Artículo publicado en El Correo (23/10/2022)
Hay que remontarse cuarenta años para recordar inflaciones cercanas al 10%. La mayoría hemos olvidado cómo se negocian revisiones salariales en esas drásticas situaciones. Más aún, con una recesión económica en ciernes. ¿Cómo podemos motivar a empleados en estas circunstancias?
Son muchos los convenios públicos y de empresas privadas que están en plena negociación en estos tiempos tormentosos de inflación desbocada y nubes grises en el horizonte económico. Solo con un gran esfuerzo en ambos lados de la mesa podrán cerrarse acuerdos salariales de mínimos. Por eso, quizás es momento de levantar la cabeza y tener una mirada más holística sobre cómo motivar a los empleados.
Ya en los años 60 del siglo pasado Maslow formuló su pirámide de las necesidades humanas. Y, posteriormente, grandes pensadores como McGregor, McClellan o Herzberg continuaron dicha línea hablando de motivaciones –más que necesidades–. Motivación procede del término latino ‘motivus’, que significa ‘causa del movimiento’. Encontrar las claves para ello parece el santo grial para tener empleados felices. Permítame dar algunas ideas.
Existe un consenso bastante grande en que son tres los tipos de motivaciones que cualquier ser humano puede tener para movilizarse. Tres grandes grupos de motivos por los cuales un empleado puede levantarse cada mañana. ¿Tiene usted claro por qué realmente se levanta cada mañana?
Todos podemos tener de los tres tipos de motivaciones, pero en diferente intensidad. Me explico. Por un lado, están las ‘motivaciones extrínsecas’, aquellas que un tercero puede darme para que me movilice. ¿Se le ocurre alguna? Efectivamente, un aumento de salario o el reconocimiento pueden ser algunas de ellas. Sin embargo, este tipo de motivaciones tienen un problema: una vez alcanzadas, dejan de motivar. Por ejemplo, si yo preguntara quién de ustedes está contento con lo que cobra, sólo los que no son extrínsecos o aquellos a los que acaban de subirles el sueldo levantarían la mano. Lamentablemente, la sociedad consumista en la que vivimos nos empuja a creer que tener un coche nuevo o comprarse un nuevo reloj nos dará felicidad. Y sin duda alguna nos la da. Pero el problema es que es muy efímera. Fíjese qué ocurrirá con los próximos zapatos que se compre; pasado un tiempo, le harán tan feliz como los que ahora lleva puestos: poco o nada.
Esto es debido a un efecto llamado ‘adaptación hedónica’. Nos acostumbramos con más rapidez de lo que creemos a los eventos positivos y negativos de nuestras vidas. En la actualidad nos encontramos en un contexto difícil: inflación y recesión. A pesar de ello, hay que revisar salarios. Logrado el acuerdo, ¿se acabaron los problemas motivacionales? La experiencia dice que no. Esa motivación decaerá. Hay que buscar soluciones complementarias. Para ello le sugiero una solución: activar los otros dos tipos de motivaciones que el ser humano puede desarrollar.
El segundo grupo son las ‘motivaciones intrínsecas’, aquellas que surgen en mi interior y me dan crecimiento personal. Por ejemplo, el orgullo de estar desarrollando un bonito proyecto con el que usted está aprendiendo mucho. Otra puede ser la formación, porque le ayudará a ser su mejor versión, que es al final lo que está en la base de este tipo de motivaciones.
Y, finalmente, está el tercer tipo, las ‘motivaciones trascendentes’; aquellas que, como las anteriores, surgen en mi interior, pero en este caso el bien no es para uno mismo, sino para terceros. Un ejemplo puede ser por supuesto trabajar para una ONG, pero también podemos buscarlas en nuestro trabajo. Por ejemplo, ayudar a mi equipo a ser mejores profesionales. No es propiamente el fin para el que me contrataron, sin embargo estoy haciendo un bien a terceros. Es la motivación más valórica y la que más sacrificio suele conllevar. Y lo que es peor, la que probablemente menos entiendan en su entorno. Le dirán que se están aprovechando de usted cuando realmente lo que está ocurriendo es que usted tiene una comprensión social más elevada que el resto.
En resumen, un comercial puede trabajar porque le gusta el bonus que le dan, porque le gusta el trabajo de negociar y vender o porque de verdad cree que está aportando a sus clientes un producto que les mejorará su vida. Nelson Mandela contaba que le marcó para el resto de su vida lo que su madre le dijo cuando era niño: «Hijo mío, cuando mueras vas a encontrarte a tres tipos de personas: los que dejaron el mundo peor de lo que estaba, los que dejaron el mundo como estaba y los que dejaron el mundo un poco mejor de lo que estaba. Pregúntate en qué grupo quieres estar». Mi sugerencia: pregúnteselo también usted y transmítaselo a sus colaboradores.
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