Artículo publicado en El Correo (22/01/2023)
El término ‘vandalismo’ (‘vandalisme’) lo utilizó por primera vez en 1794 Henri Grégoire, obispo de la ciudad francesa de Blois, en un informe dirigido a la Convención Nacional sobre la destrucción de obras de arte durante los primeros años de la Revolución francesa. Esta denominación pronto fue adoptada en otros países de Europa. Los vándalos fueron un pueblo de la antigua Germania cuyo nombre se asocia al saqueo de Roma que realizaron a mediados del siglo V.
Pero no parece que aquellos vándalos fueran más destructores que otros invasores ni tampoco es un fenómeno exclusivo de la sociedad actual.
El vandalismo consiste en provocar de forma intencionada la destrucción o deterioro de bienes materiales privados o destinados al servicio y provecho de la comunidad. Sus objetivos son muy variados; por ejemplo, transportes públicos, vehículos, centros escolares, instalaciones deportivas, mobiliario urbano, fachadas, escaparates, obras de arte, parques y naturaleza… Pintadas o grafitis por doquier. Y más todavía. Un vandalismo político que trata de borrar al adversario. Reivindicaciones laborales que se expresan con acciones vandálicas. Internet ha ampliado el campo de los actos vandálicos: el cibervandalismo con su cortejo de virus, troyanos, etc. Algunas competiciones deportivas, junto con el exceso de alcohol, son ocasión también para la comisión de actos vandálicos.
Tras ellos está un amplio conjunto de posibles motivos, como aburrimiento, venganza, resentimiento, placer, frustración, odio, ira, protesta, emoción por el riesgo de ser sorprendidos, presión del grupo, etc. Se han concretado varios tipos, según el motivo dominante.
En el vandalismo adquisitivo el objetivo es apropiarse de bienes, acompañado de destrozos de mobiliario, máquinas automáticas, etc. Otras veces lo destruido se toma como una sustitución simbólica de las personas, grupos o instituciones hacia las que en realidad se dirige la furia de la venganza. En el vandalismo ideológico se intenta captar la atención con pintadas de eslóganes políticos, incendio de mobiliario urbano, lanzamiento de cócteles molotov, etc.
El motivo también puede ser lúdico; es decir, una especie de juego, una forma de llenar el tiempo o de «matar el aburrimiento». Sin olvidar el vandalismo maligno o nihilista, que solo busca destruir todo lo que encuentra.
Las consecuencias del vandalismo son graves. A los cuantiosos costos económicos hay que añadir la imposibilidad de acceso a algunos servicios o a la admiración de algunas obras de arte. No se puede olvidar tampoco la frustración o disgusto de la misma contemplación los deterioros.
Dada la variedad y complejidad de los motivos que activan los actos vandálicos, no resulta fácil atajarlos. La prevención material se concreta en diseños antivandalismo, que eviten o reduzcan el impacto de estos actos. Se insiste en la importancia de la educación encaminada a respetar los bienes materiales y a la corresponsabilidad de los bienes comunes. Es necesario estudiar los motivos que provocan las acciones vandálicas, a la vez que se ponen las sanciones necesarias para atajarlas.
La teoría de las ventanas rotas ha suscitado varias investigaciones y programas de intervención. Su origen está en el experimento realizado en 1969 por el profesor Philip Zimbardo y colaboradores, de la Universidad de Stanford. Dejó abandonados en la calle dos coches, de idéntica marca, modelo y color; uno en el Bronx y otro en Palo Alto. Los destrozos y sustracción de piezas en el primero comenzaron a las pocas horas; a la semana la destrucción se había completado. En esa misma semana el automóvil de Palo Alto se mantuvo intacto, hasta que los mismos investigadores rompieron una de las lunas. A partir de entonces, los transeúntes destrozaron el automóvil, de forma semejante a los habitantes del Bronx. Investigaciones posteriores culminaron en intervenciones con resultados prometedores.
La causa de los destrozos en los dos automóviles no era solo la frustración por la pobreza y marginación (Bronx), sino algo más. Porque una ventana rota o una pintada trasmite la idea de que todo está permitido y muestra la impunidad con la que se pueden realizar estos actos. Ello lleva a una evolución en espiral ascendente. Por el contrario, la restauración inmediata de los deterioros puede tener un efecto inverso y ser el primer paso para cortar este tipo de acciones.
No se trata solamente de estética, sino de mantener un entorno material agradable, expresión de civismo y de respeto a los bienes destinados al disfrute de la comunidad.
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