Esperamos que se impongan la cordura y la política del día a día, aparcada durante demasiado tiempo por himnos y banderas
Artículo publicado en El Correo (14/05/2024)
Dice un refrán catalán que ‘Tenen els plaers de la vida bona entrada i mala eixida’. Ciertamente hay placeres que tienen buena entrada, pero mala salida. Y es lo que ocurre en esa tierra desde que los sentimientos identitarios, cuyo máximo exponente fue el ‘procés’, se colocaron por encima de la ciudadanía, del objetivo de procurar una sociedad inclusiva y mejorar la vida de sus habitantes mediante la gestión de la cosa pública. No seré yo quien deba decir si el señor Puigdemont es o no acreedor de una amnistía, ni si quienes pasaron por la cárcel (de forma coherente y valiente, por cierto) fueron injustamente tratados; lo que sí sé es que el proceso que culminó con los sucesos del 1 de octubre de 2017 fue muy grave, pues esa calificación tiene para mí todo un conjunto de medidas puestas en marcha durante meses para coaccionar e influir, con un propósito de exclusión social, a la mitad de su sociedad.
El 12-M del ‘caos de Rodalies’ ha pasado y las primeras lecturas son: clara victoria de Salvador Illa y refuerzo evidente de las políticas llevadas por el presidente Pedro Sánchez; escaso resultado de Carles Puigdemont, cuya celebración en Argelès se convirtió en ‘la noche triste’; varapalo importante a ERC; ascenso evidente del PP con un candidato que no parecía tener carisma como Alejandro Fernández; Vox se mantiene y ni desaparece ni crece, como apuntaban algunos analistas; descenso de Comuns-Sumar, que no ha podido frenar uno de los discursos más moderados de esta formación de la mano de Jessica Albiach; descenso de los anticapitalistas de la CUP, que retiene solo cuatro escaños; desaparición, reiteradamente anunciada, de Ciudadanos, después de ganar las elecciones en 2017; y, finalmente, sorpresa por los dos escaños para Silvia Orriols y su Aliança Catalana.
Los números son los que son, y los votos por correo podrían propiciar algún cambio, posiblemente sin mucha significación, pero el análisis se convierte en un complicado ejercicio, salvo para los que sean videntes o pitonisas, que los hay. Es claro que el éxito de Illa aúpa al PSC, avalado por la política del PSOE con respecto a la ‘pacificación de Cataluña’. Y se da una circunstancia para mí muy reseñable, el éxito de un hombre templado, pacífico, un filósofo amigo del argumento por encima de los insultos y de la pelea en redes sociales. El hecho de que Illa haya cosechado este triunfo es muy alentador, me hace creer de nuevo en la clase política (incluso observo en él una postura ética notablemente superior a la demostrada por algunos en su propio partido), pero también es cierto que su triunfo, más cuando él mismo ha anunciado su voluntad de presentarse a la investidura, genera un problema doble.
Uno: cómo conseguir las alianzas necesarias (contando con los votos decisivos de Sumar, pero cuando ERC se lo va a pensar y existe una gran división interna al respecto) para un tripartito. Dos: cómo evitar que las alianzas hagan quebrar la legislatura socialista en el Parlamento español. Bien por un Puigdemont que pidió ser president, que dijo que se iba pero que ahora parece quedarse y anuncia su candidatura; bien por la pérdida de los apoyos de ERC (cuya cercanía al Gobierno Sánchez ya era criticada en su seno, fundamentalmente en la persona de Gabriel Rufián), presionada por Junts y cuyo papel en ‘esa política genuinamente catalana’ les obligue a contentar a los más cafeteros de su partido.
Afirmaba el escritor Herman Hesse que para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible. Y todo podría ser en un escenario tan abierto a posibilidades, incluso a la repetición electoral, que beneficiaría claramente a Puigdemont. Realmente algunos acuerdos resultan hilarantes, pero ya hemos visto de todo. Porque a priori imposible parecería una coalición del PSC con Junts, que podría ser apoyada por ERC, incluso por la CUP, pero no por Sumar. Illa solo ha dicho que no pactaría con Vox y Aliança; por lo tanto, queda abierta esa posibilidad. Y si Junts, ERC, Comuns, la CUP y Aliança se unieran darían los números, pero resulta improbable. Podríamos pensar que imposible sería que el PP apoyara al PSC (recuerden, ocurrió en Euskadi) y menos que a ese acuerdo se sumaran Vox o Comuns. Lo dicho, se perciben más imposibilidades que posibilidades.
Comenzábamos hablando de la posibilidad de lo imposible en este panorama abierto en Cataluña, pero lo endiablado de la situación nos obliga a contemplar también la imposibilidad de lo posible. Espero que la cordura y el posibilismo, creo que marca definitoria del ‘seny’ en Cataluña, se impongan y, parafraseando a la gran filósofa María Zambrano, la sociedad catalana pase tanto de lo posible a lo real como de lo imposible a lo verdadero. Que ahí se encuentra la política del día a día, la de Rodalies, de la sequía, de la vivienda, de la sanidad¿ esa que lleva aparcada demasiado tiempo por himnos y banderas.
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