Artículo publicado en El Correo (19/08/2024)
Milton Friedman nació el 31 de julio de 1912 en Nueva York, en el seno de una familia de inmigrantes judíos. Desde su infancia mostró un profundo interés por la estadística y la historia económica, campos que más tarde definirían su carrera. Se graduó en la Universidad de Rutgers y posteriormente recaló en la de Chicago, obteniendo su doctorado en Columbia. En la Universidad de Chicago inició su trayectoria como docente, escritor y conferenciante, que le llevaría a convertirse en uno de los economistas más influyentes del siglo XX y en el líder de una reputada escuela liberal que lleva por nombre el de aquella universidad.
Trabajó como economista para varias agencias federales en Washington de 1935 a 1943. En 1947 fundó junto a 36 intelectuales, entre los que destacaban Friedrich Hayek, Ludwig Erhard, Ludwig Von Mises y Karl Popper, la influyente Sociedad Mont Pelerin ubicada en Montreux (Suiza) para preservar y difundir el ideario liberal. Activista del Partido Republicano, fue asesor económico de Richard Nixon, Ronald Reagan y George W. Bush, entre otros.
Pero fue su papel como profesor en la Universidad de Chicago el que cimentó su reputación. Su visión innovadora se traduce en el desarrollo de la teoría monetarista, modelo que alude a la variación de la oferta monetaria como la principal causa de las fluctuaciones económicas, paralela o alternativamente a la política fiscal, y que se traduciría con posterioridad en la célebre ecuación de Fisher: MV=PQ.
Su obra más conocida, ‘A Monetary History of the United States, 1867-1960’, escrita junto a Anna Schwartz, analiza el papel del dinero en la economía estadounidense y su incidencia en las crisis económicas. Otra de sus contribuciones significativas a la teoría económica fue su crítica a la famosa curva de Phillips, de la que alertó diez años antes de su nacimiento. La curva define una relación inversa entre inflación y desempleo. Friedman argumentó que esta correspondencia era solo temporal y que, a largo plazo, la inflación siempre conduciría a un incremento en la tasa natural de desempleo.
Igualmente relevante fue su replanteamiento de la función keynesiana de consumo, destacando que no es solo la renta disponible actual la que determina su magnitud, sino también la ‘renta permanente’ que incluye la riqueza actual o futura del sujeto, tanto de carácter financiero como en forma de atributos personales inmateriales.
Friedman fue un defensor ferviente de la libertad económica pero también de las libertades personales, porque la libertad es un concepto unívoco e indivisible. Sostenía que la participación del gobierno en la economía, aunque a menudo bien intencionada, producía más daño que beneficio.
A lo largo de su carrera, el sabio de Chicago recibió numerosos reconocimientos, incluyendo el Premio Nobel de Economía en 1976, concesión que suscitó un cúmulo de críticas en el seno de la profesión, que cuestionó frontalmente la aplicabilidad de sus teorías en la práctica.
Su asesoramiento a las administraciones de Reagan o Thatcher se tradujo en éxitos sonoros durante un aceptable lapso de tiempo. Sin embargo, las políticas librecambistas aplicadas a Chile bajo la dictadura de Augusto Pinochet fueron objeto de una crítica mordaz. Muchos argumentaron que las referidas medidas condujeron al país a la ruina económica y a una insoportable desigualdad social.
El legado de Friedman ha sido objeto de un enconado debate. Si bien muchos elogian su enfoque en la superación de las crisis económicas de finales del siglo XX, otros critican los efectos de la desregulación y el intervencionismo limitado, argumentando que han producido enormes conflictos sociales.
Milton Friedman falleció el 16 de noviembre de 2006, pero su impacto en la economía y en la política mundial sigue siendo significativo. Aunque controvertido, el teórico neoyorquino destaca como una figura central en la historia de la economía moderna. Su vida y obra no solo traducen su brillantez intelectual, sino también su íntimo compromiso con la libertad. Líder indiscutible de la Escuela de Chicago sigue siendo un referente para economistas y políticos de todo el mundo. No hay banco central en la actualidad que no vigile escrupulosamente y a diario la evolución de la oferta monetaria de su país. Es el legado más incontestable del americano.
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