Artículo publicado en Deia (15/01/2023)
El miércoles pasado Rusia informaba de la toma de la ciudad de Soledar. Las autoridades ucranianas lo negaron y aseguraron que la batalla por la ciudad continuaba. Hemos pasado varios días repitiendo el mismo guión por ambas partes. Parece que los medios más serios, incapaces de comprobar la realidad sobre el terreno, han optado por no tomar posición y limitarse a informar de las diferentes versiones. El viernes El País titulaba: “Rusia asegura que ha tomado la localidad estratégica de Soledar pero Ucrania lo niega”. La Vanguardia, por su parte, propone: “Rusia anuncia la toma de la estratégica Soledar pero Ucrania asegura que la batalla continúa”. Este medio que tienes en tus manos apuntaba en el mismo sentido: “Ucrania reconoce fuertes combates en Soledar y Rusia asegura controlar ya la ciudad. El Gobierno ucraniano desmiente que las tropas rusas hayan tomado la localidad”.
La ciudad de Soledar tiene al parecer cierta importancia estratégica como puerta de entrada a otros objetivos más importantes. Es una plaza importante, pero no clave. Sin embargo, ninguna de las partes parece dispuesta a ceder y están librando una crudelísima batalla que acumula cientos de muertos. ¿Qué se juega allí que explica semejante baño de sangre?
Por un lado Rusia, tras seis meses sin avances, necesita anunciar una victoria que calme las críticas internas, dé esperanzas y que acalle la tensiones en el ejército. La toma Soledar tendría quizá más importancia política que estrictamente militar.
La situación interna es compleja. La operación de Soledar está siendo llevaba a cabo por la contrata de mercenarios Wagner propiedad de Prigozhin, siniestro personaje tan cubierto de sangre como de dinero y estrecho aliado de Putin. Esta victoria mostraría logros que el ejército regular no consigue. Prigozhin puede así mofarse del ejército, describirlo como caracterizado por “luchas internas, corrupción, burocracia y funcionarios que quieren permanecer en sus puestos” y fortalecer su posición de contratista privado. Las palabras de Prigozhin al anunciar la toma de la ciudad son significativas: “quiero enfatizar que en el asalto a Soledar no han participado más unidades que los combatientes de la compañía militar privada Wagner (…) A Wagner le están constantemente tratando de robar la victoria solo para menospreciar sus méritos”.
Las autoridades rusas han terminado por reconocer su protagonismo: “la misión fue realizada de manera valerosa y desinteresada por las acciones de los voluntarios de las unidades de asalto de la compañía militar privada Wagner”.
Estas claves internas podrían haber precipitado el anuncio de un éxito militar cuando aún se combatía sobra las ruinas.
Una vez anunciado no quedaba otro remedio que, dado que quizá las palabras no reflejaban con exactitud la realidad, hacer que la realidad se ajustara a posteriori a las palabras. Prigozhin necesita Soledar cualquiera sea su precio.
Se juega mucho.
Es sabido que Wagner está constituida en parte por convictos liberados de las cárceles con promesas de amnistía tras un periodo de servicio. Estas remesas sirven como carne de cañón que sacrificar. El desprecio de Prigozhin por la vida de los suyos es comparable al que muestra por la población civil.
La posición ucraniana parece difícil de sostener ante las avalanchas de soldados que, por acumulación de muertos, van avanzando posiciones. Lo cierto es que Soledar es hoy un erial de escombros, restos de batalla y cadáveres sobre el terreno.
La ciudad podría terminar por ser tomada en cualquier momento. Pero quedaría por analizar su efecto final sobre el desarrollo de la guerra. El costo en vidas humanas y material bélico podría limitar capacidades futuras. Las tensiones y los equilibrios entre el ejército y las otras élites cleptocráticas del entorno de Putin no quedarían resueltas. El cómputo neto entre el éxito militar y el coste no queda claro. Cuentan que un tal Pirro de Epiro terminó aprendiendo algo sobre estas paradojas.
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