Artículo publicado en El Correo (24/01/2023)
No es fácil ser el socio con menos apoyo electoral en un gobierno de coalición. Aunque en nuestras instituciones tanto a nivel estatal como autonómico o municipal el Ejecutivo proviene del parlamento o del pleno, en la práctica los poderes legales, los recursos de comunicación, publicidad y propaganda y nuestra cultura política han empujado hacia el presidencialismo en todos los niveles territoriales. Solo hay que mirar en las encuestas el nivel de conocimiento de ministras, consejeras o concejales comparados con alcaldes o presidentes para hacernos una idea de quién se lleva los focos de la acción gubernamental.
Los estudios sobre comportamiento electoral nos cuentan que la diferencia en votos entre el grande y el pequeño suele agrandarse o se mantiene al término de la legislatura. Sabiendo este posible y probable coste, a muchos partidos les interesa conseguir una imagen de partido de gobierno con disposición a llegar acuerdos para conseguir implementar determinadas políticas que pueden contribuir a construir una reputación de utilidad y de servicio a la sociedad y al interés general y volver a ser votados para optar a otra coalición como pez pequeño.
Eso no quiere decir que los partidos pequeños no intenten desarrollar una estrategia para diferenciarse del partido del presidente en los temas que asocian a beneficios electorales, como hemos visto hacer a Vox la semana pasada con la cuestión del aborto en Castilla y León. La estrategia elegida ha sido la del enfrentamiento institucional dentro del Gobierno con el partido grande de su coalición. Ha conseguido visibilizar que en el asunto del aborto quiere llegar mucho más lejos que el Partido Popular y que es capaz de ceder sin romper la baraja. Por el camino deja herida la cohesión interna del Gobierno del que forma parte, algo que no gusta nada a los electores.
El Partido Socialista de Euskadi puede ser el ejemplo perfecto de una estrategia relacionada con priorizar la cohesión interna en su Gobierno de coalición con el PNV. Intenta transmitir su utilidad para que se puedan llevar a cabo políticas relacionadas con su programa electoral, con el acuerdo de Gobierno firmado y crear una imagen de cohesión de alta resolución. Tan alta que hay muchos ciudadanos que todavía no saben que el lehendakari, Iñigo Urkullu, tiene consejeros y consejeras socialistas en su Gobierno. Desde fuera, el PSE intenta diferenciarse en algunos temas, como puede ser ahora el conflicto sobre el centro de refugiados, pero sin perder el equilibrio interno dentro del Gobierno Vasco donde no se escenifica ningún conflicto trascendente.
Por último, Unidas Podemos ha desplegado por un lado una estrategia de apropiación, intentando adjudicarse las medidas más progresistas y audaces del Gobierno de Pedro Sánchez. Intenta que cuaje el relato de que obliga a los socialistas a hacer políticas de izquierdas. Y al mismo tiempo, ha discutido abierta y públicamente, tanto dentro como fuera del Gobierno, las propuestas del presidente Sánchez, más lejanas a su base electoral, como el incremento de gasto en Defensa y el envío de tanques Leopard a Ucrania.
Todavía no sabemos qué les pasará en las próximas elecciones. Lo que parece seguro es que ninguno de los tres se va a comer al pez grande.
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