos. Esas mentiras cristalizan en una opinión pública de trincheras. Los informes globales prospectivos nos advierten de que los disturbios resultantes podrían desembocar en protestas violentas, crímenes de odio, confrontación civil o terrorismo. Los mismos informes de tendencias globales nos advierten del riesgo de que los gobiernos se sientan legitimados para controlar la información y determinar qué es verdadero. Las libertades de internet, prensa y acceso a fuentes más amplias de información están ya en riesgo de declive en muchos países.
Lo que está ocurriendo en España es más importante que la figura o la personalidad de Pedro Sánchez. Cuando escribo estas líneas, el presidente todavía no ha anunciado si dimitirá, pero sea cual sea su decisión el problema de fondo continuará ahí. La energía de las mentiras en diarios digitales descontrolados al servicio de la deslegitimación del Gobierno minoritario ha sido recogida de forma irresponsable por los partidos de la oposición, que no han dudado en apoyar sus discursos parlamentarios en la campaña de bulos, falsedades y acoso contra los miembros y socios de los dos últimos ejecutivos de coalición, incluido el presidente del Gobierno.
La defensa de la democracia basada en un hiperliderazgo populista como la escenificación socialista del fin de semana no es buena idea. Saltarse la representación para estar directamente con el pueblo, cuando el pueblo no existe, contribuye al desprestigio de las instituciones y su función de canalizar los distintos intereses existentes en la sociedad.
La narrativa de guerra, los discursos épicos y emocionales cargados de ideología y partidismo no ayudarán a recuperar la convivencia con el 45% de la ciudadanía de España que votó a la oposición en las últimas elecciones. Un presidente o un lehendakari en una democracia representativa tiene que tenerla aspiración de ser un presidente o un lehendakari de toda la ciudadanía, no solo de los que le han votado a él o a sus socios de gobierno. Es muy importante que los votantes de los partidos que han perdido el poder no se sientan insultados si se quiere coser la convivencia de una sociedad rota que no necesita más tensión. Incendiar con tu verdad también puede generar problemas de convivencia.
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