Artículo publicado en El Diario Vasco (24/12/2022)
Navidad. Esa fecha en la que las calles se llenan de luces, los platos de polvorones y el consumo está más presente que nunca en todas nuestras conversaciones. Esa fecha en la que las iglesias se llenan de conciertos y a ratos de feligreses, algunos de los cuales no volverán hasta las mismas fechas del año siguiente. Esa misma fecha en las que las acciones y campañas vinculadas con la solidaridad, con la ayuda al prójimo, tienen también más presencia que nunca. Así como la Navidad multiplica los anuncios de juguetes, también hace lo propio con los actos, cenas, sorteos y actividades varias dirigidas a ayudar a las personas que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad.
Pero, afortunadamente, más allá de Navidad, también existe espacio para la solidaridad. Y para la organización de iniciativas, de personas que se implican en busca de un bien común. Déjenme ponerles algún ejemplo a partir de experiencias concretas.
A finales de noviembre tuve la fortuna de compartir una mañana de sábado en Usurbil con las personas que integran la asociación Bizipoza. Bizipoza es en realidad una agrupación cuyo objetivo es amplificar la voz de pequeñas y medianas asociaciones. En esta jornada, se presentó un libro y hablamos de cómo construir el espacio público y comunitario. Pero sobre todo escuchamos a representantes de Pausoka y Gure Señeak hablar de la necesidad de normalizar situaciones, facilitar procesos de conocimiento y escucha, generar ventanillas únicas. Familiares que trabajan con infancias frágiles, generando sinergias y caminos a través del euskara y la alegría.
Unos días más tarde, en Oñati, hablamos sobre la situación de los cuidados con las personas mayores de la asociación GoiNagusi, que agrupa a todo el valle de Debagoiena. Se juntó un gran grupo en un frío día en torno a una actividad que no podía calificarse de excepción, sino de norma. Las charlas y conferencias sobre diversos temas se programan cada semana en uno u otro pueblo de la comarca y sirven de excusa para el debate pausado, el despeje intelectual y, por supuesto, para el encuentro y la puesta al día.
No son menos frías las noches en las que los voluntarios y voluntarias de las cenas solidarias cocinan y reparten alimentos en la Plaza de la Constitución de Donostia. Personas que invierten parte de su tiempo desde la articulación de una red surgida de un interés común y general: que otras personas tengan algo caliente que cenar.
Y cenas y comidas, pero eso sí, en el hogar, son las que comparten en compañía las familias acogedoras que forman parte de la red de acogida del sistema de protección a la infancia del territorio. Familias que desinteresadamente acogen a un niño o niña en situación de fragilidad y lo incorporan a su dinámica diaria, a su tiempo de ocio, a todo lo que a una familia le puede suceder.
Todos estos ejemplos, y muchos más que se les ocurrirán a quienes estén leyendo este artículo son la mejor señal de una sociedad civil viva. De una sociedad civil concienciada con lo que sucede a su alrededor, que está dispuesta a dar pasos y comprometerse en aquellos casos en los que sea necesario. Son el mejor ingrediente para la receta conjunta que una comunidad comprometida necesita.
Últimamente se escucha hablar mucho sobre la comunidad. Sobre el deseo de que una comunidad viva sea un soporte claro para las políticas sociales. Pero es un término que cuesta definir. En ocasiones puede parecer que la comunidad es todo lo que tiene que ver con el tejido relacional, pero, a la vez, nada concreto, nada tangible. Sin embargo, todas las iniciativas que hemos mencionado en este artículo son comunidad, construyen comunidad y se materializan de una forma muy concreta tanto para quienes las construyen como para quienes reciben sus beneficios.
Una sociedad civil comprometida genera iniciativas. Iniciativas desinteresadas, que nacen desde abajo y complementan el trabajo de la acción pública, que es a quien le compete ser garante de los derechos básicos. Es esta imprescindible tarea de complementariedad la que con la denuncia, el servicio, la movilización llevará a la construcción de un sistema de protección público-comunitario. En estos días más que nunca, pero también de cara a este nuevo año que comenzará esperemos que en mejores circunstancias que los anteriores, felicitémonos por la fortaleza de nuestra sociedad civil. Aboguemos porque sigan surgiendo iniciativas que la sigan manteniendo con fuerza. Y tengamos claro que la solidaridad se comparte y se trabaja todos los días, desde el compromiso conjunto de todas y todos. Eguberri on!
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