Artículo publicado en el blog Ekonomiaren Plaza de El Diario Vasco (21/01/2025)
En otoño de 2024 escribí una especie de “reseña” acerca del informe “El futuro de la competitividad europea”. En dicha reseña (aquí una versión más corta) argumenté que el éxito de las acciones propuestas por este ‘Informe Draghi’ —en la medida en que ayuden a reducir la brecha tecnológica y económica entre Europa y EE. UU.— está sujeto a dos parámetros estructurales donde la UE y los EE. UU. muestran diferencias: (i) la ‘estructura de especialización económica’ y (ii) la ‘respuesta del sector privado a inversiones de actores públicos’.
El primer elemento se refiere a que, si aplicamos incentivos de innovación o fiscales a economías con estructuras sectoriales diferentes, los resultados también divergen. Por ejemplo, una economía diversificada enfocada en mercados Business-to-Consumers (aguas abajo en la cadena de valor) reaccionará de forma muy distinta a una economía de monocultivo concentrada en actividades extractivas y primarias (aguas arriba). El segundo elemento se refiere a efecto multiplicador que una inversión pública en -por ejemplo- tecnología, puede desencadenar en forma de inversiones privadas en pro de aprovechar la oportunidad -en este caso tecnológica- brindada.
En la reseña sobre el Informe Draghi señalé que este efecto multiplicador es más evidente en Estados Unidos que en Europa.
Como resultado, en el caso de Estados Unidos, esto genera valoraciones económicas muy altas para las empresas que logran aprovechar las oportunidades comerciales derivadas de una inversión inicial, en el ejemplo de arriba, en tecnología.
Lo interesante es que esta dinámica, de convertir el aprovechamiento de oportunidades comerciales en valoraciones elevadas —o, más precisamente, valoraciones superiores en Estados Unidos respecto a Europa— también puede observarse fuera del ámbito tecnológico y económico. Un claro ejemplo de esto se encuentra en el mundo del deporte, específicamente en el fútbol.
Concretamente, en los últimos años, algunos clubes estadounidenses de fútbol han logrado posicionarse entre las entidades deportivas más valiosas del mundo desde una perspectiva de generación de ingresos (ver Forbes Soccer Valuations). A modo de ejemplo, Los Angeles FC ocupa la posición 15, Inter Miami la 17, LA Galaxy la 19 y Atlanta United la 20. En el mismo ranking encontramos tres clubes de la Liga española —Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid, ocupando los puestos 1, 3 y 13 respectivamente.
Sin embargo, estos clubes estadounidenses tienen posiciones muy modestas en rankings basados en rendimiento deportivo. En el World Football Ranking, Los Angeles FC está en el puesto 410, LA Galaxy en el 552, Inter Miami en el 667 y Atlanta United en el 784. Como referencia, clubes como Athletic de Bilbao, Real Sociedad y Osasuna ocupan posiciones mucho más altas (16, 46 y 95, respectivamente), mientras que Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid encontramos en las posiciones 3, 8 y 9.
La discrepancia en cuanto a las posiciones de los clubes estadounidenses en los respectivos rankings puede estar relacionada con las dinámicas de inversión en EE. UU., donde la cultura deportiva se centra en la generación de ingresos mediante marketing, patrocinios, derechos de transmisión y demás actividades comerciales, independientemente del rendimiento deportivo. O, como dicen Terrien et al. (2017): las organizaciones deportivas profesionales de Norteamérica suelen optimizar su modelo de negocio para la “maximización de beneficios”, en contraste con los clubes de fútbol de otras regiones, que buscan la “maximización de victorias”.
Asimismo, Bradbury (2021) explica que factores como la calidad de los estadios, la explotación del mercado en sus alrededores, el marketing del fútbol y la competición en clave de espectáculo y “entertainment business”, así como la introducción de figuras estelares (como Messi en el Inter Miami) son clave para atraer inversores que buscan retornos sobre la inversión, incluso cuando la calidad deportiva es inferior a la de las ligas europeas.
También la estructura legal de los clubes influye. En EE. UU., los clubes típicamente operan como empresas privadas, lo que les permite mayor flexibilidad para recibir capital de inversores centrados en el retorno financiero y para marquetear el club con el fin de ampliar ingresos, a diferencia de varios clubes europeos que funcionan como asociaciones de miembros, miembros que se interesan más por los resultados deportivos del club (Dietl y Weingärtner, 2011).
Redondeando sobre el tema de “crecer sobre la base de una inversión inicial”, cabe destacar que la competición de fútbol Major League Soccer (MLS) en Estados Unidos fue creada en 1996. Sobre esta estructura de base han emergido nada menos que cuatro clubes que, en la actualidad, cuentan con una valoración monetaria cercana al nivel de unicornio (1,000 millones de dólares). Además, tres de estos clubes son de reciente creación: Los Angeles FC y Atlanta United fueron fundados en 2014, mientras que Inter Miami se estableció en 2018. Solo Los Angeles Galaxy ha existido desde el inicio de la MLS.
En conclusión, el éxito financiero de los clubes de fútbol estadounidenses, a pesar de su modesto rendimiento deportivo a nivel mundial, refleja un enfoque centrado en la generación de ingresos y una cultura de inversión que prioriza el retorno de capital por encima del éxito deportivo. Esta dinámica, extrapolada a la economía en general, sugiere que inyectar dinero en la economía o en proyectos específicos tiende a generar efectos acumulativos más fuertes y rápidos en EE. UU. que en la UE-27. Esta dinámica también puede ayudar a explicar por qué Estados Unidos logra movilizar el capital necesario para posicionarse en industrias que requieren grandes inversiones, como las de semiconductores, baterías o inteligencia artificial, mientras que en Europa esto resulta más complicado.
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