«He constatado que mis aportaciones ya no resultan útiles desde hace un tiempo», ha dicho Odón Elorza en su carta de despedida a sus compañeros del PSOE. «Un partido político no es una secta, que haya matices y discrepancias debiera ser saludado como algo sano», afirmó Borja Sémper en su despedida hace dos años. «He tomado la decisión de iniciar una nueva etapa profesional que nada tendrá que ver con la actividad política e institucional», subrayó Eduardo Madina cuando abandonó su escaño. Los tres se despidieron alabando en público a su partido y a sus compañeros. Y los tres abandonaron la política cuando sus posiciones eran minoritarias dentro del partido y ya no formaban parte del núcleo duro del poder de sus respectivas formaciones.
Los tres argumentos suelen estar mezclados en las salidas de los denominados versos sueltos. La utilidad, mi voz ya no se oye; el elogio a la democracia interna, es bueno que haya voces discordantes dentro de un grupo; y el abandono de la política, que se note la lealtad a mi partido descartando hacer política con otros colores.
La mayoría de la ciudadanía siempre ha interpretado de forma positiva la figura del político que se atrevía a disentir de la línea oficial. Los partidos caen mal y son señalados como uno de los principales problemas de nuestra democracia. Según el último Eurobarómetro disponible de 2022, tan sólo el 8% de la ciudadanía confía en ellos, muy por debajo de la media europea. Por eso la simpatía hacia los versos sueltos y el apoyo entusiasta de la ciudadanía a la apertura de las listas electorales para quitarles poder a los partidos. Pero la realidad del efecto de los versos sueltos y de las listas abiertas en la calidad de la democracia es más compleja.
Ya no vale el ejemplo del Parlamento inglés como modelo a imitar gracias al desparpajo de los versos sueltos y la indisciplina partidaria de los diputados que solo se debían a sus electores. La estabilidad política que por muchos años caracterizó a Reino Unido es cosa del pasado. En 2022 el Reino Unido tuvo tres primeros ministros sin que mediara ningún proceso electoral. El ejercicio de la actividad política requiere de algunos atributos que hoy están estigmatizados por la mayoría de los ciudadanos.
Quisiera destacar entre todos la capacidad de aguantar en una organización que lleva un rumbo diferente a tus preferencias. En los partidos hay muchas personas válidas con el ego poco desarrollado que trabajan desde dentro para poder algún día llegar al espacio en el que se toman las decisiones importantes. Los versos sueltos no son ni mejores ni peores que sus compañeros, pero la energía de su motor político proviene de una legítima ambición personal que solo puede ser canalizada con un puesto o un encargo a la altura del brillo que creen merecer.
Por Braulio Gómez Fortes
Artículo publicado en El Correo (31/01/2023)