Artículo publicado en El Diario Vasco (10/01/2023)
Esperamos que todos nuestros lectores hayáis tenido unas buenas vacaciones de Navidad en compañía de familiares y amigos. Zorionak eta Urte berrion guztioi!
Si por algo se caracterizan las fiestas de Navidad es por la comida, tanto por la cantidad que comemos, como por la cantidad que desperdiciamos. De hecho, estas Navidades, el Gobierno Vasco, de la mano de la Fundación Vasca para la Seguridad Agroalimentaria (Elika), ha lanzado la campaña de sensibilización contra el desperdicio de alimentos “La comida no se tira”.
Una de las derivadas del desperdicio alimenticio es la incapacidad de alimentar a todas las especies que coexistimos sobre la tierra. Esto, en el caso de la especie humana, conlleva que haya personas susceptibles a enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición (p.e., enfermedades cardiovasculares, obesidad, cáncer, diabetes, osteoporosis). A su vez, el sistema alimentario actual también ejerce presión sobre los recursos naturales de la tierra, como el agua, los combustibles fósiles, así como sobre la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad. Estos retos nos obligan a crear sistemas alimentarios más sostenibles.
Los términos sostenibilidad y desarrollo sostenible fueron acuñados por primera vez en 1987 por la Comisión Brundtland (formalmente denominada como “Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo” de las Naciones Unidas). Esta comisión definió “Desarrollo Sostenible” como aquel desarrollo que satisface las necesidades de las actuales generaciones sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. Por su parte, las “dietas sostenibles” fueron definidas como aquellas que tienen un bajo impacto ambiental y que contribuyen a la seguridad alimentaria y nutricional, así como a una vida saludable para las generaciones presentes y futuras. Las dietas sostenibles son por lo tanto protectoras y respetuosas de la biodiversidad y los ecosistemas, culturalmente aceptables, accesibles, económicamente asequibles, nutricionalmente adecuadas, seguras y saludables, al mismo tiempo que optimizan los recursos naturales y humanos. La siguiente figura representa los componentes clave de una dieta sostenible.
Un artículo reciente analiza el vínculo entre nutrición y medio ambiente, el cual es bidireccional. Los patrones de alimentación afectan el medio ambiente, pero el medio ambiente también puede afectar la elección de la dieta. Por ejemplo, la pérdida de biodiversidad vegetal es importante no sólo desde una perspectiva ambiental, sino también porque las diferentes variedades y cultivares representan una variación significativa en los valores nutricionales de los alimentos. Esto es importante ya que la falta de diversidad en la dieta es uno de los principales factores que contribuyen a las deficiencias de micronutrientes. Los estudios existentes apuntan a que más de dos mil millones de personas sufren de una o más deficiencias de micronutrientes tales como hierro, folato, vitamina A, zinc y yodo.
Como sugiere el artículo, debemos incentivar la generación de “sinergías éticas” para que los beneficios de una nutrición sostenible vengan acompañados de un impacto ambiental positivo. Una sinergia ética ocurre cuando un cambio en la dieta es positivo tanto para la salud como para el medio ambiente. Por ejemplo, comer más legumbres es un ejemplo de sinergia ética, ya que éstas mejoran la salud y reducen el uso de la tierra al reducir la dependencia de la carne como fuente de proteínas. Por el contrario, un dilema ético ocurre cuando un cambio en la dieta es positivo para la salud humana pero negativo para el medio ambiente, o viceversa. Por ejemplo, aumentar el consumo de pescado es un ejemplo de un dilema ético: mejoraría la salud, pero tendría un efecto negativo en las poblaciones de peces. Cada vez hay más evidencia de que es posible diseñar dietas que generen un menor impacto ambiental y que además se alineen con las pautas nutricionales actuales. En este sentido, se han propuesto tres principios rectores para desarrollar una dieta sostenible:
- Reducir el consumo de alimentos densos en energía y altamente procesados y envasados reduce tanto el riesgo de desequilibrios dietéticos como el uso de recursos ambientales.
- Una dieta que comprenda menos alimentos derivados de animales y más derivados de plantas ofrece beneficios tanto para la salud como para el medio ambiente.
- Cualquier alimento que se consuma por encima del requerimiento energético de una persona representa una carga inevitable en forma de emisiones de gases de efecto invernadero, uso de fuentes naturales y presión sobre la biodiversidad.
En este sentido, la “Doble Pirámide” sugiere un modelo virtuoso para promover elecciones alimentarias sostenibles para la salud y el medio ambiente. Tal y como representa la siguiente figura, el modelo incluye la conocida pirámide alimenticia, que fue creada utilizando la investigación nutricional para representar una dieta saludable, y una pirámide alimenticia ambiental invertida, la cual muestra los alimentos con mayor impacto ambiental en la parte superior y los de menor impacto en la parte inferior. De esta ‘Doble Pirámide’ se puede observar que aquellos alimentos con mayores niveles de consumo recomendados son también aquellos con menor impacto ambiental.
Debemos entender que nuestros hábitos alimenticios y de compra tienen consecuencias. Nuestras elecciones de productos alimenticios influyen no sólo en nuestra salud sino también en el clima, el medio ambiente y el problema del hambre en el mundo. Por lo tanto, debemos comer en conciencia y con conciencia y apoyar los esfuerzos para el desarrollo de alimentos y ecosistemas sostenibles tanto a nivel local como internacional.
Moraleja: como el año nuevo suele venir acompañado de nuevos propósitos, en vez de apuntarnos al gimnasio (que también), ¿por qué no te comprometes a adoptar una dieta saludable? Tu cuerpo, y Gipuzkoa, te lo agradecerán.
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