Frente a los tabús de los vestuarios de futbol masculino, diferentes investigaciones han señalado que existencia de una homosociabilidad permisiva en los equipos femeninos que se se configura como un fenómeno social en el que las relaciones entre mujeres dentro de un entorno deportivo se estructuran bajo dinámicas de convivencia y socialización que facilitan la expresión de identidades de género y orientación sexual diversas. En estos espacios, la proximidad emocional y física, la complicidad y la construcción de lazos afectivos permiten la emergencia de prácticas y vínculos que, aunque no necesariamente se traduzcan en relaciones homosexuales, generan un ambiente en el que estas pueden surgir y ser aceptadas con mayor naturalidad.
A diferencia de otros ámbitos sociales donde las normas de género son más rígidas, los equipos deportivos femeninos ofrecen una estructura en la que la interacción continua, la confianza mutua y la vivencia compartida de desafíos físicos y emocionales generan una cohesión grupal que desdibuja las fronteras tradicionales de la feminidad normativa. En este contexto, la homosociabilidad funciona como un mecanismo que, por un lado, reproduce ciertas lógicas del deporte dominado históricamente por los hombres, y por otro, permite una redefinición de las relaciones entre mujeres basada en el compañerismo y el apoyo mutuo.

Desde un enfoque sociológico, esta homosociabilidad permisiva no solo favorece la posibilidad de experiencias homosexuales dentro de los equipos, sino que también fomenta una mayor apertura a cuestionar las normas de género establecidas. Siguiendo los planteamientos de Becker (1963) y Goffman (1963), puede considerarse que las jugadoras atraviesan una «carrera moral» en la que exploran su identidad en un entorno que, aunque pueda estar marcado por prejuicios externos, les proporciona un espacio seguro para experimentar y resignificar su autopercepción.
Este fenómeno también se ve reforzado por la homofobia presente en el deporte profesional, que limita la visibilidad de las relaciones homosexuales y, paradójicamente, fortalece la creación de espacios cerrados de interacción entre mujeres, donde se desarrollan vínculos afectivos y sexuales sin la vigilancia normativa del exterior. De este modo, la homosociabilidad permisiva en los equipos femeninos no implica necesariamente la homosexualidad de sus integrantes, pero sí permite la existencia de relaciones que desafían las concepciones hegemónicas sobre el género y la sexualidad en el deporte.
En conclusión, la homosociabilidad permisiva en los equipos femeninos representa un modelo alternativo de socialización que, lejos de ajustarse a una dicotomía heterosexual/homosexual, pone de manifiesto la complejidad y fluidez de las identidades y los deseos. Al proporcionar un espacio donde las experiencias personales pueden desarrollarse con menor censura, estos equipos se convierten en escenarios clave para la exploración y resignificación de la identidad de género y la orientación sexual en el ámbito deportivo.
Becker, H. S. (1963). Outsiders: Studies in the Sociology of Deviance. New York: Free Press. https://doi.org/10.4324/9781315129941
Goffman, E. (1963). Stigma: Notes on the Management of Spoiled Identity. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall. https://doi.org/10.4324/9780203793343
Mennesson, C. (2000). «Hard Women and Soft Women: The Social Construction of Identities among Female Boxers». International Review for the Sociology of Sport, 35(1), 21-33. https://doi.org/10.1177/101269000035001002
Peretti-Watel, P. (2001). «Neutralization Theory and the Denial of Risk: Some Evidence from Cannabis Use among French Adolescents». British Journal of Sociology, 52(3), 393-512. https://doi.org/10.1080/00071310120071193