Artículo publicado en El Correo (14/10/2024)
El comportamiento por inercia se refiere a la tendencia de una persona a mantener ciertos patrones de conducta, pensamientos o hábitos, incluso cuando estos ya no resultan útiles o adaptativos. Es decir, la persona sigue actuando de una manera determinada simplemente porque ha estado haciéndolo durante mucho tiempo, sin cuestionarse si esa forma de actuar o pensar sigue siendo beneficiosa o adecuada en su situación actual.
Quedarte con los amigos que ya no te gustan, con el restaurante de toda la vida que cada vez te cobra más y tiene peor calidad o con tus atajos ideológicos que ya no están adaptados para encarar los nuevos retos que tiene nuestra comunidad respondería a ese tipo de inercia. La familia, la natalidad o la seguridad aparecerían como espacios dónde las gafas ideológicas heredadas se revelan poco útiles para generar las necesarias posiciones compartidas que permitan de forma integral atender las necesidades reales de nuestra sociedad sin divisiones partidistas.
El agujero negro de la natalidad, así como sus causas y consecuencias, tienen una creciente presencia en la agenda política nacional e internacional. La persistencia de un nivel muy bajo de fecundidad en una población cada vez más longeva supone un reto crucial para el Estado de bienestar. La natalidad continúa a la baja en Euskadi. La tasa de nacimiento se sitúa en seis nacimientos por cada 100.000 habitantes, a la cola en toda Europa. La edad media de estas madres se sitúa en los 33 años.
Los estudios referenciales sobre este grave problema sitúan el foco de las principales barreras estructurales para decidir ser madres y padres en la triada del acceso a la vivienda, los salarios y el desempleo. Y a pesar de que Euskadi no es el territorio donde la vivienda es más cara, los salarios más bajos o el paro juvenil más elevado, sigue siendo en cambio el territorio que tiene más baja natalidad dentro de España, lo que le sitúa en la cola europea.
En la última década fue una prioridad del Gobierno vasco y se desarrollaron diversas políticas con ayudas directas por hijo, bonificaciones fiscales, ampliación de los permisos de paternidad y maternidad, gratuidad de las guarderías y ayudas al alquiler, pero los números bajos no han cambiado. Las ayudas económicas directas pueden influir en el calendario de nacimientos, pero no tienen un impacto visible en el número final de hijos. El escaso impacto de las ayudas directas se debe a que, incluso cuando son generosas, cubren solo una pequeña parte de los costes reales de crianza.
El Pacto Vasco por las Familias y la Infancia no permitió la pasada legislatura crear una visión compartida de país en el que los principales representantes políticos de la sociedad acordasen una señal unívoca sobre la magnitud del problema y su apuesta clara por la natalidad. El principal partido de la oposición, EH Bildu, reconoce que el problema demográfico es uno de los grandes retos de Euskadi y reclama políticas integrales, transversales y coordinadas para afrontar esta cuestión de forma eficaz. Esta legislatura necesita más acuerdos a largo plazo y menos inercias ideológicas entre las principales fuerzas políticas sobre los retos estratégicos de país que precisen transformar hábitos de la sociedad en su conjunto. Y siempre teniendo claro que la recuperación de la fecundidad tendrá que ir de la mano de la promoción de la igualdad de género tanto en el ámbito público como en el familiar.
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