Ha realizado un estudio en el que concluye que no es necesario cambiar el Código Penal para castigar los ciberdelitos
Entrevista publicada en El Diario Vasco (26/02/2023) | A. S. J
Jon López Gorostidi, profesor de Derecho Penal en la Universidad de Deusto, ha publicado recientemente el trabajo ‘Ciberdelincuencia: Proporcionalidad y bienes jurídicos protegidos’, dirigido a profesionales del Derecho Penal, en el que analiza si la respuesta que da el Código Penal a los delitos cometidos en la red es adecuada o habría que modificarlo.
– Su conclusión es que el Código Penal sí da una respuesta proporcional a los ciberdelitos.
– Así es, los delitos incluyen un artículo referido a la comisión del mismo a través de las TIC, salvo casos concretos como el derecho a la vida. Otro aspecto que he estudiado es si era necesario crear nuevos bienes jurídicos a proteger, como la ciberseguridad, la libertad informática o la protección de datos. Pero considero que no, porque todo lo que hacemos en el ciberespacio tiene siempre su reflejo en el mundo físico y afecta a bienes jurídicos que ya existen y están protegidos en el Código Penal. Además, el derecho penal tiene vocación de estabilidad, así que cuanto menos lo cambiemos, mejor. Si podemos utilizar
lo que ya existe para dar respuesta a los problemas actuales siempre es mejor que cambiar la ley,
que debería ser lo último. En otras ramas del derecho no, pero en derecho penal sí. Ahí está el ejemplo de la ley del ‘solo sí es sí’.
– También profundiza en la cifra negra de los ciberdelitos, que es ese ínfimo porcentaje de casos que se consiguen esclarecer. ¿Por qué es tan difícil?
– Hay muchas causas, pero una de las principales es la contribución de las víctimas, que en estos delitos es total. Si yo no tengo banca online no pueden robarme los datos, y si no tengo redes sociales no pueden acosarme a través de las mismas. Y esto va unido al efecto deshinibidor que tiene internet, donde hacemos cosas que no haríamos nunca el mundo físico y somos menos conscientes de las consecuencias de nuestros actos. Nadie iría repartiendo fotos suyas en bañador por la calle, pero en Instagram lo hacemos. O si alguien nos ofrece un Iphone por 100 euros no se lo compramos porque creemos que es un timo, pero si lo vemos en internet pensamos que hemos encontrado el chollo de nuestra vida.
– También afirma que los delitos cometidos a través de internet tienen una capacidad lesiva
mayor. ¿Por qué?
– No es que el delito que se comete en el ciberespacio sea más grave, sino que es más fácil y sin riesgo para el que lo realiza. Hay dos tipos delictivos que son potencialmente lesivos, que son los que se agravan por su difusión, como las injurias y calumnias, la incitación al odio o el descubrimiento y revelación de secretos, y también los delitos cibereconómicos. Un robo físico termina cuando me quitan algo, pero en la red. En estos casos ocurre que las empresas tapan los ciberataques y ni los denuncian ni facilitan datos a la policía, porque les sale más barato asumir los costes de un ataque que el daño reputacional que les puede causar que se haga público.
– ¿Por qué afirma que los delitos que se cometen sobre menores también incrementan la cifra negra?
– Porque a veces no son conscientes de que son víctimas de un ciberdelito. Son nativos digitales y
por ejemplo el acoso por redes sociales lo ven como algo habitual que les pasa a todos. En ellos además el efecto deshinbidor del que hablaba antes es mucho mayor, comparten mucha información de su día a día. Y no confían en que una persona de fuera de ese mundo les pueda ayudar, bien sea su padre o la policía.
– ¿Están la policía o la Justicia en condiciones de aumentar el número de casos resueltos?
– En general se dice que el derecho siempre va por detrás de la realidad, y con las nuevas tecnologías, que es algo tan técnico y complejo donde el especialista sabe más que el juez medio o la policía media, todavía más. Por las técnicas que utilizan los ciberdelincuentes llega un momento en que la policía no sabe desde dónde ni desde qué terminal se ha cometido el delito, es una especie de tela de araña que es imposible de seguir. Luego hay problemas añadidos como el anonimato y la simulación de identidad, o definir qué jurisdicción es competente, qué tribunal tiene que juzgar un delito. Para los jueces es importante también la creación de jurisprudencia para nuevas modalidades de delito. Pero a
corto medio plazo, es algo que no tiene solución.
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