El 11 de marzo se celebra el Día Europeo en Memoria de las Víctimas del Terrorismo. Con este motivo, la Universidad de Deusto, de la mano del Centro de Ética Aplicada y el Vicerrectorado de Comunidad Universitaria y de Agenda 2030, ha organizado para estudiantes de la asignatura Ética Cívica y Profesional dos sesiones con dos víctimas de la violencia. En concreto, los encuentros han sido con Iban Ramos e Inés Núñez de la Parte.
Ibán es hijo de Maite Torrano, militante del PSE fallecida en 1987 a consecuencia del atentado cometido con cócteles molotov por un «grupo local de autónomos» contra la Casa del Pueblo de Portugalete, cuando unas quince personas se encontraban en su interior. Tenía 13 años cuando le quitaron «el pilar de su vida» y «le destrozaron su vida y su infancia». Aunque lo peor estaba por llegar cuando no solo habían asesinado a su madre, sino que además tuvo que dejar de salir por su pueblo ya que «le señalaban por la calle como si él fuera el culpable de que los asesinos estuvieran presos». Como uno de los asesinos era menor, pronto salió de la cárcel y desde entonces le hizo «la vida imposible». «Nos acosaba, perseguía…», recuerda Ibán.
Los ‘ongi etorri’ te vuelven a matar
Asesino y víctima vivían en Portugalete y la situación se hizo tan insostenible que Ibán tuvo que irse a vivir a Castro. Con su familia, ha vivido allí hasta que, gracias a ayuda médica, ha aprendido a dejar de odiar. «Odiaba Euskadi, el Athletic, la ikurriña… Ahora, de nuevo en Portugalete, convivo con el asesino de mi madre, nuestros hijos se ven en la piscina… A día de hoy, estoy curado de espanto, pero he decidido vivir sí o sí». En su opinión, el respeto a las personas está por encima de cualquier ideología y espera que los estudiantes universitarios sean «más sensatos» que las anteriores generaciones y «luchen con la palabra, no con la violencia”.
Ibán cree que la sociedad vasca no es consciente de lo que las víctimas han sufrido. En su caso, no necesita el perdón de nadie, pero sí el reconocimiento de que lo que pasó estuvo mal y que no tiene justificación. «No sé tiene que dar voz a los que lo hicieron». Asimismo, se muestra muy crítico con los ongi etorri porque «te vuelve a matar» y cree que se deberían erradicar. De la misma opinión es Inés Núñez de la Parte, la otra víctima invitada a Deusto.
Víctima de abusos policiales
Hija de Francisco Javier Núñez, su padre -sin ninguna afiliación política- murió víctima mortal de abusos policiales. En 1977 sufrió una paliza por parte de dos policías en el portal de su casa, cuando padre e hija se toparon con una manifestación al salir de misa. Cuando días después fue a denunciarles le volvieron a maltratar, hasta el punto que falleció unas semanas después tras 13 días de agonía en el hospital. Todo lo que pasó lo escribió en un diario por si servía para el futuro. «Y sí que sirvió». Gracias a ese testimonio, este pasado mes de febrero, su sufrimiento injusto ha sido finalmente reconocido y el secretario de Estado de Memoria Democrática recibió a Inés y le pidió perdón por el daño injustamente ocasionado.
Reconocimiento como víctima del terrorismo
Este hecho ha marcado un antes y un después en la vida de esta víctima, quien tuvo una infancia extraña en la que estuvo extremadamente protegida por una madre que temía por la vida de su hija. Hasta los 18 años no supo lo que le pasó a su padre y entonces le fueron encajando muchas cosas raras que pasaban a su alrededor. Madre e hija estuvieron muy solas, su familia les dio la espalda y únicamente recibieron ayuda de algunos vecinos. En el 2000, Inés pidió el reconocimiento como víctima del terrorismo. El mismo día que fue al Gobierno Civil, aparecieron unas pintadas de amenaza en su casa.
«Pasamos mucho miedo y no hice nada hasta 2008, fecha en la que, a raíz de la elaboración de un documento del Gobierno Vasco sobre vulneración de derechos humanos, sus autores se preocuparon por nuestra historia y reflejaron la realidad», recuerda Inés. Un nuevo paso se dio en el 2012, cuando Francisco Javier Núñez fue reconocido como víctima «de violaciones de derechos humanos o sufrimientos injustos que han supuesto un atentado contra la vida«, señala Inés y añade: «por fin, era una víctima reconocida por el Gobierno Vasco y su primer reconocimiento. Aquello fue lo que me impulsó a empezar a hablar porque las víctimas de abusos policiales están en ‘proceso de verdad’«.
«Sigo teniendo miedo, pero ya no me callo»
Inés denuncia que ha sufrido innumerables ataques por parte de todos los partidos. Considera que es inmoral lo que se ha sufrido en esta sociedad y asegura que «de esto se sale». No guarda ni odio ni rencor, aunque le gustaría que le dijeran «lo siento». Por todo ello, reclama que se conozca la ‘verdad’ para construir la convivencia, porque sobre la mentira es imposible crear nada; y que esa verdad se documente y se refleje en los libros de historia. «Lo que pasó en 1977 parece una página arrancada de la historia y ha hecho falta que el Gobierno reconozca la injusticia de mi padre para que me crean», manifiesta con tristeza.
Confiesa que ha pasado miedo y que sigue teniéndolo, pero ya no se calla. A pesar de todo no tiene odio y el actual reconocimiento del Gobierno español le ha dado «una sensación de descanso». En su opinión, la verdad tiene que salir a la luz y está convencida de que saldrá «porque el hecho de dar visibilidad a mi historia ha animado a que otros cuenten sus verdades«.
Inés e Iban han contado sus verdades. Y lo han hecho de forma valiente porque pudiendo haber elegido el camino del odio han elegido el de la solidaridad. Buenos testimonios que ayudarán a los universitarios que les han escuchado en Deusto a dar pasos hacia la verdad y convivencia en Euskadi.