Artículo publicado en El Correo (17/06/2024)
España perderá diez puestos de ranking en productividad para 2060, pasando de la posición 23 a la 33.
Llueve sobre mojado, pero ocurre, como en zonas de sequías pertinaces, que resulta aún insuficiente. Las calamidades producidas por la meteorología adversa producen fracturas graves y a veces irreversibles.
Algo similar sucede cuando recordamos los infortunios que afectan a la economía española. Cuanto se dice resulta insuficiente por adversas que sean las consecuencias. Y aunque no resulta sencillo establecer una jerarquía de nuestros fracasos o infelicidades, nuestra baja productividad ha escalado a la cima de nuestras lagunas y carencias. Nuestra productividad no solo es más baja que la de nuestros socios comerciales, sino que las diferencias se ahondan persistentemente sin visos de compostura a plazo cercano.
Como prefacio baste citar el análisis de José A. Herce sobre las fuentes del crecimiento del PIB entre 1965 y 2021. La descomposición entre la aportación del factor trabajo (cantidad de trabajadores), acumulación del capital (monto de la inversión) y productividad total registra una conclusión descorazonadora: en los últimos 40 años la contribución acumulativa anual de la productividad total de los factores ha sido de cero.
Lo anterior no significa que la economía española no haya crecido, no crezca -ahí está la previsión de mejora de nuestro PIB del 2,4% para 2024- y no vaya a seguir creciendo. Lo que destaca es que el crecimiento se debe a la adición sucesiva de factores de producción, capital y trabajo, al proceso productivo. No a incrementos de la productividad.
Nuestro análisis se basa en el PIB per cápita, que resulta un indicador aceptable de la productividad promedio de un área, comarca o país.
La evolución de nuestra productividad se cifra en un 0,5% acumulativo anual según la OCDE. Según cálculos propios sería negativo, del -0,32%- en los últimos 20 años, pero aceptemos las cifras citadas. La cuarta parte de los Estados Unidos, cuyo PIB por habitante ha crecido un 1,96% acumulativo anual. En Irlanda, extremo superior de la serie, el PIB por habitante ha crecido a una tasa acumulativa anual del 4,55%. Como consecuencia, el PIB por habitante en Irlanda era de 95.290 euros en 2022, que contrasta con los 35.832 euros de España.
Más aún: la OCDE estima que España perderá diez puestos de ranking en productividad para 2060, pasando de la posición 23 a la 33 tras ser adelantada por República Checa, Lituania, Polonia, Portugal, Eslovaquia, Hungría quedando a la altura de Rumanía, Estonia, Turquía, Letonia y Grecia,
No está de más hacer referencia a otro informe de la OCDE, -‘Reactivando el crecimiento compartido de la productividaden España’- en el que se ensalza al País Vasco como la comunidad autónoma con mayor tasa puntual de productividad por trabajador sobre el PIB, a precios constantes de 2015.
La noticia precisa una matización: los datos puntuales difieren de su evolución y crecimiento. Nos referiremos a la productividad entre 2002 -año de la adopción del euro- y 2022, en un cálculo de elaboración propia. Con los datos de población y PIB a precios corrientes facilitados por los portales de Gobierno vasco llegamos al resultado de que la tasa acumulativa media anual de progreso de la productividad en euros corrientes en Euskadi ha sido del 2,45%. Una vez deflactada por la tasa acumulativa de los precios, se reduce al 0,21% de tasa acumulativa anual real, un porcentaje pobre.
Eustat facilita la evolución de la productividad por persona empleada en Euskadi entre 2010 y 2022, indizada a la media de la UE de los 27 con valor 100. Los índices declinan desde 122,7 en 2010 a 117,7 en 2022, una disminución de 5 puntos porcentuales en el periodo.
¿Qué hacer para remediar nuestra mediocridad y activar la palanca del progreso futuro? La respuesta abarca un amplio repertorio ya citado aquí en repetidas ocasiones. Por destacar una, la eficiencia y cualificación del capital humano, entendido en sentido amplio como la mejora de sus conocimientos, habilidades y competencias. He ahí la piedra filosofal de la productividad. Luego vienen muchas más.
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