Artículo publicado en El Correo (17/06/2024)
Euskadi se han colocado 5 urnas. Y tres partidos diferentes han podido ganar unas elecciones. El PNV tres veces y PSE y EH Bildu, una cada uno. En ninguna de estas elecciones se ha visibilizado la confrontación de bloques que caracterizan los procesos electorales en España y buena parte de Europa. La ultraderecha y el populismo en Euskadi es residual y el liderazgo del Partido Popular vasco ha preferido jugar a otras cosas aunque no se lo valoren.
Si observamos el comportamiento de los principales actores vascos, ninguna de estas elecciones se caracterizaron por confrontar un bloque de izquierdas contra uno de derechas o un bloque soberanista contra uno unionista. La estrategia de PNV y PSE no ha escondido en ningún momento su apuesta por la estabilidad y el pacto entre diferentes y EH Bildu ha logrado convertirse en un partido atrapalotodo por mandar constantemente señales de ganas de pactar con el PNV o con el PSE.
Las elecciones vascas, las más importantes de todo este ciclo electoral en Euskadi, dieron como resultado una renovación de la confianza en los partidos que sostenían el Gobierno de coalición, PSE y PNV, que perdieron en conjunto dos escaños respecto a su última cita electoral y que cuentan entra los dos con 520.000 votantes frente a los 341.000 del principal partido de la oposición y única referencia como alternativa viable de Gobierno en Euskadi.
A EH Bildu le queda gestionar estoicamente su derrota y aceptar que no está bajo su control cambiarla ni puede, a día de hoy, generar nuevas alternativas de gobierno por su incapacidad de trazar alianzas ganadoras en el Parlamento vasco. Sería más realista construir una nueva estrategia que genere más potencial para hacer amigos con capacidad de sumar en el Parlamento mayorías ganadoras que agarrarse mentalmente a sumas de bloques artificiales, ya sean soberanistas o izquierdistas, que no responden ni al contexto sociológico que ha generado el mandato de las urnas ni al deseo de los partidos a los que la izquierda abertzale se agarra sin su consentimiento.
La realidad es que el protagonismo, la exigencia y la responsabilidad sobre las políticas de competencia autonómica recaerán en el nuevo Gobierno vasco y su lehendakari, Imanol Pradales, que tendrá que elegir entre generar un marco nuevo que ensanche su capacidad para atraer a la nueva energía del cambio que se ha generado en el último ciclo electoral o atornillarse a la estabilidad como insuperable argumento ganador dejando que la narrativa del continuismo se imponga. Tanto el PNV como el PSE tratarán de seguir con su competición virtuosa desde el Gobierno e intentarán volver a demostrar que en Euskadi las coaliciones entre diferentes son viables, suman más y polarizan menos que los bloques. En su mano está demostrar que son capaces de canalizar también la energía ciudadana creciente que apunta hacia el cambio.
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