Artículo publicado en El Diario Vasco (09/02/2023)
Leer al filósofo surcoreano Byung-Chul Han resulta inspirador, así que tomo en préstamo su expresión sobre el panóptico, para aludir metafóricamente a la atmósfera reinante en esta fase preelectoral que nos tiene acolchados con tanta retórica inútil. Nunca alegatos más rotundos se escucharon por pueblos y aldeas.
Pero aclaro, el panóptico original del filósofo utilitarista Bentham –siglo XVIII– no era otra cosa sino la instalación de una torre en el centro de las cárceles para que el vigilante pudiera observar todo lo que ocurría en el edificio. La observación se convertía en eje central. Hoy se considera, desde la filosofía y el lenguaje posmoderno, como una técnica de control. Por eso me pregunto si estaremos realmente interiorizando la vigilancia. Me lo planteo ante hechos acontecidos y denunciados que afectan a la sociedad por entero. Hablo de casos judiciales cuyo discurrir queda silenciado flagrantemente dentro del país, o de la vigilancia aerostática en las costas americanas.
Considerando brevemente el caso de los globos enviados por China, cualquier alusión historicista parece banal ante el análisis de la geopolítica y de la diplomacia a la deriva de nuestros días. Sin embargo, no quiero olvidar que viajar por el aire se hizo realidad en 1783, gracias a los globos de aire caliente y de hidrógeno inventados por los hermanos Charles y Robert Montgolfier. Lo hicieron en las Tullerías el 1 de diciembre de 1783. También lo intentó Bouclé el 5 de junio de 1784 en los jardines de Aranjuez con menos éxito, pese a que el pintor Antonio Carnicero lo inmortalizó como signo del avance científico de la época.
Actualmente, un globo aerostático espía o de vigilancia está equipado con una cámara de alta sensibilidad y puede incluir un radar. Se elevan entre 24 y 37 kilómetros sobre la superficie de la tierra; y por lo que parece, y más allá de declaraciones poco diplomáticas, sirven de recurso a China y a EE UU para alimentar esa larga tradición de espiarse mutuamente.
Muchos se han preguntado: ¿Por qué no satélites? No deja de parecer algo peculiar la decisión china de emplearlos. También, que el romanticismo que inspira un tradicional globo aerostático ha sido adulterado por su conversión en instrumento al servicio de objetivos espurios. Razones técnicas existen para ello.
El magazine norteamericano ‘The Diplomat’ publicaba recientemente: «En los últimos tres meses se han observado tímidos signos de una aparente reorientación diplomática por parte de China. Desde la cumbre celebrada en noviembre entre el presidente chino, Xi Jinping, y el presidente estadounidense, Joe Biden, que sentó las bases de una paz tensa entre ambas potencias, hasta el sutil pero perceptible alejamiento de la retórica más belicosa empleada por los diplomáticos chinos para caracterizar las relaciones de Pekín con Washington, Tokio, Canberra y otros países con los que el país ha compartido relaciones bilaterales recientemente volátiles, parece que el enfoque diplomático de Pekín –al menos a primera vista– ha mostrado cambios notables desde el XX Congreso del Partido».
Aunque el Ministerio de Exteriores chino ha defendido que el aparato era de «carácter civil» y que su entrada en territorio estadounidense fue «por causas de fuerza mayor», no cabe olvidar que el Convenio de Chicago de 1944, en su artículo 1 establece que «los Estados contratantes reconocen que todo Estado tiene soberanía plena y exclusiva en el espacio aéreo situado sobre su territorio». Y el artículo 3c prohíbe a toda aeronave de un Estado contratante volar sobre el territorio de otro o aterrizar en el mismo sin haber obtenido autorización. Sucesivos tratados internacionales: artículos 39 a 41 de la Carta de San Francisco de la ONU, artículos 21 y 29 del Tratado de la UE y 83 del Tratado de Funcionamiento de la UE, redundan en este principio del derecho internacional. El convenio de 1944 tuvo en la década de los 80, además, una enmienda con la adopción del artículo 3 bis, relativo a la violación del espacio aéreo.
De otra parte, el artículo 43 del Convenio de Chicago dio paso a la creación de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) –agencia especializada de la ONU– integrada por 188 Estados, con sede en la ciudad canadiense de Montreal. El Derecho Internacional vigente y la legislación propia de cada Estado se han pronunciado, pues, sobre la soberanía del espacio aéreo por encima de fronteras y del mar territorial. Es decir, de ‘res communis’, nada de nada.
Conclusión, gestos de torpeza tan evidente en las relaciones multilaterales dan bastante bajón. Aunque en este caso sería mejor emplear la locución verbal de ‘nos pinchan el globo’, lo que significa ‘nos desilusionan abruptamente’. Con el agravante de que la actitud del gigante asiático resulta poco tranquilizadora, pese a que lo niegue con un ‘naranjas de la China’.
ARACELLYS says
Saludos cordiales. Tan cierto como preciso el análisis, pese a que fue escrito hace más de un año, precisa una «crónica anunciada» de lo que vivimos hoy.
Recién descubrí sus libros, por razones de estudios. Mi admiración y respeto porque, aunque había leído libros históricos sobre las relaciones internacionales, nunca me había sumergido tanto en las descripciones de los hechos relatando conceptual y contextualmente.
Espero poder seguir leyendo sus opiniones, sobre todo, sobre los hechos actuales.
Reitero mi admiración y respeto.