Artículo publicado en Diario de Mallorca (18/03/2023)
Es difícil no llenar las lecturas de noticias relacionadas con la Inteligencia Artificial. He empezado a usar Bing y Edge, con ChatGPT, tras una amable invitación que me hizo Microsoft (¡gracias!). No salgo de ahí ya. Google, sigue diciendo que Bard será el competidor de estos sistemas. Ofrecen lo mismo en realidad. Veremos quién gana. Al final es una competencia por tener datos digitalizados con los que razonar y dialogar. ¿Cómo funcionan? Estos sistemas son los que yo llamo el «charlatán probabilístico». Por «charlatán», describo a aquel que sabe de todo y siempre habla. Por «probabilístico», describo a que se trata de un cálculo probabilístico de apariciones más frecuentes. Es decir, si yo le pregunto «¿Cuánto es 3 + 2?», el sistema de diálogo, no es que tenga un proceso mecánico para hacer ese cálculo, sino que lo que hace es buscar en su base de datos de textos, para saber cuál es el resultado que más aparece. Dirá 5, si en los textos que tiene suele salir así. Pero si, por ejemplo, hay bromas como «¿Cuánto es 10 + 1?», que puede tener diferentes resultados en binario o decimal, devuelve resultados raros porque se confunde. Puede decir 11 o 3. Es el «charlatán probabilístico», donde la competencia irá por tener el mayor número de conversaciones en su base de datos para encontrar los resultados más cercanos a la realidad. Y donde pueden aparecer hackers o personas con ganas de fastidiar el tema generando textos aleatorios equivocados para que piensen mal estas máquinas.
¿Amenazan estas máquinas a pensar y razonar mejor que los humanos? No tan rápido. Como decía antes, llegan a conclusiones por puro proceso de cálculo de probabilidades (más el feedback del usuario). El humano no piensa igual. No es el mismo humano de 5 que de 50 años. No es lo mismo como piensa una persona con amplia experiencia profesional y personal que uno que no se ha movido de su contexto local. Esta semana hemos visto dos sucesos que no me parecen inconexos: el fallo de Google Bard y la llamada a revisión de 360.000 Teslas por un fallo en su sistema de conducción autónoma. Son casos extremos en lo que fallan; aciertan en el 80-90% de las «rutinas». Pero la vida a veces son esos pequeños momentos anómalos en los que el razonamiento humano nos puede salvar de un accidente o de evitar invertir allí donde no deberíamos. Es la creatividad en entornos imprevistos y complejos. Ahí seguimos teniendo el monopolio los humanos.
En este contexto, ¿qué está haciendo Google? Es difícil saberlo. Fácilmente, uno pudiera pensar que todo lo que son búsquedas informacionales, las puede perder. Resumiendo, hay tres submercados de búsqueda: Informativas (la gente quiere aprender algo), Transaccionales (comprar), y de Navegación (busca una web concreta). Las primeras, parece que los asistentes conversacionales de búsqueda (ChatGPT, Bard, etc.) las resuelven mejor. Es el más grande de esos tres mercados. La primera demo de su sistema de diálogo Bard fue un fracaso. Las «alucinaciones» (que es el nombre que se le han dado a los fallos que cometen estas Inteligencias Artificiales), es algo que deberían haber controlado mejor. Puede solo explicarse por las prisas. ¿Necesita Google un nuevo CEO? Se lo empiezan a preguntar mucho. ¿Y cómo una empresa que ha liderado un mercado durante 20 años le puede ocurrir esto? Clayton Christensen, en 1997, introdujo en su popular libro el «dilema de la innovación». Básicamente viene a decir que empresas bien gestionadas, pueden sufrir si se produce una transformación tecnológica alrededor de su producto. Los nuevos paradigmas tecnológicos, expanden el mercado o alteran las preferencias de los clientes. Ni el mercado ni los clientes son «estáticos». Las empresas líderes tienden a pensar que sí, por puro motivo evolutivo. Creo que es lo que ha pasado con estos sistemas de diálogo: Google nunca pensó que habría algo mejor para encontrar resultados a una búsqueda que su listado de documentos y resultados. Ahora tenemos perplexity.ai o elicit.org que incluso transcriben y hacen resúmenes con los resultados.
El copyright de las imágenes y textos generado por sistemas de inteligencia artificial, sigue dando mucho de qué hablar. Getty Images, una de las mayores bases de datos de imágenes de nuestra era, ha demandado a Stability AI por supuestas infracciones contra la propiedad intelectual. Y es que tenemos que entender que estos algoritmos funcionan por «imitación cruzada»; es un término que he empleado estos días en sesiones para explicar que al final lo que hacen es coger muchas imágenes, cruzar matices de cada una y generar unas nuevas (acordaros del charlatán probabilístico). Vamos, nada distinto a lo que hace un humano para generar nuevas obras. Pero claro, ahora es fácilmente atribuible, y sobre todo, no lo hace un humano, sino una máquina, que es nuestra enemiga. Por ello, ya han nacido servicios como Stable Attribution: para una imagen artificial, te dice a quién ha «imitado». Ante todo esto, me pregunto qué diferencia existe entre estas IAs de imágenes y textos, y lo que Google ha hecho durante años con los periódicos. Google, salvo en contados países, no pagaba por la información que indexaba y extraía de los medios.
Las cuatro empresas de telecomunicaciones más grandes de Europa (Deutsche Telekom, Orange, Telefónica y Vodafone), han creado una Joint Venture aprobada por la Comisión Europea para la comercialización de servicios publicitarios. Es una vieja aspiración de estas empresas: utilizar los datos que generamos mientras nos movemos (el móvil trata de conectarse a una antena para tener «cobertura», y así saben dónde estamos), para generar así patrones de comportamiento. Esto para las empresas anunciantes abre un nuevo mundo, que Google y Facebook cada vez van a tener más complicado cubrir. La Comisión ha argumentado que esta unión creará más competencia en el mercado publicitario, lo que es a todas luces buena noticia. Otra cosa es que abramos una nueva distopía de derechos fundamentales de las personas. El tiempo lo dirá.
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