Ha ocurrido de nuevo, mientras tomábamos una cerveza con una tapa, al tiempo que preparábamos la comida o durante la compra en un comercio, las televisiones nos ofrecían las terribles secuencias del naufragio ocurrido en la Isla del Hierro. Un cayuco, por las imágenes una “grand pirogue” procedente de la costa senegalesa ha volcado cerca del muelle de la Restinga. El resultado siete personas fallecidas, todas mujeres y niñas que, lejos de lograr su sueño lo han abandonado, junto a sus vidas, en un muelle que conozco bien como es el de La Restinga.

Una vez más, y son tantas en más de dos décadas, nuestra sociedad se ha visto sacudida por esta espantosa tragedia, pero dentro de unos días volverá a ocurrir lo de siempre, olvidaremos estas muertes o no querremos saber nada de operativos de interceptación y rescate de cayucos que llegan casi a diario, repito casi todos los días, a puertos como el de la Restinga en el Hierro, Arguinedín en Gran Canaria, Los Cristianos en Tenerife Sur, Arrecife en Lanzarote o Puerto del Rosario en Fuerteventura. Embarcaciones que, dependiendo de la meteorología, los vientos alisios suelen ser determinantes a la hora de programar el “viaje”, parten con su carga humana desde playas senegalesas como las de Sumbidune o Kayar, puertos mauritanos como Nuadibú o localidades del Sahara Occidental, ahora marroquí, como Dajla, Bir Gandús o El Aiún. En ocasiones el traslado lo gestiona una organización delictiva, “mafia”, todas con un historial atroz de violaciones, palizas y también asesinatos. Pero no son pocas las veces en las que estas personas adquieren a un pescador su embarcación de pesca artesanal, la gasolina para los motores y agua, además de algo de comida. Una “pirogue” o una “grand pirogue” puede llevar desde sesenta personas a casi trescientas. En no pocas ocasiones, como tuve ocasión de comprobar entre los años 2005 a 2010, un pequeño cayuco llevaba su cargamento a embarcaciones mucho más grandes que pondrían rumbo a la costa española, recordemos los casos del Olomne o el Caris en la ruta del Atlántico.

Estas llegadas son incesantes, tanto que la sociedad española se encuentra ya anestesiada y no reacciona sino cuando la tragedia es de unas dimensiones tan grandes que toca, puntualmente, su fibra sensible. Así ha ocurrido en el muelle de la Restinga, en el que, de nuevo se nos ofrece ante los ojos una cruel realidad: desde una perspectiva de género la inmigración irregular africana, trágica y horrible de forma genérica, es mucho más cruel para las mujeres que para los hombres. La tragedia que se vive en nuestra Frontera Sur es de unas dimensiones que sobrecoge y la responsabilidad de la UE, lo denuncio por enésima vez, resulta difícil de ser justificada. Aun así, en medio de la tragedia, y con errores espeluznantes en nuestro historial (como fue la masacre de Tarajal en febrero de 2014) se ha de decir que las distintas organizaciones y estructuras españolas implicadas en los operativos de interceptación y rescate, tanto en aguas del Mediterráneo como del Atlántico, hacen un trabajo encomiable y, lo destaco, profundamente humanitario. Las imágenes del personal de la “Salvamar Diphda”, junto a otros de distintas organizaciones saltando sin los trajes reglamentarios para ayudar a salvar a quienes estaban atrapados bajo el cayuco volcado son imágenes que yo mismo he visto varias veces y que me retrotrajeron a las vividas en anteriores ocasiones y en las que pude constatar la valentía, la solidaridad y la vocación de oficiales y marinería tanto de las dotaciones de embarcaciones Guardamar o Salvamar, de Salvamento Marítimo como de las patrulleras del SMGC, como la Pico del Teide, con quienes tuve el inmenso lujo de compartir parte de mis investigaciones. Podemos añadir al personal de la Armada, del Ejército, de Aduanas, de organizaciones como Cruz Roja, etc. y podremos concluir que en las distintas operaciones que realiza nuestro país, aun en medio de esta horrible tragedia, el respeto de los DDHH y el sesgo humanitario está presente. No, no debe ser un consuelo, para los allí muertos y sus familias no lo hay, pero en medio de tanta negrura el comportamiento de estos hombres y mujeres, bajo el mando de personas como mi apreciada Loli Septiem desde el centro de mando del Puerto de Tenerife, contribuye a que podamos, como país, sentirnos menos avergonzados.

Jesús Prieto Mendaza – Antropólogo Social. Profesor colaborador CEA Universidad de Deusto

Publicado en el diario El Correo el 30-5-2025