Artículo publicado en Código 84 (01/10/2022)
Cada desastre humanitario y guerra atrae interés por conocer las relaciones internacionales y satisfacer la tan humana necesidad de entender con la cabeza lo que a veces resulta incomprensible para el corazón.
Desde las relaciones internacionales hemos dedicado décadas a explicar un mundo donde los abusos han prevalecido demasiadas veces a lo largo y ancho del mismo, pero precisamente porque ha sido así conocemos las consecuencias y no podemos permitir que suceda. Hoy nos enfrentamos a un momento existencial e histórico ante la posibilidad de que triunfe un nuevo modelo. Una alternativa que se presenta a nuestro viejo sistema internacional -terriblemente ineficiente, desigual y necesitado de urgentes reformas-, pero que no es un mundo más justo.
Más allá de los territorios. El objetivo: controlar la libertad
La invasión rusa en Ucrania es una legitimación de la agresión, de la tiranía del fuerte, de la vulneración para con el débil y su derecho más básico a una vida libre. Sin embargo, no es un hecho aislado que irrumpa en la sociedad y la economía mundial de manera puntual. Lo que se lleva décadas madurando en las élites gobernantes de Rusia y China y que Putin ha puesto en marcha en Ucrania es un ejemplo práctico del desafío a los valores esenciales del orden internacional de la postguerra fría. Ceder en Ucrania es el primer paso a la consolidación global de un modelo donde triunfe la autocracia, el silencio obligado, el pensamiento único, la negación de la igualdad entre personas, la sustitución del desarrollo sostenible por el uso de los recursos y el desarrollo económico como arma, que persiguen a las personas por su género, sus opciones políticas, religiosas o sexuales.
¿Un modelo en decadencia?
Desde el punto de vista económico-empresarial, resulta evidente que las derivadas del conflicto en materia de seguridad alimentaria, energética y cadenas globales de suministros determinan aún más un entono protagonizado por la incertidumbre y sometido a las voluntades políticas de sistemas sin mecanismos serios de control ni marcos regulatorios fiables. Debemos comprender que esas derivadas son factores económicos concebidos cada vez más como instrumentos, parte de una estrategia geopolítica que busca discutir ya no solo las normas internacionales -ni siquiera las instituciones de gobernanza global-, sino también los valores que las fundamentan desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Lo que algunos han denominado un mundo VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) ha quedado obsoleto y nos enfrentamos a un mundo que va más allá, que otros han denominado un mundo BANI (frágil, ansioso, no lineal e incomprensible).
A nivel sistémico, este cambio de era actual, que no una era de cambios, viene acompañado por la decadencia de un modelo de crecimiento lineal cortoplacista que ha ignorado imprudentemente la complejidad de la realidad y las interrelaciones entre los ámbitos sociales, económicos y medioambientales. Por un lado, se observa un declive marcado por la incapacidad para valorizar los impactos e integrarlos en los modelos de gestión y toma de decisión del sistema productivo y financiero. Con la métrica situada en lo macroeconómico, el modelo ha permitido la vulneración de los límites sociales, con profundas brechas de desigualdad inter-estatales e intra-estatales, que a su vez provocan convulsiones, volatilidad y espacios de crecimiento político para el populismo.
Por otro lado, la ciudadanía vive en sociedades hiperconectadas y transparentes que nos permiten trazar la toma de decisiones, al menos en los países democráticos, con capacidad para mejorar la rendición de cuentas tanto del sector público como del privado.
Comprender y actuar
En este sentido, si deseáramos plantearnos un plan de acción en esta compleja realidad desde el mundo de la empresa internacional, resulta fundamental comprender que los movimientos tectónicos geopolíticos en la última década han incrementado el riesgo político al que se enfrentan las empresas que se internacionalizan. Como consecuencia, los retornos de las decisiones empresariales se aceleran, las interconexiones no estrictamente comerciales de nuestras empresas internacionales se tornan más relevantes para poder gestionar las externalidades y resulta imprescindible mantener la licencia para operar de la que tan a menudo se habla en los estudios de diplomacia empresarial.
Hasta la fecha, las empresas han actuado a menudo a través de una responsabilidad social corporativa que retornaba a las sociedades locales como una contribución a posteriori. La implementación de medidas y el compliance en materia de ESG, mejoró el monitoreo de los impactos pero mantuvo ese carácter reactivo y siguió limitando su contribución a un modelo de crecimiento potencialmente más sostenible e inclusivo. Actualmente, la situación requiere ir más allá y ser capaces de articular una capacidad proactiva de diplomacia empresarial. Esta capacidad debe de comprender mejor el mundo -sus normas, instituciones y valores- para poder contribuir al bien común mientras mejoramos los resultados económicos particulares.
Debemos de ser capaces de auto-evaluarnos a través de alianzas estratégicas con actores externos, mantener flujos de inteligencia competitiva que mejore nuestra capacidad de maniobra frente a la incertidumbre e inestabilidad internacional y, por último, introducir la diplomacia empresarial en nuestras estrategias de competitividad sostenible mitigando los riesgos a corto plazo y transformando a las empresas en líderes clave del cambio con capacidad de co-crear mejores modelos de crecimiento.
Luchar y defender un modelo sostenible, justo y democrático
Se está configurando un mundo donde ni todo ni todos cabemos, aunque todavía evitable si actuamos de forma conjunta.
Desde mi perspectiva, las libertades solo se engrandecen con su uso y mueren con el silencio de quienes podían defenderlas. Un modelo sostenible, justo y democrático solo se impulsa defendiendo los valores y las libertades que lo cimientan y languidece con quienes lo dan por sentado o lo manipulan sin trabajar por mejorarlo.
Demasiados de nuestros abuelos y abuelas dejaron su juventud luchando por todo ello como para que sus nietos permanezcan en un silencio que, si tuviera olor, sería a complicidad.
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