La lógica mercantil que impera en la sociedad global e impregna las dinámicas sociales nos ha llevado a una grave crisis eco-social. Es una lógica tan poderosa y tan presente en la mentalidad de nuestras sociedades que hasta las empresas más motivadas encuentran dificultades para diseñar procesos que mejoren su impacto social.

La exigencia ética de revertir la crisis eco-social ha inspirado este estudio de caso, que investiga cómo y mediante qué mecanismos las empresas asumen su responsabilidad de contribuir con sus impactos a la mejora de la sociedad. Entre sus conclusiones el lector encontrará conocimiento teórico y orientaciones prácticas que las empresas pueden aplicar para mejorar su compromiso y capacidad de aportar al bien común.

Las tendencias en la gestión y la responsabilidad social

En las últimas décadas las empresas han adoptado como práctica estándar la participación de la plantilla en la gestión para responder de forma ágil y flexible al contexto global. La sociedad global demanda de las empresas cuestiones que van más allá del rendimiento económico y estas han incorporado objetivos e indicadores en cuestiones sociales y medioambientales como forma de asumir una cierta responsabilidad social.

Mejorar la capacidad de la empresa para alcanzar esos objetivos económicos, sociales y medioambientales es posible gracias al desarrollo participativo de un carácter que les distingue de otras empresas y orienta las decisiones tanto estratégicas como operativas. De esta forma la empresa desarrolla su capacidad para responder como sujeto colectivo a las demandas del mercado y la sociedad.

El desarrollo organizativo de la empresa ciudadana

Si las empresas llevan décadas mejorando su carácter y sus comportamientos para responder a los retos sociales, ¿por qué siguen sin asumir su responsabilidad social? Esto se debe a que las teorías y prácticas de desarrollo organizativo encierran al menos dos limitaciones para mejorar el carácter y el impacto ciudadano de la actividad de la empresa.

En primer lugar, la mejora organizativa se orienta a mejorar el desempeño de la empresa para asegurar su supervivencia en el largo plazo. Al hacerlo, se incorpora un claro sesgo hacia resultados pragmáticos y de rentabilidad, sin atender adecuadamente a los que impulsan la mejora de los impactos de la empresa en las condiciones de justicia y sostenibilidad de la sociedad. En segundo lugar, y en coherencia con la primera limitación, los procesos de mejora ponen el foco en las dimensiones psicológicas, de relaciones humanas y en los comportamientos que inciden en el desempeño, sin atender explícitamente a las cuestiones éticas presentes en la empresa, en sus relaciones con la sociedad y en sus actividades.

Estas dos limitaciones refuerzan la imagen tradicional de la empresa como un mero agente económico, lo que hace difícil que asuma su responsabilidad social, e incluso que la sociedad se sienta legitimada para reclamársela.

La empresa ciudadana

La tesis adopta el marco de la empresa ciudadana, basado en teorías y estudios empíricos, que afirma que las empresas pueden desarrollar su capacidad de comportarse como las personas morales. Es decir, pueden desarrollar su carácter organizativo para entenderse y ser percibidas por la sociedad como un agente social responsable, “como una ciudadana”.

Para poder desarrollar ese carácter ciudadano, la empresa tiene que incorporar principios y valores éticos a su propósito y valores. De esta forma, la organización se identifica con ese papel social de ciudadanía que le orienta sus estrategias, su proyecto y sus actividades hacia la mejora de la sociedad. El resultado, es una motivación intrínseca que le anima a tener y desplegar un comportamiento social más responsable, a asumir plenamente su carácter ciudadano.

Entender a la empresa como ciudadana, implica aceptar que su papel social va más allá de su función económica y que toda su actividad está sometida a los marcos normativos y éticos que aplican al resto de la ciudadanía. Aceptar que, tanto dentro de la organización como en sus relaciones con otros agentes en la sociedad, la empresa tiene que comportarse de forma coherente con los valores democráticos, respetando los derechos y deberes del resto de ciudadanía.

La lógica mercantil imperante es tan poderosa que es necesario que sociedad y la propia empresa acepten voluntariamente este nuevo papel social de la empresa como posibilidad para transformar el actual modelo de relación, producción y consumo de forma que la mejora de las condiciones de justicia y sostenibilidad de la sociedad pasen también a formar parte del horizonte de sus objetivos y deberes.

Empresas que se desarrollan como ciudadanas.

Con ese marco, hemos estudiado la evolución ciudadana de tres empresas vascas, de distintos tamaños y sectores, para entender mejor cómo y mediante qué mecanismos la empresa se transforma en ciudadana.

Pese a trabajar en sectores muy regulados o muy competitivos, las tres empresas han incorporado valores sociales y principios éticos a su propósito y cultura, es decir, han reforzado su carácter ciudadano. También han cambiado sus comportamientos sociales. Por una parte, han incrementado sus vínculos con otras organizaciones de su contexto social y transitado hacia relaciones de una mayor colaboración y corresponsabilidad. Por otra, sus proyectos han incorporado objetivos sociales y ambientales. Además, estas empresas han modificado su manera de trabajar y sus procesos y han establecido políticas y mecanismos para implicarse en foros empresariales o sociales permitiendo que la organización y las personas que la integran, se involucren en proyectos sociales.

Principales conclusiones del estudio

Aceptar el nuevo papel social de la empresa ciudadana facilita la evolución cívica. La voluntad de quienes las lideran o asumen el rol de gobierno, de incorporar la responsabilidad social en el carácter y las actuaciones de la empresa, así como de hacerlo en diálogo y colaboración con otros actores sociales, posibilita que la empresa mejore su ciudadanía.

La ciudadanía de la empresa tiene dos expresiones: su carácter y sus comportamientos. Cuanto más consciente es la empresa de su responsabilidad ciudadana, más se vincula con la sociedad y cuanto más fuertes son esos vínculos, más se refuerza su carácter ciudadano.

El desarrollo de ciudadanía es un proceso de aprendizaje. Las empresas con más experiencia en procesos de desarrollo organizativo y una cultura de participación más madura, mostraban menos inhibidores para el desarrollo de ciudadanía y más evidencias de incorporación del enfoque social en su proyecto, gestión y comportamientos.

En el estudio emerge un patrón de características de la participación que posibilita un contexto organizativo que potencia la incorporación de la responsabilidad social en el carácter, el proyecto y los comportamientos empresariales. Configuran este patrón de participación formas directas y formales de participación, la transparencia, un clima de confianza y respeto de la responsabilidad y la autonomía individual, procesos de argumentación para construir consensos y una voluntad compartida de considerar la responsabilidad de la empresa ante los retos económicos, sociales y ambientales.

Este patrón se sostiene y se mejora gracias a elementos del diseño organizativo como las declaraciones de valores, los sistemas de información, los planes de formación, los modelos de liderazgo y gobernanza o las estructuras organizativas.

Las conclusiones respecto a los patrones de participación y los elementos del diseño organizativo que los posibilitan pueden ser utilizados por las empresas para diseñar sus propios procesos de desarrollo de su ciudadanía.