Artículo publicado en Cinco Días (06/09/2022)
Con las constantes subidas del euríbor, y su efecto en el coste de los préstamos hipotecarios, bastantes de nuestros conciudadanos se preguntan: ¿debo contratar mi préstamo a tipo fijo o variable? Muchos se hacen estos días esta pregunta, cuya respuesta interesa al ciudadano que quiere financiar una parte de la compra de su vivienda con un crédito hipotecario, pero también al banquero o al bancario que debe aconsejarle, a la vez que todos nos preguntamos: ¿cómo va a afectar la subida de tipos de interés a nuestra economía?
Comenzaré con una anécdota; hace bastantes años cogí un taxi y le pedí que me trasladara a una determinada dirección; el taxista sabía que esa dirección correspondía a una escuela de negocios y pronto provocó una sustanciosa conversación: ¿usted va como alumno o como profesor?, me preguntó; como profesor, le dije. A partir de ahí el taxista se interesó por mi especialidad; cuando le conté que eran las finanzas, tras cerciorarse de que lo mío tenía que ver con los bancos, los créditos y cosas así, me comentó que quería pedir un préstamo para comprarse un piso y me formuló sin tapujos una pregunta: ¿lo pido a tipo fijo o variable? Mi respuesta, después de darle algunas explicaciones, fue: no sabemos qué será mejor, pero parece más lógico a tipo fijo. A esta misma conclusión llegaré enseguida.
Cuando uno se endeuda a tipo variable, le puede ir bien o mal: si suben los tipos pagará más, pero si bajan pagará menos. En un contexto como el actual, podemos pensar que los tipos van a tender a subir; pero tampoco sabemos cuánto van a subir ni durante cuánto tiempo. En una hipoteca a 30 años, ¿quién
sabe cómo van a evolucionar los tipos?, ¿cuántos años pagaré más contratando a tipo fijo y cuántos si lo hago a variable? No sabemos cómo nos irá mejor. Pero sí hay algo claro: a tipo variable corremosmás riesgo. La teoría financiera nos viene enseñando desde hace muchas décadas que somos enemigos del riesgo: las personas preferimos lo seguro a lo aleatorio; si nos toca un premio de 50 millones en una lotería, no estaremos dispuestos a jugárnoslos a cara o cruz, a doble o nada, 100 o nada. El riesgo los financieros lo entendemos como variabilidad, como inestabilidad y, en general, preferimos la seguridad.
En el caso que estamos analizando hay un riesgo: el Banco Central Europeo puede subir mucho los tipos y durante mucho tiempo, o al revés. El quid de la cuestión es: ¿quién va a correr el riesgo, el banco o el particular que pide el préstamo? Si el Banco Central Europeo sube mucho los tipos y el préstamo está a tipo fijo, al banco le cuesta más el dinero, y no puede repercutir ese coste en el cliente: el banco se come el marrón; pero si está a tipo variable: es el cliente el que se come el marrón.
Lo más lógico es que sea el banco el que corra el riesgo dado que por su tamaño y conocimientos del tema puede soportarlo o cubrirlo mucho mejor que el particular. El cliente puede ver destrozado su presupuesto familiar ante una escalada fuerte de los tipos de interés si tiene el préstamo a tipo variable.
Alguien podría pensar que, si el BCE sube los tipos menos de lo previsto, eso beneficiaría al cliente a tipo variable, y es cierto, pero esa es la variabilidad que queremos evitar. No creo aconsejable para un cliente particular especular con los tipos de interés, aunque eso pudiera salirle bien a largo plazo. El banco, por correr el riesgo, puede añadir un sobrecoste en el tipo fijo, que en finanzas llamamos premio por riego (risk premium). Eso es razonable, pero que corra el riesgo el que mejor lo pueda correr, que normalmente
será el banco.
La actual tendencia al alza de los tipos de interés, y lo que puede venir, va a tener efectos perniciosos para los que estén endeudados o tengan que endeudarse, también va a encarecer la inversión. En España, además, con un fuerte endeudamiento público, la deuda se va a encarecer. Son malas noticias, provocadas por las subidas de tipos de interés del BCE como medidas para controlar la inflación.
El taxista con el que comenzaba este artículo me dio las gracias afectuosamente y, a pesar de mi insistencia, no quiso cobrarme la carrera. ¡Un detalle! Esto me recuerda que en mis viajes a Buenos Aires (antes del uso generalizado de internet) el taxista del aeropuerto me situaba, en muchas ocasiones, sobre las magnitudes económicas básicas del país (paro, inflación, prima de riesgo, tipos de interés…); y solían hacerlo con precisión. Nunca se me ocurrió pagarle el doble, a lo más tenerlo en cuenta en la propina.¡Gran gremio el de los taxistas!, con el que tanto convivimos.
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