Artículo publicado en El Correo (07/10/2024)
Los partidos caen peor que las instituciones representativas. En todas las encuestas la confianza en los partidos políticos es mucho más baja que la que se tiene en cualquier nivel de gobierno. La mala fama que arrastran los partidos está muy relacionada con que la ciudadanía no recuerda cuál es su utilidad. Y una de sus funciones tradicionales y originales, la de ayudar a la ciudadanía a tener una posición sobre los distintos dilemas que se van sucediendo en la esfera pública, se ha desvirtuado por su crisis de credibilidad cuando es más necesaria su ayuda para la comunidad. La Constitución sigue diciendo que los partidos concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular.
Este curso político podría abrirse una oportunidad en los procesos internos de los tres principales partidos vascos. En estos procesos no solo se van a cambiar o renovar los liderazgos, sino que se van a acordar las posiciones políticas que construyen la identidad de cada marca política y que ayudan a la sociedad, a través de sus votantes o posibles votantes, a fijar su posición sobre los temas que les preocupan y que construyen la agenda política. Quizás para los que no están afiliados a los partidos, la mayoría de la sociedad, esta parte será más importante que el reparto de poder interno que se establecerá en cada uno de los procesos.
Se acumulan muchos debates nuevos que afectan a nuestra vida cotidiana sobre los que nos falta información y tiempo para conocer todas las claves y los partidos nos pueden ayudar a fijar posiciones que no tenemos cristalizadas como sociedad. La transición energética y el impulso de las infraestructuras renovables precisa de un posicionamiento unívoco que represente a cada partido en todos los rincones del país. La agenda feminista es otro tema sobre el que la ciudadanía está bastante desorientada y precisa conocer los argumentos con los que se construye esta nueva identidad que todavía no es compartida. Debates como el del turismo también necesitan nuevos posicionamientos claros y compartidos por todos para que no caigamos en la turismofobia o degeneremos en un destino poco atractivo. Lo mismo ocurre con la vivienda; se necesitan, por ejemplo, nuevos argumentos que no alarmen a los pequeños propietarios. El modelo que se propone para gestionar las migraciones ya no se aguanta por emociones ideológicas independientemente del signo. Y lo mismo ocurre con la seguridad, se precisan nuevas narrativas en los que la ciudadanía se pueda reconocer renovando inercias del pasado.
A los tres partidos centrales del sistema político vasco les preocupa en mayor o menor medida la mejora de la solidaridad, la igualdad, la prosperidad y la seguridad para generar el virtuoso equilibrio de una democracia sostenible. Como no estamos en campaña electoral, los partidos tienen también la obligación no solo de buscar votos acercándose a las posiciones de la mayoría, sino que también pueden liderar y comprometerse con posiciones que no sean las más populares pero en las que creen. La sostenibilidad de la democracia no solo depende de los votos de la mayoría sino de la incorporación de los cambios culturales que necesitamos para que cristalicen en nuestra identidad y nos ayuden a posicionarnos en un mundo que suma a la complejidad inmemorial la desaparición de las herramientas ideológicas tradicionales que teníamos para interpretarlo.
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