Artículo publicado en El Correo (12/12/2022)
En economía se alude circunstancialmente a un fenómeno que lleva por nombre el de ‘síndrome de la profecía autocumplida’. Se atribuye este título a aquella expectativa que hace que una visión, inicialmente falsa, se vuelva realidad. Creamos a pies juntillas en que la cesta de la compra va a continuar subiendo, y ello provocará el desabastecimiento de los supermercados y el surgimiento de nuevos precios alimentarios astronómicos. Apostemos por un retroceso drástico de la demanda y nos apresuraremos nosotros mismos a ahondar la caída gastando menos y atesorando más para paliar sus posibles efectos perjudiciales.
Dos convicciones van cobrando en las últimas semanas un creciente número de adeptos, desmontando sendas alertas fatalistas anunciadas por buen número de casas de estudio hace pocos meses. La primera consiste en que es más que probable que la economía española no sufra la cacareada recesión –dos trimestres seguidos de PIB negativo–, sino que la sortee con cierta holgura. La segunda, que no tenemos por qué ser los ‘pupas’ de todos los rankings, y que, con relación a la evolución del IPC, vamos en el pelotón de cabeza de la Eurozona.
Como se ha adelantado, son varias las casas de análisis y centros de estudios que están revisando moderadamente al alza la previsión de crecimiento del PIB en 2022 y en 2023 hasta el 4,6 y el 1,2%, respectivamente, ahuyentando el fantasma de la recesión. Resistimos por encima de lo augurado. En el tercer trimestre, la demanda interna se mantuvo firme. A pesar del retroceso de la renta disponible y de la erosión adquisitiva derivada de la inflación, el consumo privado aumentó. No olvidemos que el consumo se lleva la parte de león de la demanda agregada. Creció igualmente la acumulación de capital; esto es, la inversión en equipo productivo y las exportaciones cerraron las referidas tendencias alcistas.
Las estimaciones de crecimiento para el último trimestre de 2022 revelan más optimismo del esperado. Si todo discurre según la tendencia, el PIB podría repetir el crecimiento del trimestre anterior (+0,2%), desmontando las anteriores tesis de caídas moderadas. Como la ley de Okun que relaciona PIB y empleo está ahí para algo, hay que aludir al buen comportamiento de la ocupación en nuestro país en la última parte del año. Falta interpretar con suficiente perspectiva la problemática surgida con los contratos fijos discontinuos que permiten continuar la relación laboral jurídica con la empresa, aunque se hallen en un paro transitorio no computado estadísticamente como tal.
Al César…
En cuanto a la inflación en España, la tendencia es moderadamente halagüeña. Nuestro país registra a noviembre un crecimiento interanual del 6,8% (6,3 para la subyacente), el registro más bajo de los países de la Unión Europea. Letonia, Estonia y Lituania andan por el 22% y Alemania y los países centrales superan el 10%. ¿A qué se debe esta aceptable buena racha? En primer lugar, al hecho de que los cuellos de la oferta van flexibilizándose, circunstancia que no puede ir sino a más y mejor. China publicó el viernes su IPC de noviembre de 2022, el 1,6% en base anualizada. ¿La razón? Es una economía autosuficiente que no tiene problemas de suministro de la oferta. Cuando acabe la guerra de Ucrania nos llegará a los demás esta buena noticia. Existe otra razón más espuria en la que no vamos a ahondar: el INE mide únicamente los contratos de gas y electricidad con tarifa regulada, dejando sin valorar los demás.
La contención de los costes laborales y la reducción del precio del gas, luz, transporte y carburantes (‘excepción ibérica’) han sido dos factores críticos coadyuvantes. Además, aunque ello produzca efectos colaterales negativos, la demanda agregada sigue una tendencia ligeramente descendente (desinflacionista), con la incidencia más señalada en la vivienda, el sector servicios y en el consumo de bienes duraderos. Se prevé que el IPC nacional promedio alcance un 8,5% en 2022, cayendo al 4% en 2023 y el 2,8% en 2024.
Lo anterior no nos faculta para triunfalismos: somos la única economía desarrollada que no recupera importantes registros previos al Covid 19 en 2022. El PIB está por debajo y nuestra tasa de paro continuará por encima en 2023. Y seguiremos con una productividad famélica y un déficit desbocado. Pero, hoy, al César lo que es del César.
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