Los datos de empleo son una buena noticia en contraste con la oscura estructura que marcan nuestros genes y que nos arrastran a ser los últimos de la lista europea
Artículo publicado en El Correo (13/05/2024)
Es bueno contrastar periódicamente, y si se puede, a diario, en el marco de un buen rotativo, la situación económica del país. Es procedente leer las confidencias de ese grupo de personas que trabajan como costaleros de la veracidad cotidiana, oscura y fatigosa. Hoy atacamos, sin más, dos filones informativos. Dan para el barómetro de un CIS de corrillo, más cercano y sin ambages. Dan para lo autorizado en la longitud de una columna. Comenzando por la evolución de nuestro empleo.
O sea, una selección de nuestros datos más recientes. Por ejemplo, la Cámara de Comercio de España estima que el incremento del empleo será del 1,9% este año y del 1,7% en 2025, generándose cerca de 380.000 empleos en 2024 y 350.000 el próximo año, lo que situará nuestra tasa de paro en el 11,3% y el 10,9%, respectivamente. Una buena noticia en contraste con la oscura estructura que marcan nuestros genes y que nos arrastran a ser los últimos de la lista del empleo europeo.
En un tono más cercano, relataremos el tono positivo del mercado laboral que ha continuado en abril de 2024. El mercado laboral español ha marcado el récord de todos los tiempos en abril. Por primera vez, la afiliación alcanzó los 21,1 millones de personas, con un crecimiento medio bruto de casi 200.000 empleos. El número de cotizantes con contrato indefinido creció un 0,4% mensual encadenando ocho meses al alza. Como el de temporales subió en una proporción similar (0,3% mensual), la tasa de temporalidad se mantuvo estable en el 14,4%. El número de parados bajó en 60.500, reducción que coincidió con la del número de buscadores de empleo, destacando la magnitud de la caída en el sector servicios (-26.000), el doble que en el mes de marzo.
Cambiando de tema y refiriéndonos al crecimiento económico, variable en la que también destacamos en Europa en la actualidad, un reciente informe de la OCDE (‘Economic Policy Papers, No. 33’), señala que la economía española retrocederá diez posiciones en la clasificación mundial de países por PIB per cápita, pasando desde el lugar 23 de la actualidad al puesto 33 en 2060. De hecho, en los últimos veinte años España apenas ha generado valor para acrecentar su renta per cápita. En dicho informe, se señala que el citado indicador creció en el periodo 2007-2020 un 0,4% anual, muy por debajo de la media de la OCDE en el mismo periodo (1,2% por año 2007-2020) y también por debajo del de la Eurozona (0,6% por año 2007-2020).
Conviene recordar que el crecimiento de la renta per cápita está definido sobre todo por la intensidad de la productividad y en menor instancia por otros factores demográficos, como las horas trabajadas por ocupado o la tasa de empleo de los trabajadores en edad de trabajar. En cuanto a la demografía, España es uno de los países que salen peor parados en las estimaciones de la OCDE, debido a la notable pérdida de población activa que sufrirá en los próximos años como consecuencia del acceso a la jubilación de los babyboomers.
Lamentablemente el crecimiento de la productividad española cabe calificarse de famélico, dado que apenas si ha alcanzado una tasa del 0,1% acumulativo anual en el periodo comprendido entre 2007 y 2020. La OCDE califica como una larga década perdida para nuestra economía la comprendida entre esas fechas. Aun cuando el organismo multilateral se muestra algo más optimista respecto al futuro, con crecimientos del 0,4% anual en la presente década y del 0,9% anual entre 2030 y 2060, dichos incrementos no serían suficientes para hacer converger a la economía española ni con Estados Unidos ni con la Eurozona. Más bien, los pronósticos se trazan en sentido contrario.
De las causas de nuestra anémica productividad hemos escrito repetidas veces en estas mismas páginas y resultaría tedioso volver a recordarlas. Agregaremos, sin embargo, en esta ocasión, tres elementos menos conocidos que guardan alguna relación de causalidad con aquella variable. Nos referiremos a la exigua tasa de acumulación de nuestro capital, es decir nuestra baja inversión, a las consecuencias de la desigualdad en la renta y la riqueza y a la importancia de la calidad Institucional. Tiempo habrá para analizarlos.
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