Artículo publicado en la revista Ciudad Nueva (febrero 2023)
Cuando escribo estas líneas, apenas iniciado el año 2023, las cifras de violencia de género en España me encogen el corazón. En 11 días ya ha habido 3 mujeres (Hayate, Eva María y Belén) asesinadas por su pareja o ex pareja. Según los datos oficiales, suman 1.185 desde 2003, hay 48 menores víctimas mortales desde 2013 y 1.128.023 llamadas pertinentes al 016 desde 2007. Y las cifras no muestran los rostros, las vidas, el entorno, los proyectos rotos. ¿Qué vamos a hacer? ¿Nos vamos a acostumbrar? ¿Vamos a normalizar la situación? ¿Es que no hay nada que podamos (queramos) hacer?
Soledad Gallego-Díaz, periodista y exdirectora de El País, señala: «Es asombroso que, con esta información a su disposición, la mayoría de los hombres piense que el problema de las agresiones machistas no tiene nada que ver con ellos (ellos mismos no son agresores), mientras que la mayoría de las mujeres es perfectamente consciente de que se trata de algo que les concierne a todas, agredidas o no» (El País, 8 enero 2023). Si alguien se está preguntando cuál es la situación en el mundo, sugiero visitar la página de ONU Mujeres. La violencia de género es un problema de igualdad y «la igualdad también empieza en mí» (lema de la campaña del 8 de marzo de 2017 de Emakunde).
En 2009 la Unidad Politécnica de Gestión con Perspectiva de Género del Instituto Politécnico Nacional (México) realizó la investigación «Dinámica en las Relaciones de Pareja». Se encuestó a más de 14.000 estudiantes de nivel medio o superior y a partir de ahí desarrollaron el Violentómetro que permite estar alerta, detectar y actuar ante este tipo de prácticas. Existe una versión adaptada en Andalucía partiendo de la experiencia de un grupo de terapeutas con supervivientes de violencia de género (1). El Violentómetro pone de manifiesto que, como cualquier tipo de violencia, la violencia de género escala. Hay una serie de conductas que son las primeras señales de que hay violencia y, si no se actúa debidamente, puede ir incrementándose. La violencia no es solo física. Existe violencia psicológica, patrimonial, económica, sexual, familiar, laboral y docente, institucional, digital, etcétera. Todas ellas dañan la dignidad, la libertad o la integridad de las mujeres, o son susceptibles de hacerlo.
Estoy leyendo un libro de la filósofa Ana de Miguel en el que invita a darse cuenta de que a lo largo de la historia se ha ido instalando una doble verdad que lo impregna todo y que ha dotado de un sentido vital y unas normas morales para hombres y otras para mujeres. «Lo que procede es encontrar respuesta a interrogantes como el de Simone de Beauvoir, por qué la humanidad ha dado más valor al sexo que mata que al sexo que da la vida, más valor a la guerra que al embarazo y el parto, con el que también te juegas la vida. ¡Ponte en el lugar de las mujeres!» (2). Hay un recurso que suelo utilizar en clase y que interpela a mi alumnado. La actriz Alicia Ródenas Sánchez, protagoniza el corto Ahora o nunca, cuyo texto original es de Ro de la Fuente, refleja la violencia cotidiana que sufrimos las mujeres. La cámara se va acercando. El tono es cada vez más alto. La violencia del contenido va incrementándose, al igual que la incomodidad que se siente al verlo, más cuando has recibido en primera persona esos mensajes. La frase final es contundente: «La violencia de género no es solo física. La vivimos desde nuestra infancia… y nos persigue hasta el final. Es ahora o nunca».
En este punto seguro que hay quien está pensando que también hay hombres que sufren violencia de género. Si se incluyera a los hombres estaríamos negando, invisibilizando, el machismo estructural que nos rodea y que tanto tiempo, y sufrimiento, ha costado poner de manifiesto. En una entrevista, María Durán, abogada y directora del Institut Balear de la Dona, señalaba que «la Ley de Violencia de Género no resta derechos a los hombres, les quita privilegios» (El Mundo, 20 enero 2019). Los privilegios son todo aquello que no es universal, sino que proviene de la posición que una persona ocupa en una estructura de poder.
¿Qué hacer? Educación, información, formación, concienciación, sensibilización y no mirar para otro lado, ni como individuos ni como sociedad. En la página de la Fundación Ana Bella, Red de Mujeres Supervivientes, dan pautas concretas de qué hacer ante la sospecha de que una amiga está en una relación abusiva: «Pregúntale cómo está, escúchala sin juzgar. Hazle sentir que no está sola, que tiene una amiga o amigo con quien puede contar. Créela, aunque lo que te cuente suene a ciencia ficción. No le digas lo que tiene que hacer, pregúntale ¿cómo te puedo ayudar? Explícale con mucha paciencia por qué crees que está viviendo en una relación tóxica. Empatiza, ponte en su lugar, involúcrate sin decidir por ella. Respeta su ritmo, su tiempo para decidir, aunque necesite varios intentos antes de dejar la relación definitivamente. Comparte tu historia de superación para que utilice tu ejemplo en positivo, si tú pudiste superarlo, ella también. Acompáñala a buscar ayuda profesional y acercarse a los recursos disponibles. Recuérdale lo mucho que vale, lo valiente que ha sido por romper el silencio».
¿Y los hombres? Necesitamos aliados. Hay que apostar por las nuevas masculinidades alternativas, que rompan los estereotipos de género sociales. Y para ello es importante informarse, formarse, dialogar. En España existen asociaciones como Homes en Diàleg o Ahige, o colectivos como Foro hombres por la Igualdad, Piper txuriak o Stop Machismo. Animo a visitar la Cronología in-completa del movimiento por laigualdad de Joaquim Montaner.
Para terminar unos versos de una canción de Macaco: «Ni por ti mataría / Ni para toda la vida / Que un día sigue a otro día / Solo quiero que me quieras bien / … /Quiéreme bien / Quiérete bien».
(1) Padrón, M. (2018, 1 marzo). Violentómetro. http://educagenero.org/violentometro
(2) De Miguel, Ana. Ética para Celia. Contra la doble verdad, Barcelona, Penguin Random House, 2022, pág. 145.
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