Artículo publicado en El Correo (19/09/2022)
El drástico recorte en la oferta mundial de productos energéticos ha provocado una elevación en el precio de los mismos, llevando el IPC a registros de dos dígitos. No solo al IPC general, sino también al subyacente, ya que el encarecimiento de la energía ha infectado a la totalidad del circuito de la economía. Se estima hasta en un 80% la influencia que en la inflación subyacente tienen los precios del gas y la electricidad, a pesar de que quedan directamente excluidos en su cómputo. Piénsese en los plásticos –derivado del petróleo– y en las implicaciones generales de las cadenas de frío y calor en el sistema productivo.
Poco tienen que ver aquí las raquíticas subidas salariales, ni los beneficios o márgenes empresariales. Una caída radical de la oferta energética ha conducido a que los precios estén desbocados. Resumen: nos hallamos ante una patética inflación de costes. Ni rastro de inflación de demanda, aunque el exceso de esta se deprima ahora con tipos de interés elevados.
En ese contexto, el IPC de agosto sigue estando desatado en nuestro país. Aunque tampoco se entiende fácilmente por qué tenemos que encabezar las listas de los infortunios en la OCDE. El IPC se eleva al 10,5% interanual, con el precio de los alimentos disparado. La luz se encarece un 60% en el último año. El INE ha destacado que la inflación del grupo de alimentos y bebidas no alcohólicas alcanzó un 13,8% interanual, la cifra más elevada desde que se inició la serie estadística en 1994.
Huyendo del inmovilismo, aunque sin el apoyo de las carteras de influencia del Gobierno, la ministra Yolanda Díaz ha propuesto abaratar la cesta de alimentos básicos, apelando al sencillo mecanismo de lograr el acuerdo de las grandes cadenas alimentarias de distribución para la congelación de los precios de los mismos. Obviamente, la propuesta no ha prosperado y ha contado no solo con el rechazo de los hipermercados sino también de sus propias filas, incluso de algunos de los miembros del Ejecutivo central.
El sector privado se ha defendido aludiendo a la posible irregularidad de una acción concertada, de la que ya ha sido prevenido por la CNMC. Como es lógico, el pequeño comercio ha puesto el grito en el cielo ante lo que hubiera sido un escandaloso caso de ‘dumping’ comercial. Con idéntica lógica cabría suponer que el resto de los protagonistas de la cadena de valor de los productos del sector que acceden a los supermercados no estarían dispuestos a aumentar la brecha de lo que ya han denunciado repetidas veces como una situación de orfandad del campo hispánico.
¿Y la cúspide de la pirámide? ¿Acaso los Mercadona, Eroski, Carrefour y resto de líderes de la distribución gozan de una situación de privilegio, amasando beneficios indiscriminados?
Basta revisar las cuentas que figuran depositadas en la CNMV para constatar que los márgenes con los que trabajan las grandes superficies son infinitesimales, y que están abrazando un modelo de gran rotación de operaciones con un beneficio unitario raquítico. ¿Sería justo penalizarlo? La mayor de las cadenas operantes en España, Mercadona, trabaja con un margen del 2,43%, esto es, de algo más de 2 céntimos por euro facturado.
A muchos economistas no nos gustan los controles de precios. Deprimen la oferta. Con el precio intervenido, no hay incentivo para ofrecer el bien, que no accederá al mercado. La demanda superará a la oferta, lo que conduce a racionamientos o listas de espera. En nuestro caso la demanda acudirá a los minoristas, que finalmente elevarán los precios llegando a las antípodas de lo que se pretendía con la limitación de los precios: más inflación.
Entonces ¿qué es lo que recomendamos? Política fiscal o ayudas directas. Un ejemplo. El Estado ha recaudado hasta agosto 22.283 millones de euros más de lo que ingreso en el mismo periodo de 2021 debido a la mayor aportación de los contribuyentes en IVA e IRPF como mera consecuencia nominal de la elevada inflación. De modo que la señora Díaz y el señor Sánchez tienen un margen de 22.000 millones para bajar el IVA de la carne o el pescado. Y de paso pueden deflactar el IRPF con la tasa de inflación, aunque solo sea para los menos pudientes.
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