Artículo publicado con Pedro Bom en El Diario Vasco (04/10/2022)
Hace un año escribimos sobre inversión pública y desigualdad en este blog. También hemos abordado el menguante peso de los salarios en la renta nacional. Hoy vamos a hablar de nuestro último trabajo, que trata sobre la relación entre la inversión pública y la participación de los salarios en la renta nacional, aprovechando que se ha publicado hace poco en la revista International Review of Economics and Finance (en formato de Open Access). Por ello, el post de hoy está escrito por mi compañero Pedro Bom (del campus de Bilbao) y por mí mismo.
La participación de los salarios en la renta nacional se ha visto reducido significativamente en los últimos años. Las razones del porqué de este descenso son variadas, desde los errores de medición, la creciente importancia de las empresas muy intensivas en capital, la acumulación de capital privado, los cambios en el mercado laboral y sus instituciones, y la expansión de las cadenas de valor globales, entre otros.
Nosotros nos centramos en la inversión pública, que también ha disminuido sustancialmente en los últimos años. El Gráfico 1 muestra claramente este patrón para los países desarrollados: Menor inversión pública (línea roja discontinua, eje derecho) está fuertemente asociada con menor participación de los salarios en la renta nacional (línea azul continua).
Gráfico 1. Participación de los salarios en la renta nacional e Inversión Pública, 1990-2019, Países desarrollados.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del FMI y The Conference Board (TCB).
El mecanismo que explica por qué una menor inversión pública está relacionada con una participación menor de los salarios en la renta nacional se basa en dos condiciones fundamentales que nos parecen empíricamente plausibles.
En primer lugar, es difícil para las empresas sustituir trabajo por capital—p.ej., adquirir una máquina que haga el trabajo de una persona, o al revés. Esto depende del tipo de empresa y del sector económico en el que opera, por supuesto, y va cambiando con el progreso tecnológico, pero la gran mayoría de los estudios demuestran que sigue siendo así a nivel agregado (es decir, para el total de la economía). En términos más técnicos, se dice que los factores de producción capital y trabajo son complementarios o que su elasticidad de sustitución es inferior a 1. Al ser complementarios, un incremento del factor capital aumenta la productividad del factor trabajo más que proporcionalmente. Por ejemplo, una empresa de transporte que aumente su flota de camiones aumentará la productividad del trabajo. Sin embargo, el camión por sí solo no incrementará la producción de la empresa (servicios de transporte); este incremento solo tendrá lugar cuando contrate a un trabajador más que pueda conducir el camión.
En segundo lugar, el capital público (del Estado) interactúa directamente con el capital privado (de las empresas) de forma que aumenta la productividad de este último. Por ejemplo, un incremento en la calidad de una carretera aumenta la productividad de los camiones que circulan en ella. Otras formas de inversión pública, tales como las inversiones en energía y telecomunicaciones, tienen también esta característica.
Además, los salarios reflejan los incrementos de productividad del factor trabajo, lo que tradicionalmente se obtiene al asumir que el mercado laboral es competitivo.
Combinemos ahora las observaciones anteriores. Si la inversión pública genera incrementos en la productividad del capital privado y éste, por la complementariedad antes mencionada, aumenta la productividad del factor trabajo aún en mayor proporción, entonces la inversión pública aumentará la participación de los salarios en la renta nacional. Por el contrario, una menor inversión pública empujará a la disminución del peso del factor trabajo en la renta nacional.
El artículo que hemos publicado demuestra el funcionamiento de este mecanismo en el contexto de un modelo macroeconómico de equilibrio general y encuentra un sólido soporte empírico para los países desarrollados. En efecto, creemos que la inversión pública puede ser un importante determinante de la participación salarial en la renta nacional. Una menor participación salarial, a su vez, puede estar fuertemente relacionada con un menor bienestar, mayor desigualdad y menor crecimiento. En suma, la inversión pública es recomendable no sólo por razones de eficiencia, sino también de equidad. La Gran Recesión y la pandemia no han ayudado mucho a que la inversión pública se recupere, teniendo en cuenta las tensiones originadas sobre el déficit público y la deuda pública en muchos países, entre los cuales España.
Así, pues, prestemos mayor atención a la inversión pública, especialmente teniendo en cuenta la transición ecológica a la que nos enfrentamos directamente.
Mejor nos irá si lo hacemos.
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