El 14 de noviembre se celebra el Día de la Memoria. Con este motivo, y en el marco del acuerdo entre el Gobierno vasco y las universidades, la Universidad de Deusto organizó el pasado 13 de noviembre una mesa redonda en torno a las víctimas y la memoria reciente de la violencia en Euskadi.
Con el fin de contribuir a la convivencia, la jornada contemplaba llevar a cabo una reflexión a partir de los informes realizados por el Instituto de Derechos Humanos y el Centro de Ética Aplicada, dentro del plan de convivencia y derechos humanos.
Para ello, la jornada, moderada por Gorka Urrutia, director del Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe, contó con la presencia de víctimas de la violencia que han participado en procesos de construcción de la memoria para la convivencia y dos de los autores de los informes.
José Ramón Intxaurbe, del Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe, habló de los informes que, por encargo del Gobierno Vasco, el Instituto realizó con el objetivo de trasladar a la sociedad elementos de juicio para construir un relato de la memoria. «Es un derecho y una obligación porque la memoria tiene que ser justa y tener la garantía de la no repetición», señaló.
Intxaurbe recordó los informes sobre las personas amenazadas por ETA, las amenazas al colectivo de ertzainas y familiares, y sobre los efectos de la política penitenciaria en los familiares de presos. En todos estos casos, la Universidad hizo una primera aproximación cuantitativa que perseguía que la sociedad fuera consciente de unos hechos y pudiera reflexionar sobre esa violencia padecida.
Informes del CEA
Por su parte, el Centro de Ética Aplicada desarrolló estudios más cualitativos a través de la voz de las personas que sufrieron la violencia. Uno de ellos es el informe sobre la extorsión a los empresarios por parte de ETA. Izaskun Sáez de la Fuente, coordinadora del trabajo, destacó que «el delito que sufrieron pasó desapercibido y, de hecho, hablar de él era considerado tabú». Se trataba de una extorsión que, en algunos casos, se heredó de padres a hijos y sobre la que la sociedad no hizo nada.
Sáez de la Fuente se refirió a otro estudio del CEA, una guía metodológica que permite a las instituciones trabajar sobre su pasado, y al libro, publicado por Deusto, Memoria y reconciliación, que reconstruye la historia de la Universidad desde la vulneración de los derechos humanos y sus compromisos.
Para Mari Carmen Hernández, estos informes de Deusto son muy importantes para que se conozca la historia y, sobre todo, para los jóvenes que no lo han vivido. Ofrecen una reflexión crítica que sirve de aprendizaje porque deslegitima la violencia y el sufrimiento.
Hernández valora muy positivamente los «Encuentros restaurativos» en los que participó en Glencree. Conocer las historias de sufrimiento de los otros le ayudó a dejar los estereotipos, buscar el acercamiento y la empatía.
«Estoy mentalmente agotado». Así comenzó su exposición Iñaki García Arrizabalaga, quien contó su experiencia como víctima, que comenzó cuando asesinaron a su padre mientras estudiaba en la Universidad. Explicó que pasó por momentos de gran odio y resentimiento por lo vivido, hasta un día en el que, gracias al apoyo de Gesto por la Paz, decidió cambiar y comenzar a trabajar por la memoria y la convivencia.
Encuentro restaurativos
«Los ‘encuentros restaurativos’ me marcaron la vida. Hoy trabajo en el programa Adi-Adian. Y, aunque, a veces, pienso que me gustaría recuperar mi vida normal, no podemos permitirnos que más de 50 años de nuestra vida se olviden», añadió.
Arrizabalaga aseguró que hay que seguir trabajando, porque todavía hay muchas incógnitas y cosas por hacer. En este sentido, mostró sus dudas sobre si a la sociedad le interesa trabajar por la memoria y consideró que a la juventud estos temas no interesan. Su opinión, sin embargo, es que «la memoria sirve para deslegitimar el uso de la violencia por fines políticos». A este respecto, el profesor Itxaurbe defendió que la sociedad «tiene que conocer para reconocer».
Memoria sobre la violencia
Izaskun Saez de la Fuente recordó cómo a la sociedad le costó mucho darse cuenta de lo que ganaba con el fin de la violencia. Fueron años de silencio y mirar hacia el otro lado que cambiaron en los 90, a partir del asesinato de Miguel Ángel Blanco.
«La sociedad no se puso en contra desde el minuto cero». De ahí que, a la pregunta sobre si se han de seguir celebrando actos sobre la memoria, su respuesta fue que sí, porque «hemos de insistir en que el presente y el futuro no se construye con el olvido del pasado».
Y es que, según aseguró, el desconocimiento de los jóvenes por el tema no se debe a su desinterés, sino más bien a que sus padres y abuelos no lo han transmitido, lo han querido olvidar. «Es como un manto de silencio, antes por miedo y, ahora, por pasar página». A su juicio, es un error porque «la memoria y el relato es un tema de todos». «Hay que debatir sobre lo que nos ha pasado. Es un deber para con las nuevas generaciones», afirmó.
En esta misma línea, Mari Carmen Hernández consideró de gran importancia iniciativas como la celebrada en Deusto para que los estudiantes sepan lo ocurrido. «Toda la sociedad se ha de implicar pues cuando las heridas no se curan -como en el caso de la Guerra Civil- siguen abiertas». Recordó la etapa en la que vivió la violencia de persecución y asesinato de su marido por ser concejal del PP, su soledad y abandono de hasta los propios vecinos. «Es muy importante la escucha porque ayuda a no etiquetar a las personas», advirtió.
Ahora, a las universidades les toca crear y diseminar conocimientos, crear investigaciones… Debe popularizarse la garantía de que si se trabaja esa memoria la violencia no se va a repetir. «Se ha de cambiar la lectura de lo que ha pasado y ahí es muy importante el papel de la Universidad en tanto hace un relato de esa historia. Es un reto y desafío», concluyeron los ponentes.