Artículo publicado en El Correo (02/10/2022)
Ayer se celebró el Día Internacional de las Personas de Edad, fecha para concienciar a la población de los retos que plantea ese fenómeno llamado ‘encanecimiento del planeta’. Un día que se supone extensible al resto del año.
Me parece oportuno aludir a un estudio citado con frecuencia, realizado a finales de los 70 y comienzos de los 80, por las profesoras Ellen Langer y Judith Rodin. En una residencia de mayores formaron dos grupos, al azar, con dos condiciones diferentes. A los del primer grupo (A) se les propuso que tomaran ellos mismos una serie de decisiones. Por ejemplo, horario y lugar donde recibir las visitas, poder elegir entre asistir o no al cine semanal… Además, se entregó una planta a cada uno y se les dijo que ellos decidirían dónde colocarla, así como cuándo y cómo regarla. Los del otro grupo (B) recibieron el mismo trato en general que los del A, salvo que no se les invitó a tomar decisiones, aunque se les dijo que el personal de la residencia estaba para ayudarles en lo que necesitaran. También los del grupo B recibieron una planta, pero se les indicó que serían las enfermeras las encargadas de cuidarla.
A las tres semanas se realizó una evaluación cuyos resultados se compararon con la realizada al comenzar el estudio. Según los informes de las enfermeras y la valoración del propio residente, las personas del grupo A se sentían más asertivas, activas, participativas y felices que las del grupo B. La evaluación que se realizó transcurridos 18 meses mostró, además, mejor estado de salud general, incluso inferiores tasas de defunciones, en el grupo A que en B.
A este estudio siguieron otros con resultados semejantes o convergentes, que destacan el importante papel que tiene en el funcionamiento general, salud general, actividad y bienestar de las personas mayores tomar decisiones y ejercer control sobre el entorno. Los profesores Deci y Ryan, en su influyente teoría de la autodeterminación, destacan tres necesidades básicas e innatas del ser humano: competencia, relación y autonomía.
El interés y las acciones de la sociedad por el bienestar de las personas mayores ha aumentado notablemente en las últimas décadas y lo sigue haciendo (al menos, respecto a los cuidados y atenciones materiales, aunque mucho menos en la disolución de los estereotipos y prejuicios contra este grupo de edad). Se promueve un envejecimiento activo, se lucha contra la soledad no deseada… Son objetivos muy positivos y loables que, sin duda, redundan o redundarán en un aumento del bienestar general de las personas mayores.
El peligro está en aplicar aquí, advertida o inadvertidamente, el lema del despotismo ilustrado: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo», «Todo para la persona mayor, pero sin contar con ella». Un principio de actuación que se sustenta en el edadismo compasivo –compasivo, pero edadismo–, basado a su vez en el estereotipo del ‘viejo-niño’.
No entro en la casuística de hasta cuándo la persona mayor es capaz o no de tomar decisiones. Las elevadas cifras de prevalencia de la demencia senil nos muestran, a la vez, que todavía es mayor el porcentaje de personas mayores que conservan sus facultades mentales.
Fomentar el control es fomentar las ocasiones de elegir y de tomar decisiones. Es cierto que en algunas situaciones no resulta posible modificar el entorno, momento en el que el control se ha de ejercer moderando o controlando los propios deseos. En todo caso, es necesario explicar de forma exacta y comprensible algunas decisiones excepcionales que se toman sin una intervención plena de la persona afectada. Todo esto se aprende con la práctica continuada de la toma de decisiones y no con su limitación.
Es muy importante que, junto a los esfuerzos por crear en las residencias, centros de mayores y familia un entorno material atractivo y agradable, no se olvide lo que indican los estudios de Langer y Rodin y otros realizados con posterioridad.
Aplaudamos, pues, todas las mejoras en el bienestar material y sanitario de las personas mayores, pero sin olvidar la atención a las necesidades también básicas de autonomía, control, es decir, a la práctica de la iniciativa y de la toma de decisiones, que les ayuden a sentirse competentes. Parece que es mejor para la salud general y bienestar de la persona mayor ofrecerle –mejor, que ella misma la elija– una atractiva pero económica planta, sobre la que pueda tomar decisiones, que entregarle una bella y costosa orquídea, pero sin que pueda tomar decisiones sobre ella.
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