Artículo publicado en El Correo (12/09/2022)
In medio Virtus’, (‘la virtud se halla en el centro’), es un latinismo tomado de Aristóteles, quien en su ‘Ética a Nicómaco’ explica cómo la virtud se encuentra en el medio de dos vicios, el vicio por exceso y el vicio por defecto. Cabe algún comentario sobre el centro político, económico y social y qué elementos pueden configurarlo.
Una consideración previa a la centralidad se refiere a la distinta simetría atribuida a los extremos. La extrema derecha suscita, en general, sospechas y condenas, mientras que la extrema izquierda disfruta de una aceptable permisividad. Vendría a ser esta última una enfermedad benigna que se cura con el consejo de los años, mientras que aquella –la extrema derecha– se constituye en un riesgo mayor, un pronto incurable al que hay que combatir con toda la artillería de réplica social. Más aun, la extrema izquierda, arrogándose el monopolio de la decencia moral, habla sin empacho en voz alta y se constituye en la tesis a refutar, de tal modo que la extrema derecha suele jugar durante un tiempo en desventaja y cierto complejo de inferioridad en las formas. Puro maniqueísmo. La verdad es que ambos extremos son igualmente inasumibles porque ambos contribuyen a socavar la democracia.
Quizá, el principal y más generalizado ataque a la centralidad procede en los últimos años del ideario populista: atenta larvadamente contra los valores democráticos en una secuencia de pasos protocolizados. Arranca con un mesías carismático que promete rescatar al pueblo de los males e injusticias causados por el sistema vigente. Seguidamente llega el ataque al ‘establishment’, imprescindible enemigo a quien culpar de los males. Casi siempre los ‘no nacionales’ representan un cómodo blanco por su carencia de derecho al voto.
Paulatinamente, el autoritarismo intenta socavar las instituciones mediante el cuestionamiento de la prensa libre y el sistema judicial independiente hasta ensayar, si es posible, cambios en la Constitución que conviertan su poder en decisivo dando carpetazo al sistema de libertades. En todos ellos la sustitución del caudillismo por la democracia se erige en piedra angular. El populismo es un movimiento al alza, causante de fenómenos como el Brexit británico, la elección de Trump en EE UU, de Bolsonaro en Brasil y de recientes coaliciones en Italia. Está presente con diversos grados de intensidad y autoritarismo en Hungría y Polonia y aspira al poder en Alemania, España, Austria, Suecia, Francia y Países Bajos. Su objetivo último, el control absoluto de los resortes democráticos, se consolida en las dictaduras conocidas, desde Venezuela a Arabia Saudita, pasando por China, Turquía o Rusia.
La centralidad económica no es independiente de la política. Un ejemplo químicamente puro, aunque haya resultado notablemente dañado por los recientes descalabros energéticos: el ordoliberalismo alemán. ¿Puede definirse como el modelo europeo de centralidad? Surge en 1930 en la Universidad de Friburgo dando origen a la escuela del mismo nombre a la que se uniría después quien fue canciller federal entre 1963 y 1966 , Ludwig Erhard , padre del milagro económico alemán.
Paulatinamente deriva en el concepto de ‘economía social de mercado’ rescatando valores anclados en la disciplina, la austeridad y el emprendimiento, junto a la defensa de las libertades individuales, en un Estado social tutelar que mantenga los principios del libre mercado impidiendo posiciones hegemónicas o monopolísticas distorsionadoras. El equilibrio fiscal es responsabilidad del gobierno, creando el marco para la acción libre de empresarios y representantes de los trabajadores. En palabras de sus fundadores, ‘el orden del mercado representa un orden ético’. El ordoliberalismo forma parte de la gran ‘Política del Orden’ como peculiar idiosincrasia del hacer alemán.Ha procurado a la economía alemana 60 años de estabilidad y prosperidad.
También compete a la sociedad ocupar con determinación la centralidad. Que los grupos sociales huyan de extremismos y suavicen las expresiones colectivas, incluso el lenguaje y los comportamientos, es la base de una prosperidad estable. Una sociedad centrada produce políticos moderados, ya que la primera selecciona a los segundos para que la gobiernen.
Obviamente, a Aristóteles todo esto le parecería coser y cantar.
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