Artículo publicado en Deia (18/10/2022)
A lo largo de este mes, la Organización de Naciones Unidas nos propone un Octubre Urbano.
Una polifonía que tiene por finalidad crear conciencia, promover la participación, generar conocimiento e involucrar a la sociedad en la creación de un mejor futuro en ciudades, territorios y comunidades. Una sinfonía que recoge, en sus notas y partituras, la mejora de la vida de las personas que habitan las ciudades, territorios y comunidades. Un pentagrama con notas en clave de respuesta a tanta brecha abierta, de desigualdades que nos separan, para personas a las que se les niega el disfrute de una vida digna.
En el trasfondo de esta iniciativa, hallamos la banda sonora de la Agenda 2030, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de la Nueva Agenda Urbana, con melodías adaptadas a los ritmos y cadencias de estados, regiones y municipios a lo largo y ancho del mundo, dentro de las que identificamos los compases propios de la Agenda Basque Country 2030 y la Agenda Urbana de Euskadi. Un soniquete que llega a nuestros oídos a través de medios de comunicación y redes sociales, pero que no acaba de envolvernos con un tarareo instintivo de melodías y canto entusiasta de sus letras.
La secuencia de crisis económica-financiera, pandémica, bélica y geopolítica, energética, climática, salpicadas de vulneraciones de derechos humanos, desigualdades crecientes, semillas de xenofobia, amenazas a la democracia… configura una sucesión de estridencias y cacofonías que nos arrastra a escenarios de incertidumbre y desasosiego.
Gran parte de las partituras con las que hacer frente a los ruidos generados por dichas crisis están en las páginas de dichas Agendas, en sus objetivos, acciones y propuestas de una nueva gobernanza. Tenemos gran parte de la orquesta: instituciones que podrán cumplir sus compromisos, empresas que deberán completar su parte, entidades sociales que aportarán soluciones distintas… Pero son las personas, las voces del coro, las que pueden marcar la auténtica diferencia. Si logramos que sientan las Agendas como propias, si conseguimos que vean reflejadas su vida en ellas: adversidades y avances, barreras y pasarelas, problemas y soluciones… Habremos dado un salto cualitativo como sociedad.
Para ello, en primer lugar, necesitamos que se sientan personas empoderadas, con suficientes conocimientos, competencias y valores para posicionar su vida en un mundo tan complejo como el que nos ha tocado vivir. El éxito de las Agendas depende de hacer de las personas, ciudadanas y ciudadanos plenamente conscientes de la realidad, de los problemas, de las alternativas, de las implicaciones de cada una de ellas y de su capacidad para encarar los retos presentes y futuros.
Necesitamos que recuperen la confianza en las instituciones y sus líderes, en las empresas y quienes las representan, en las entidades sociales y quienes tiran de ellas. Y para lograrlo, se tiene que abrir canales de información suficiente, de calidad, fiable y asimilable. El ejercicio de la transparencia en la implementación de las Agendas es clave para lograrlo.
Pero, vamos a necesitar algo más para lograr su confianza. Tienen que sentirse escuchadas. La comunicación es fundamental, pero no unidireccionalmente, como receptoras de los mensajes de instituciones, empresas y entidades sociales,
La exigencia para con sus personas de que confíen en sus representantes institucionales o en las personas al frente de la economía, el medio ambiente, la sociedad o la cultura, requiere sentirse acogida y escuchada por esas mismas personas. La orfandad, la soledad de tantas personas enfrentadas a su enrevesado destino no es el caldo de cultivo adecuado para unas Agendas necesitadas de todas las manos posibles para su implementación.
No acaba aquí el proceso de conquista de los corazones de las personas que habitan el planeta por parte de las Agendas. El relato bello y pulcro, escrito por manos expertas y eruditas, debe mancharse con el barro de las manos de millones de personas corresponsables de su materialización. La cocreación de nuevos instrumentos, el arreglo de otros más viejos y dañados, el firme compromiso con los procesos y la corresponsabilidad con los resultados obtenidos son parte inherente a unas Agendas.
En este complejo proceso, nuestro éxito depende de la migración de la indiferencia ante los ODS a la consideración de las Agendas como propias (neurea). Y está condicionado por el tránsito paulatino de su carácter propio a su visión como un nosotros (geurea) y como un de todas y todos (guztiona).
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