Un dirigente debe centrarse en transmitir un propósito y en crear confianza en el entorno
Artículo publicado en El Correo (28/04/2024)
El liderazgo que usted ejerce con sus hijos en casa no es el mismo que desempeñaron sus padres con usted. Por ejemplo, es probable que usted sea más dialogante de lo que lo fueron con usted. Los tiempos han cambiado. Por esa misma regla, tampoco el liderazgo que requeríamos cuando Iñigo Urkullu llegó al poder en 2012 probablemente sea el que ahora necesitamos.
A nuevos tiempos, nuevas respuestas. Y parece que el PNV se ha dado cuenta de ello, al menos parcialmente (aún queda por renovar todo su órgano de decisión). Imanol Pradales tiene por delante un tremendo desafío si realmente quiere ser el impulsor de una nueva Euskadi. Por un lado, el tradicional EBB le cortará las alas si quiere innovar en exceso. Y, por otro, le toca desarrollar un nuevo rol: dirigir adecuadamente los designios del territorio -evitando de paso el temido ‘sorpasso’ de la izquierda abertzale dentro de cuatro años-.
La renovación del EBB no está en su mano, pero ejercer un buen liderazgo sí. Y hay muchas teorías sobre lo que es el buen ejercicio del liderazgo. Sin embargo, la mayoría de los grandes gurús en la materia coinciden en que, aunque son muchas las tareas a realizar, para hacerlo bien, tras un buen diagnóstico, lo primero en lo que debe centrarse el líder es en transmitir un ‘propósito’ y crear ‘confianza’ en el entorno.
Pero ¿por qué es tan importante definir un propósito? Básicamente, porque cuando uno/a llega al poder por primera vez, ya sea de un Gobierno o a dirigir un área de su empresa, lo que se genera a su alrededor es incertidumbre. ¿Valdrá para esto?, ¿estará preparado?, ¿entenderá bien cuál es su trabajo?, ¿contará con nosotros?… Son algunas de las preguntas que surgen en ese momento.
La pena es que ninguna de ellas tiene respuesta, ya que el movimiento se demuestra andando. Nadie sabe hoy a ciencia cierta si Pradales será un buen lehendakari o no. Pero hay una manera de rebajar esa tan temida ansiedad que genera la incertidumbre: dejar clara la cumbre que uno quiere ascender. Lo hizo Roosevelt con el ‘New Deal’ (el nuevo acuerdo para incrementar el consumo y la inversión tras la crisis estadounidense del 29) o Trump con su ‘America First’. No le estoy preguntando si le gusta o no su idea, sino si está clara su intención. Y en ambos casos lo dejaron claro desde el inicio; es decir, disminuyeron la ansiedad en su entorno.
La labor de un líder es, primero, proporcionar dirección y, acto seguido, movilizarnos para recorrer ese camino. El propósito, por tanto, nos da esa necesaria dirección. No es un eslogan bonito, sino un mantra que debe repetirse hasta la saciedad para que las partes implicadas tengan claro hacia dónde quiere ir el líder. Pocos políticos dejan claro este mensaje, la mayoría prefiere jugar a la ambigüedad y aproximarse al árbol que más cobija en cada momento.
¿Y cómo movilizar a la población para caminar hacia esa cumbre? Pues esta segunda parte es más complicada aún. Especialmente en un ámbito como la política, donde el desinterés de la población campa a sus anchas. Casi la mitad de los ciudadanos ni siquiera acude a las urnas cuando toca. En cualquier caso, para movilizar hacia el propósito son muchas las acciones que se deben emprender, pero la mayoría de los expertos en liderazgo recomiendan comenzar por la generación de ‘confianza’. Misión casi imposible cuando hablamos de la desprestigiada profesión política.
Cuando en mis clases pregunto qué es la confianza, los participantes suelen quedarse pensativos. La confianza es ceder el poder a un tercero pensando que te llevará a un buen término. Es como reaccionamos cuando subimos al taxi del aeropuerto internacional de una nueva capital y el taxista nos pregunta si nos lleva por la ruta A o la B. Según si nos genera confianza o no, le contestaremos ‘por donde usted crea que llegamos antes’ o con disimulo miramos Google maps y señalamos con firmeza la ruta que queremos. Es decir, hay dos conceptos intrínsecos a la generación de confianza: ‘delegación’ porque cedemos la tarea a un tercero y ‘vulnerabilidad’ porque si no la desarrolla bien puede causarme un gran daño.
Por tanto, si me lo permiten, tres son las acciones que, una vez analizada la situación, cualquier nuevo líder -obviamente, incluido un nuevo lehendakari- debe emprender con premura: uno, lograr que cale en la población su propósito mediante un sencillo pero ambicioso mensaje; dos, entender que además de resiliente debe mostrarse vulnerable; es decir, escuchar, porque es la única forma de empatizar con los mortales; y tres, delegar parte de las acciones.
Dicho de otra manera, definir muy bien el ‘qué’ quiero hacer (propósito) pero escuchar y dejarse aconsejar por su entorno en el ‘cómo’ hacerlo, logrando de esta manera su participación. Me encanta cómo lo decía Kennedy: «No pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tu país».
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