El crecimiento personal y la misma vida no son un camino recto sino sembrado de obstáculos y dudas.
Artículo publicado en El Correo (24/11/2024)
En la historia multisecular y multicultural del laberinto el más famoso es, sin duda, el de la isla de Creta. Según la mitología griega, lo construyó Dédalo para recluir al Minotauro; un ser monstruoso y voraz, con cuerpo humano y cabeza de toro, que exigía a los cretenses el ominoso y cruel tributo anual de siete jóvenes y siete doncellas, a quienes devoraba. Teseo se rebeló contra esa insoportable carga y se ofreció voluntario para formar parte del lote anual de jóvenes y poder así neutralizar al Minotauro. Ariadna, por amor, le suministró la forma de salir del laberinto, tras derrotar al Minotauro, mediante un ovillo de hilo que debía soltar según avanzaba.
El laberinto de Creta no es un caso aislado. Laberintos con diversas formas (circular o cuadrada), materiales (vegetal, piedra, papel, grabado, virtual…), laberintos con un solo recorrido o con puntos de elección. El historiador griego Heródoto informó del laberinto construido en Egipto, al sur del lago Meris, a mitad del segundo milenio antes de Cristo, del que afirma que era superior a las principales obras de Grecia y del mismo Egipto: «La realidad es que el laberinto supera, incluso, a las pirámides». Laberintos milenarios y laberintos actuales, a lo largo del mundo. Por ejemplo, se puede contemplar –y recorrer– el de la catedral de Chartres. Los petroglifos de Mogor (Pontevedra) se pueden considerar laberintos y así son llamados coloquialmente. Sorprende también la frecuente presencia de la palabra ‘laberinto’ en títulos de libros y en el mismo lenguaje cotidiano.
Los laberintos han tenido también una importante presencia en la historia dela Psicología. El psicólogo australiano Stanley Porteus propuso en 1915 el trazado del recorrido del laberinto, en papel, como una prueba de inteligencia, que continúa en uso. Edward C. Tolmann utilizó los laberintos construidos ad hoc para sus experimentos de aprendizaje con ratas. Más reciente es el uso del laberinto en la psicoterapia, dadas las actitudes y emociones que se suscitan al recorrerlo.
En el acceso a la Universidad de Deusto por la pasarela Pedro Arrupe, un laberinto, construido con piedra volcánica de Gerona, constituye, junto a su singularidad y valor decorativo, una inconfundible y precisa referencia de orientación («Por la entrada del laberinto y luego a la izquierda…») y un lugar de cita («A las 13.30 en el laberinto»). Lo recorren niños, mayores… y algunas palomas. Quien lo diseñó, Fernando Caruncho, paisajista de proyección internacional, tuvo en cuenta, dada su formación filosófica, no solo la función ornamental y lúdica, sino también el significado más profundo y trascendente que la Humanidad ha atribuido al laberinto.
Porque el laberinto es rico en significados, tanto culturales como espirituales. Para el psicoanalista suizo Carl Gustav Jung, el laberinto constituye un símbolo de la naturaleza compleja y paradójica del ser humano y del proceso de individuación o desarrollo progresivo de la persona hacia su plenitud. Es decir, un viaje o una peregrinación al autodescubrimiento y al descubrimiento del Absoluto. Porque el crecimiento personal –tarea de toda la vida– no es una línea recta, sino que incluye recovecos, opciones y tramos ciegos que exigen retroceso. El crecimiento personal y la misma vida no son un camino recto, sino sembrado de obstáculos y de dudas ante las decisiones que hay que tomar. El desánimo o la frustración pueden ser una reacción espontánea. La firme y fundada convicción de que siempre es posible alguna salida constituye el mejor antídoto para la tentación de abandonar.
El laberinto es también imagen de plenitud y de la expresión de los anhelos de la Humanidad hacia la perfección a lo largo de los siglos. Todo ello se refiere a lo que Jung denomina inconsciente colectivo. El laberinto representa también el tortuoso peregrinar de la Humanidad hacia la sólida verdad y hacia la auténtica liberación.
Pero también puede el laberinto tener un uso perverso, como describe Jorge Luis Borges, buen conocedor y admirador de los laberintos, en el cuento ‘Los dos reyes y los dos laberintos’. Es poner dificultades y tropiezos para mostrar superioridad (¡en realidad inferioridad!) y provocar sentimientos de impotencia, de fracaso o de venganza en otras personas.
Resulta más deseable e imitable el gesto generoso y eficaz de Teseo y el amable e instructivo de Ariadna. Ejemplos e invitación a perder el miedo al laberinto o a los laberintos de la vida y a concretar cuál puede ser el hilo o guía segura que ayude a cada persona y a toda la Humanidad a recorrerlo con éxito.
Leave a Reply