¿Es posible superar un trauma o experiencia negativa y, todavía más, crecer personalmente después? El apoyo social constituye la red que impide la mortal caída en el vacío.
Artículo publicado en El Correo (20/07/2025)

En octubre de 2012, María de Villota, piloto de Fórmula 1, al reaparecer tras el gravísimo accidente que sufrió, en el que perdió un ojo, resumió así su experiencia psicológica y vital de aquellos días de lucha con la muerte: «Ahora con un ojo veo más que antes con los dos». Lo decía con una sonrisa auténtica, mientras aclaraba que ahora veía más allá de la Fórmula 1, que veía lo que importa de verdad en la vida. Su muerte, al año siguiente, truncó sus laudables proyectos, pero no borró su ejemplo, que sigue vivo y que vale la pena recordar.
¿Un caso aislado? No. El hecho de ser una figura conocida, la publicación de sus memorias (La vida es un regalo) y su atractivo personal hizo más visible este caso, pero no único. El mito del Ave Fénix, que renace de sus cenizas, no es ajeno a la sociedad actual.
¿Es posible superar un trauma o experiencia adversa y, todavía más, crecer personalmente después? Por resiliencia se entiende la vuelta, tras el trauma o experiencia adversa, al nivel de funcionamiento anterior, sin sucumbir a la adversidad ni meramente sobrevivir con una calidad de vida disminuida. Pero es posible todavía alcanzar un nivel más alto de funcionamiento personal.
Los profesores e investigadores de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte, Lawrence G. Calhoun y Richard G. Tedeschi, propusieron el concepto de crecimiento postraumático (Post-traumatic Growth), para comprender y explicar la experiencia de superar la adversidad con creces, es decir, alcanzar un grado de funcionamiento superior al previo a la experiencia adversa. Destacaban tres tipos de cambios que se producen. Cambios en la forma de percibirse y aceptarse uno mismo, sobre todo descubrir la propia fortaleza y no solo la vulnerabilidad. Cambios también en la percepción de las personas significativas –familiares y amigos–, que adquieren mucha mayor relevancia y valor, así como un desarrollo de la compasión hacia las personas que sufren. Finalmente, un cambio en la visión o filosofía de la vida, que lleva a priorizar lo más valioso y duradero, a la vez que descubre nuevas posibilidades y metas para el futuro.
Desde hace unos meses las autoridades de la Unión Europea insisten en la conveniencia de disponer de un kit para sobrevivir 72 horas, sin ayuda exterior, en caso de una catástrofe natural, guerra, atentado terrorista, apagón eléctrico prolongado, etcétera. Agua, alimentos concentrados, baterías o pilas, medicinas… estarían entre los componentes de este kit. Sin entrar en la cuestión de su utilidad, necesidad y urgencia, me sugiere la conveniencia de proponer otro kit, no alternativo sino un complemento. Un kit no material para superar la adversidad, sea una experiencia traumática especialmente grave o una pérdida importante (ser querido, trabajo, salud…). ¿Cómo formar este segundo kit? Propongo algunas sugerencias.
Resulta obvio que el crecimiento postraumático no ocurre como resultado directo de la experiencia adversa, sino de la lucha por superar las circunstancias especialmente difíciles. Escuchamos con frecuencia durante la pandemia aquel eslogan de que «esta adversidad nos hará más fuertes (o mejores)», inexacto por cuanto el «nos hará más fuertes» no es una consecuencia automática de la adversidad.
Un aspecto importante del afrontamiento adecuado de la adversidad es no negarla, no activar el mecanismo de defensa de negación («No ha pasado nada»). Sería un autoengaño y un apaño precario e inútil, que retrasa la toma de las medidas adecuadas. Pero, igualmente, se debe evitar magnificar la experiencia adversa, que conviene ver lo más objetivamente posible.
Tedeschi y otros investigadores destacan la importancia que tiene la capacidad de aceptar las situaciones que no se pueden cambiar. Es un acuerdo activo con la realidad tal como está, un «afrontamiento de aceptación». Cuando no puedo cambiar la realidad, aplazo o cambio mis deseos, sin dejar por ello de luchar.
La flexibilidad y la apertura mental ayudarán sin duda a ver alternativas a la situación y posibles soluciones. Es la actitud de centrarse en lo que se puede hacer en lugar de enquistarse en lo que no se puede hacer.
El apoyo social (familia, amistades) constituye la red que impide la mortal caída en el vacío. De varias maneras, desde la ayuda material al apoyo moral y afectivo. Extender, profundizar, afianzar y reparar esa red que acoge en la caída constituye una tarea eficaz para superar airosamente la adversidad. Las instituciones sociales no pueden ser ajenas a las experiencias traumáticas de sus miembros, en primer lugar, evitando que se produzcan, pero también implicándose en la reparación.
La expresión o verbalización de la experiencia afectiva –a otra persona o por escrito– también parece que tiene una función adaptativa y sanadora, siempre que no se convierta en una rumia constante. Su objetivo no es solo el puro desahogo o catarsis, sino también ordenar e iluminar con el lenguaje y la razón el caos emocional que se experimenta.
La espiritualidad auténtica y sana también ha mostrado su poder reparador, incluso facilitador del crecimiento tras las experiencias adversas. Junto al apoyo de la comunidad, puede ofrecer la luz y guía del sentido y de la esperanza cuando domina la oscuridad del sinsentido y de la desesperanza.
Es posible sobrevivir e incluso crecer tras la adversidad con la ayuda de este kit o conjunto de estrategias que fortalecen el sistema inmune psicológico. A diferencia del kit 72-horas, no está a la venta, sino que se elabora en un proceso continuo y paciente a lo largo de la vida, en el que la educación juega un papel esencial.
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