El 22 de enero se celebró el seminario interno que anualmente suelen realizar los profesores de Ética de la Universidad de Deusto por estas fechas. En años anteriores ha sido ocasión para invitar a un ponente externo con el que poder dialogar y contrastar impresiones en cuestiones de interés para nosotros. Pero en esta ocasión, el ponente fue de la casa.
Profesor de Filosofía Política y de Antropología Social y cultural de la propia universidad, autor reconocido en esas disciplinas, Patxi Lanceros ha pasado recientemente a formar parte del Centro de Ética Aplicada. El encuentro suscitaba gran interés en la comunidad de profesores de ética y el ponente no decepcionó en erudición y en su estilo cercano y mordaz.
La charla y el diálogo posterior mostraron espacios convergentes entre su pensamiento y el trabajo que realizan los principales autores que trabajan en el ámbito de la ética en el CEA. Algo por lo que alguno de los presentes llegó a manifestar sorpresa —conociendo al ponente, cabía esperar mayor carga irónica—, si bien el propio Lanceros arrancó su charla alabando la labor realizada por el CEA y dejando clara su consideración de la ética como una tarea necesaria y urgente.
Para Lanceros, la ética, tal y como la entendemos hoy, es una disciplina relativamente nueva, hija de la modernidad y el estillado de los ámbitos de valor: «La ética a Nicómaco, va más de Nicómaco que de ética» resumía, para descartar que Aristóteles —lo mismo podría decirse de Cicerón o de Santo Tomás de Aquino— hablaran de lo mismo que nosotros. Incluso el hecho de que tratemos de «éticas profesionales» puede entenderse también como consecuencia de la dispersión de la moralidad a la que responde, y de la que es síntoma, a modo de parteaguas, Kant.
Los elementos más controvertidos de su charla llegaron en forma de pregunta —sirviéndose de Macchiavello—: ¿es bueno ser bueno siempre? ¿hay que aplicar la ética siempre y en todo momento? ¿sería posible denunciar una invasión de la ética sobre ámbitos que no le son propios —en un sentido Habermasiano—? También advirtió de que toda moral es condicionada y que toda ética es condicional. Y dejó como sugerencia, la posibilidad de dar cuenta de la ética no desde la conciencia sino desde una teoría del sistema como hace Luhmann.
Pero, a pesar de todas sus perplejidades y los interrogantes abiertos, no dejó dudas sobre la necesidad de la ética, a la que atribuyó una función de «vigilancia sin castigo». Necesitamos vigilar las posibilidades de acción que se abren en los tiempos de avances tecnológicos y cambios sociales vertiginosos que vivimos, para discernir en cada caso entre lo que supone un progreso en humanidad y lo que es causa de inhumanidad.
Podríamos añadir que esa función atribuida a la ética, y lo que creer en esa misión presupone si nos la tomamos en serio, abren la posibilidad a un diálogo sobre ética donde la diversidad puede ser un reto manejable. Ya lo había dicho Lanceros antes, al reivindicar que «el horizonte de universalidad sigue siendo un operante (problemático) válido».